Un nuevo Juego.

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Hacía unos de esos días que había que aprovechar, el sol brillaba y el cielo estaba tan azul que dolía la vista, no se veía asomo de nube alguna. Los terrenos del palacio estaban llenos de alumnos, que, como a los caracoles, el buen tiempo  obligaba a salir al aire libre. Pronto llegarían las tardes lluviosas de otoño y echarían de menos los descansos al sol.

Danielle caminaba parloteando animadamente, con su prima Elise siguiéndole el paso y escuchando atenta. Una de las particularidades de hablar durante mucho rato con Danielle era que si se aburría del tema del que, según su consideración, llevaban mucho tiempo conversando, saltaba a otro sin mediar ningún tipo de aviso más allá de comienzos de frases como << Ah, y sabes que>>, y era tu obligación seguirle el ritmo; después de toda una vida Elise era una experta.

Cuando aquella mañana, Danielle se había quejado de tener que ir al campo de Quiddich de nuevo esa tarde, porque su profesora la había parado para decirle que estaba deseando poner en práctica la técnica del movimiento con sus bocetos en la clase del día siguiente. Lo primero que Elise había pensado era que se suponía que el día anterior había ido a eso mismo con el equipo de Ombrelune, lo segundo que pensó es que le iba a tocar acompañarla a ella. De ir a ver al equipo de Ombrelune se había librado por los pelos, después de haberla escuchado suplicar durante toda la hora de la comida, raro era que no se lo hubiese echado en cara.

Y por eso mismo, no podía negarse dos días seguidos, sabía que Danielle en caso contrario habría ido con ella. Lo que no se esperaba al acercarse al campo de Quiddich fue ver a jugadores vestidos de verde en vez de morado. Elise había dado por hecho que iban a ver al equipo de Papillinoise.

—Danielle — cortó Elise el monólogo de su prima —, ese no es el equipo de Papillinoise.

Danielle la miró con el ceño fruncido como si acabase de decir una estupidez.

—Lo sé. Como te iba diciendo, entonces Marie le dijo a Edgar: me parece qu...

—¿Sabes que es de mal gusto presentarse en los entrenamientos de Quiddich de otra casa sin ser invitado? — La volvió a interrumpir Elise —, ¿tan desesperada estas por conseguir esos bocetos? Un momento — La rubia abrió mucho los ojos al caer en la cuenta de algo —, ¿venimos por Javier Alvery?

—No exactamente, venimos a hablar con Anne Roux. He preguntado por los horarios y el entrenamiento tiene que estar a punto de acabar — respondió Danielle haciéndose la distraída.

—¿Con la capitana del equipo? ¿Desde cuándo te llevas tú con Anne Roux?

Elise intentó hacer memoria, recordar haber visto a las dos chicas, además de que Elise estaba segura de que no tenían optativas de arte juntas; pero quien sabía, Danielle era tan sociable que a veces costaba entender los entresijos de su vida social, aunque por otro lado, Anne era como Elise, la gente no se acercaba a hablarles sin una buena razón, por razones diferentes eso sí. Elise tenía la fama de ser inaccesible, fría y cerrada, y Anne de tener un carácter muy fuerte y ser una borde. Elise estaba segura de que como con ella misma, la gente tendía a ser exagerada. Eso no quería decir que no le extrañara que Danielle se fuese a presentar en uno de sus entrenamientos de Quiddich.

Danielle le quitó importancia con la mano, pero no dijo nada, lo que hizo que Elise entrecerrase los ojos, por el momento decidió no hacer más preguntas, en breves tendría respuestas. Y sabe todo el mundo que una imagen vale más que mil palabras.

Elise empezó a cavilar como podía beneficiarle a ella el giro de acontecimientos, mientras subían un par de escalera para acomodarse en las gradas entretanto terminaba el entrenamiento, sus ojos no pudieron evitar seguir el recorrido que hacía un chico castaño con la Quaffle hacia la portería.

El juego de BeauxbatonsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora