Capitulo 10

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El perseguido

Horas después. Mismo día.

Llevábamos bastante rato caminando sobre las calles asfaltadas, sin temor alguno de ser arrollados y sí, podría parecer algo imprudente pero la realidad es que a esta hora ya dejan de pasar muchos vehículos por la zona.

En la espesura de la noche nuestra única compañía llegaban a ser: la luna, las estrellas y los postes de luz que en ocasiones titilaban dejando a oscuras el camino durante unos breves instantes.

—¿Todavía sigues teniendo esos sueños extraños?— preguntó Kassia de repente.

—Sí, de hecho tuve uno el otro día— solté con desgano.

—Y como de costumbre no me lo contaste, estúpido— reclamó Kassia con una sonrisa apacible, mientras pateaba con desinterés una lata de refresco.

—Sí lo sé, perdón— respondí, cabizbajo. — A decir verdad— alargué un tanto está última palabra, —me duele un poco la cabeza.

Ella me miró con ojos dulces, entendiendo perfectamente mi condición y sobre mi tormentoso estado cuándo estas mismas aparecían, así que decidió callar para darme un poco de calma.

Con un poco de dificultad puse mi mano temblorosa sobre mi frente que al instante la empapó con un sudor frío, para sopresa de nadie el intenso dolor de cabeza que había ido arrastrando durante casi todo el día seguía presente pero no quise contárselo antes para no arruinar la cita.

Por fortuna ya estábamos muy cerca de su casa.

En muy poco tiempo llegamos al umbral y avanzamos paso a paso a través del camino de concreto que nos llevaba hasta la entrada. Ella agarró su llave sin mucho apuro, la introdujo en la cerradura y empujó con mucho cuidado la puerta para no alertar a nadie sobre su llegada.

La puerta terminó por abrirse dejando entrever a su madre quién la miraba furiosa y con los dientes apretados por su tardía llegada.

Apenas la vió tuvo la intención de gritarle, incluso llegué a ver en la palma de su mano levantada el deseo de querer golpearla, esto cambio en cuanto notó mi presencia.

—¡Hola Dante, chico apuesto!— la señora me despeinó un poco el cabello aunque yo fuera más alto que ella—. ¿Qué te trae por aquí? —preguntó después, con una sonrisa.

Ella llevaba un camisón enorme y su cabello recogido en una coleta alta, todo esto en conjunto de su rostro cansado hacía que sus no más de cuarenta y tantos años de edad se vieran triplicados, al menos en lo que su apariencia respecta.

—Vine a traer a su hija a casa, señora Nelka— le devolví una sonrisa.

—Oh, está bien chico. Ya puedes irte, es muy tarde ya.

—Claro— le respondí, con confianza. —Nos vemos Kassia, descansa.

—Hasta luego Dan —dijo Kassia, quién aunque tímida se despedía de mí con su embriagante sonrisa.

Sin nada más que hacer al respecto dí la vuelta con repudio y emprendí mi camino, mientras la puerta se cerraba detrás de mí escondiendo sus últimos rayos de luz detrás de esta.

El actuar de la señora Nelka fue el detonante para hacerme sospechar sobre ella, en este punto ya tenía un par de conjeturas en mente que me hacían pensar que tenía algo que ver con los diversos moretones y golpes de Kassia; aunque aún me quedaba una interrogante en juego que tiene por nombre: su padre; lastimosamente ahora mismo tenía una gran jaqueca que me impedía pensarlo por mucho más tiempo.

Con un respiro intenté transmitir un poco de calma a mi tembloroso cuerpo, que ya empezaba a mostrar signos de fatiga a causa de los dolores de cabeza y el día tan frenético que había experimentado.

Tiny Human Brain   #PGP2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora