Capítulo 23 - Estadísticas

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Casa de Eva – Año 225 – Tercer mes del calendario anual, día 16 – Tiempo de reencarnación (6 días)

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Casa de Eva – Año 225 – Tercer mes del calendario anual, día 16 – Tiempo de reencarnación (6 días)

—Tmr, me duele todo lo que se llama cuerpo.

Estiré mis brazos, sentí un crujido y me retorcí en la cama, cual gusano. ¡Cómo duele, su puta madre! Me dolían los brazos, las piernas y el tórax; cada fibra muscular. Miré el techo, la cama, ¿en qué momento regresé a la casa?

La voz de Choco interrumpió mis ideas.

—Me preguntaba en qué momento ibas a despertar, si te demorabas más, te echaba agua.

Me senté sobre la cama.

—Mejor un besito.

La amazona se sonrojó al instante, aun así, mantuvo la calma. Me señaló con el dedo.

—Nunca.

Tmr, eso me dolió un poco, ja, ja.

—Ni modo, pe. —Desvié el tema—. ­¿Cuánto dormí? ¿Me trajeron ustedes?

—¿Te olvidaste?

—Recuerdo que estaba matando un conejo y me desmayé.

—Pues eso, te cansaste. Eva te cargó en sus hombros, regresamos a casa, te limpiaron el cuerpo con un trapo húmedo y nos echamos a dormir. Eva se fue a trabajar en la mañana, nosotras nos quedamos aquí. Dijo que volvía para almorzar, llegará pronto.

Me rasqué la cabeza.

—Eso explica todo. —Bostecé—. ¿Y Snow?

—Bañándose.

—Hala.

La charla se detuvo. Acto seguido, roté mis hombros y traté de quitar la rigidez que invadía mis junturas. Un dolor quemante me picaba las manos. La blanquita apareció de repente, se precipitó hacía mí.

—¡R-rovin, despertaste! ¿Cómo estás?

—Maso, me duele todo el cuerpo.

Una risa inocente se escapó de sus labios.

—Es comprensible, te esforzaste al máximo. El cuerpo de Marvin no estaba acostumbrado a moverse tanto. 200 conejos son muchos conejos...

—Tmr, a veces me olvido que tengo el cuerpo de un mocoso, ja, ja.

Choco intervino.

—Los niños se curan rápido, deja de quejarte y sal de la cama.

—La próxima vez te dejaré en casa. ¡Snow es suficiente para matar conejos!

—¡Te voy a matar!

—Dale, pe.

Escapé de Choco y me levanté del camastro. Me dolían las piernas, empero, me sentía más ligero. Silbé como acto reflejo. Las hermanas conversaban entre ellas.

Morí como un ladrón y reencarné como un... ¿ladrón?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora