Capítulo 8

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Leve ventisca

No tardé mucho en terminar de mover casi todas las cajas por completo, las cajas que me ordenaron mover llevaban la etiqueta de: "para el club de ciencias", muy probablemente sean donaciones muy antiguas que le hicieron al club.

Y por más que me carcoman las ganas de revisar el contenido dentro de ellas, tenía muchas menos ganas de dar explicaciones si de repente a una maldita caja le hiciera falta algo.

No tuve reparo alguno en tirar la última caja sobre las demás, en este punto del día ya había hecho más que suficiente y, una caja más o una menos me era por demás insignificante.

Salí del aula lo más rápido que mis piernas me lo permitieran, muy pronto retiré mi celular del bolsillo delantero de mi pantalón y lo encendí para ver la hora.

Todavía faltaba poco más de una hora para mi reunión con Kassia, esto me permitió tomarme unos pocos segundos para descansar. Luego de eso seguí adelante y empecé a bajar las escaleras.

Varios escalones abajo, precisamente en los escalones colindantes a la planta baja, noté la presencia del maestro Márquez; un señor de una avanzada edad que llevaba sus amplios anteojos y un bigote muy tupido. Él permanecía inmóvil, de brazos cruzados y con la mirada perdida en algún lugar.

—Señor Dante Ricci, que coincidencia verlo por aquí— soltó el maestro.

—Sí, que coincidencia— puse una sonrisa fingida.

—¡Precisamente lo estaba buscando a usted!— levantó la voz.

—¿A mí, señor?— tragué saliva, — ya estaba a punto de irme a casa. Con su permiso mejor hablamos el día de mañana, ¿va?

—No estás entendiendo a lo que me refiero —se acercó lentamente hacia mí. El sonido de sus elegantes y brillantes zapatos hacían eco por todo el silencioso lugar. —¡Estás castigado!

—No, ¿por qué?— rebatí sin entender nada.

—Te vi entre los estudiantes que se habían escapado de la zona segura para fisgonear a aquel demonio. ¡Me hicieron quedar en ridículo! y a menos que haya algún otro estudiante pelirrojo con el cuál te haya confundido, ¡tendrás que pasar el resto de la tarde en detención!— contestó el profesor, luego rechinó sus dientes con furia.

Con tantas pruebas en contra no me quedaba de otra que aceptar que estuve allí, si lo niego muy probablemente me termine yendo peor.

—Bien, bien. Lo admito —puse las manos en alto confesando así mi "delito".

Afortunadamente aún había algo que podía hacer para reducir mi "condena".

—Maestro Márquez, ¡negociemos!— continué, luego lo rodeé con mi brazo. —Tengo el nombre de los demás estudiantes que estaban allí conmigo. 

—Ni siquiera te molestes, ya hay alguien ayudándome con eso —se limitó a responder.

Aún con mi estrategia de querer facilitarle el trabajo a mi perezoso maestro me fue imposible convencerlo de nada, alguien ya había tenido la misma idea que yo tuve pero mucho antes. Eso significa que muy probablemente esta persona haya sido quién me delató.

Caminé a su lado mientras íbamos recorriendo el amplio pasillo del segundo piso, el camino hacia la sala de detenciones estaba tornándose repetitivo y por demás aburrido hasta que, a unos pocos metros de nosotros se mostró un estudiante pecoso de cabellera color marrón que doblaba la esquina con mucha serenidad.

—¿Por qué saliste del salón?— preguntó el maestro.

—Es que usted se había ido del salón, y me aburrí— respondió el chico de pelo castaño, mientras rascaba su cabeza.

Tiny Human Brain   #PGP2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora