Dix-neuf

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Mourir.

Jamás podrá olvidarlo, ese sentimiento de miedo, de impotencia y tristeza. Miedo de lo que estaba pasando, impotencia de cuándo estaba sucediendo y tristeza por lo que significaba.

Había hecho todo bien, siguiendo al pie de la letra cada recomendación de lo 10 médicos que visitó para cambiar en algo su suerte. ¿Por qué tenía que pasar esto ahora?

El dolor en su vientre abultado no hacía más que incrementar hasta impedirle levantarse del frío y sucio suelo en el que cayó sin saber cómo.

Las lágrimas del dolor y el miedo no paraban de escapar de sus ojos, la garganta no podía hacer otro sonido que no fueran gritos de dolor ahogados que no se escuchaban y su corazón no paraba de doler y pesar en su pecho.

Sabía lo que pasaría.

Que tonto se siente ahora, por haber esperado algo diferente, por haber querido algo diferente.

Era su destino, su maldición, todas las decisiones que tomó lo habían llevado a eso.

De nada servía lamentar ahora. Y no lo hacía.

Forzandose a levantarse del suelo, caminando con dificultad hasta donde su cuerpo lo soportaría o hasta que alguien lo viera y se apiadará de él llamando por ayuda.

Cada paso era un verdadero tormento, el dolor incrementaba así como el miedo, pero ya no era miedo por él mismo, ya no.

La esperanza falsa comenzó a suplantar el miedo, ni siquiera cuando finalmente entro -quien sabe cómo- a la sala de Urgencias, la esperanza no lo abandonó.

Pero era solo un engaño de su mente.

Por muchos años se aferró a sentimientos que terminaron por acabar con su corazón y el resto de su vida. Ahora que sabía que iba a morir, aferrarse a una nueva esperanza falsa no estaba de más.

Tal vez fue por eso que los latidos de su corazón se calmaron, y no por la anestesia que le dieron para realizar la operación.

Tal vez fue por eso que, por primera vez en mucho tiempo y en casi toda su vida, la mala suerte se aplacó y pudo cumplir su principal y más importante deseo que ha tenido por 4 meses.

Jamás olvidará el miedo, la impotencia y la tristeza que sintió ese día, pero pudo hacerlo en esos momentos cuando vio por primera y última vez los inocentes ojos de la criatura que espero con amor, ansias y esperanza.

Jamás podrá olvidar la felicidad que sintió cuando vio por primera y última vez a su bebé.

A su TaeTae...

Casi podía sentir como se le iba el alma del cuerpo, pero no solo se iba, era arrancada con brutalidad y crueldad. La garganta se le cerró y los ojos no dejaban de liberar lágrimas que comenzaron a mojar hasta su ropa.

Quería gritar hasta desgarrar su garganta para aliviar el dolor que quemaba su corazón sin amabilidad, quería destrozar todo a su alrededor para que el miedo desapareciera y quería morir de una buena vez para nunca volver a sentir nada.

Toda su vida solo conocía el dolor, la tristeza y la impotencia de ser quien era.

Un bastardo ilegítimo.

Era muy cobarde para suicidarse, pero los intentos no fueron pocos si era realmente honesto. No eran intentos fallidos porque haya recapacitado y haya visto que su vida tiene, de hecho, sentido. No eran intentos fallidos porque alguien lo detenía y le decía mierda optimista de que la vida era bella. No.

Oh, shit!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora