Planificando.

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-¡¡AHHHHH!!!!

Un grito ensordecedor sacó a Elise de su lectura. Dejo el libro medio abierto sobre el sofá, y corrió, varita en ristre, hasta la entrada.

-¡Finite incantatem! - chillo Danielle aun presa del pánico.

Su maravilloso guardián de la puerta cayó como un fardo y la ilusión desapareció.

-¡¿Pero es que te has vuelto loca?! ¡Quieres matarme de un infarto!

Elise guardó la varita y se llevó una mano a la frente con alivio.

-¿¡Es que no piensas decir nada?! ¡Me has lanzado a la vagabunda de Selene Ombrelune en cima!

-Son solo unos cuantos sacos con una peluca, los hechicé para que asustaran a quien entrase. -Explicó.

Danielle soltó un bufido por la nariz, y miró a la muñeca tirada en el suelo, seguía dando mal rollo. La trágica Selene Ombrelune, hija de uno de los fundadores y asesinada la noche antes de su boda.

-Esto no lo ha encontrado nadie en todos los años que llevamos en la academia. No sale en ningún libro, y cuando entramos, había tanto polvo que casi ni se podían abrir las puertas - Danielle negó con la cabeza ante el recuerdo -Pasé un día en la enfermería por las ronchas que me salieron. Y siempre tomamos precauciones...

-Yo ya no me fio.

-¿Qué paso el otro día? Esta es una guardiana específica ¿Verdad?

Elise caminó en silencio hacía el interior del saloncito.

El cuadró daba paso al último torreón. Tenía una pequeña entrada, donde Danielle se había encontrado con la desdichada Selene. Un saloncito con un sofá, una mesita y un par de sillones, delante de una chimenea; contaba también con una gran ventana, cuya parte inferior era un enorme baúl acolchado. A Elise le fascinaba sentarse a leer allí, con vistas de lo que ella llamaba el Jardín encantado. Un Jardín de difícil acceso, pues las puertas del castillo que daban a él se encontraban bloqueadas, y había que dar toda la vuelta al palacio. El torreón también contaba con una habitación de una cama y un viejo baño que aun servía.

Elise se sentó en el sofá con cara de pocos amigos, y Danielle la siguió, tomando asiento a su lado.

-¿Estas enfadada conmigo por lo que te dije? -preguntó en un murmullo.

-No.

-¿Para quién era el guardián?

Sabía la respuesta. Selene Ombrelune estaba enterrada en el interior del laberinto. Una escultura suya descansaba sobre el sepulcro, y se movía; cambiaba de postura en su sueño eterno. Se decía que si te la encontrabas, la mala suerte te acompañaría durante semanas. Era una de las guardianas del dédalo. Y contaba la leyenda que en el aniversario de su muerte se despertaba y vagaba por el laberinto buscando a un amor, que si tocaba, convertía en piedra como ella. Danielle no conocía ningún caso, pero si era verdad que se había encontrado con estatuas de chicos jóvenes con cara de terror dentro del laberinto.

-Para Padgett.

La castaña asintió, Padgett se había encontrado con la tumba de Selene en cuarto curso, había entrado en un estado de pánico hasta que pasaron un par de semanas. Según contaba él, un antepasado suyo fue convertido en piedra por Selene dentro del laberinto.

Danielle alargó la mano y cogió uno de los libros que descansaban encima de la mesita. Como cuidarse de las criaturas mágicas. Cogió otro. Prevenciones ante las criaturas del bosque del Norte. Y otro. La caza de Veelas: Manual básico.

El juego de BeauxbatonsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora