CAPITULO 33 (KAYLA)

123 8 0
                                    

Al principio le había insistido a Tanya que era probable que el celular de Max estuviese en silencio, y que en cualquier momento entraría por la puerta. Casi una hora más tarde, yo misma no podía controlar las manos y las piernas mientras estábamos sentadas en la cocina.

La preocupación por Max me hizo recordar cuando Austin y yo llevamos a Philip a un parque de diversiones por primera vez. Tenía ocho años y se había desaparecido por unos quince minutos. Pero para mí había sido una eternidad y casi pierdo la cabeza.

Estaba segura de que no estaba lejos de hacer lo mismo si Max no aparecía por esa puerta.

Fuera cual fuera nuestra relación, si íbamos a estar involucrados en los momentos menos afortunados de nuestras vidas no quería oponerme en ese momento. Necesitaba saber que estaba bien.

—Voy a llamar a Thomas para que venga —dijo Tanya levantándose, su piel caramelo le brillaba por el sudor—. Esto no puede ser bueno.

Me froté la sien y tomé el celular para volver a llamarlo, pero el sonido de la puerta me detuvo. Tanya y yo nos miramos un segundo antes de apresurarnos a la sala de estar.

El aire se atascó en mi garganta. Max estaba dirigiéndose hacia las escaleras con la espalda curvada.

—¿Dónde diablos estabas, muchacho? —Tanya se adelantó hacia él.

—Estoy bien, Tanya. —La voz le sonaba forzada.

Ella lo hizo girarse, y no fue hasta ese momento que él se percató de que estaba parada allí.

Dios mío.

Tenía sangre en su ceja derecha y el labio inferior partido. Sus mejillas con tonalidades rojas.

Frunció el ceño hacia mí, pero parecía terriblemente molesto mucho antes de llegar allí.

—¿Qué haces aquí?

La pequeña estatura de Tanya no le impidió tomarlo de ambos brazos.

—La pregunta aquí es ¿qué diablos te pasó? Estábamos muy preocupadas por ti, muchacho, y tú te apareces como si nada golpeado de Dios sabe dónde.

Max y yo sostuvimos miradas un segundo antes de que esquivara a Tanya y se dirigiera a las escaleras otra vez.

—Estoy bien.

¡¿Cómo podía ser tan indiferente?!

Antes de que Tanya pudiera moverse me dirigí hacia él.

—Voy a hablar con él.

—Juro que ese muchacho me va a matar del susto...

Las palabras se perdieron mientras subía las escaleras. Max estaba caminando hacia la habitación, sosteniéndose las costillas como si temiera que salieran corriendo.

Me coloqué al frente de él para evitar que siguiera. Él maldijo mientras me esquivaba pero me las arreglé para impedírselo.

—Oye, en serio, ¿qué rayos te pasó? —Capté  el olor a whisky. Di un paso atrás—. ¿Estás ebrio?

—No. —Me hizo a un lado para pasar.

Lo seguí.

—Hueles a alcohol, y eso suele pasar cuando bebes de más.

—O te vacían una botella encima.

Me detuve en seco. Max encendió la luz de la habitación y casi cierra la puerta detrás de él si no hubiera usado el pie para evitarlo.

Él maldijo acercándose al tocador.

—¿Qué haces aquí?

—Tanya me llamó, y qué bueno que lo hizo. ¿Qué diablos te...?

Las ventajas de no conocerte [PRIMERA PARTE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora