Capítulo 25 - En el mercado (2)

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‹‹Y, ¿qué te pareció?››

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‹‹Y, ¿qué te pareció?››

—Malo, me estaba cobrando de más. —Estiré mis brazos—. No hay apuro. Preguntemos en otros lugares. El testo de grillos debería estar entre 5 y 10 maris.

Me detuve en la alfombra de una señora con cuernos de chivo. Le hice la misma pregunta.

—Doce maris los pequeños —me dijo.

—Ta caro —contesté.

—Es el precio actual. Te lo dejo a 10 maris.

Un poco menos, eh.

—Ta bien. ¡Lo tendré en cuenta, seño!

Me aparté por segunda vez. Como supuse, los precios fluctuaban entre vendedores. Zarandeé mi cabeza y empecé a preguntar: los usos, los costos, la oferta y la demanda. Visitaba un puesto, investigaba sus tarifas y saltaba al siguiente. No me avergonzaba 'preguntar'. Si antes no me avergonzaba robar, ¿cómo carajos me iba avergonzar preguntar?

Snow parecía encantada al respecto.

—Vamos al siguiente, Snow.

‹‹¡Sí!››.

Nos la pasamos investigando precios por más de veinte minutos. En los cuales —me apena decirlo—, me sentí tentado a robar algunas cosas. LOL. Una fruta, un insecto, una baratija, etc. Me picaban las manos y una vocecita en mi cabeza me decía: "Es una frutita, ¡no pasa nada, mano!". No obstante, me resistí con todas mis fuerzas.

¡Nada de robar, cabrón!

Asimismo, mi cabeza estaba más animada que de costumbre. Me venían todo tipo de locas ideas a la mente. ¿Cómo substraer esto?, ¿cómo robar aquello?, ¿cómo escapar impune? Mis pensamientos retozaban como chicharras en celo.

¡Mi mente, weee!

Estuve a punto de jalar mis cabellos, hasta que...

‹‹Rovin, ¡muévete!››.

De pronto, las palabras de Snow me despertaron. Mis sentidos se activaron. Me aparté, agucé la vista y noté la presencia de dos tipos. El primero escapaba del segundo. Los dos esquivaban a las personas como artistas de circo.

—¡¿Qué fue?!

‹‹¡E-es una persecución! ¡Mira!››

Chucha.

Ipso facto, bajé la vista. Todos miraban la 'caza' —la persecución entre dos pendejos—, todos, excepto yo. Mis ojos se encontraban pegados al piso, verán, a veces...

¡Bingo!

Le acerté, ¡un monedero de tela sobresalía del piso! Me apresuré, agarré el tesoro y tanteé el contenido. Monedas de oro tintineaban en mi palma.

¡Qué lechero!

Mis instintos de choro se activaron al instante.

—Bolsa de monedas de oro. ¡Guardar!

Morí como un ladrón y reencarné como un... ¿ladrón?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora