Roke parpadeó repetidas veces, esa respuesta lo tomó desprevenido. Inquirió.
—¿Entiendes mis palabras?
—Sí.
—No puede ser —enfatizó—. Los monstruos no hablan.
—¡No soy un monstruo!
—¿Y ese aspecto?
Los labios de la chica empezaron a moverse.
—E-estas son mis heridas —murmuró, en voz baja—. Me lastimaron hace tiempo. No puedo hacer nada con ellas.
—Pareces un monstruo.
—N-no he visto mi cara hace tiempo. No sé.
—Tengo este espejo. ¿Quieres ver?
Tiffa se sintió ofendida. Roke carecía de tacto.
—No te acerques tanto —dijo el peque—. Toma.
—G-gracias.
—Te lo regalo. Tengo muchos en casa.
—No quiero deberte nada. ¡Te lo devolveré!
—No lo quiero. Te ves cochina y hueles mal. No quiero ensuciarme.
—¡N-no apesto!
—Mi mamá dice que las personas deben bañarse todos los días.
¡Tu mamá es una tonta!
Conversar con Roke era cansado. El mocoso tenía actitudes toscas, egoístas y pedantes; solo pensaba en sí mismo. Incluso así, no era perverso. La voz del chiquillo la despertó de sus ideas.
—¿Eres una esclava?
—S-sí.
—Interesante.
—¿Cómo te llamas? —dijo Tiffa.
El crío volvió a pararse, cruzó las manos y alzó la quijada. Orgullo manaba de sus poros.
—Soy Roke, Roke Zaforteza. El tercer hijo de Frank y Lilia Zaforteza. Soy un noble.
La ropa del mocoso denotaba 'clase': traje azabache con botones de oro, corbatín dorado y lustrosos zapatos marrones. El conjunto incluía saco —y un reloj de bolsillo—. Roke tenía ojos azules, tez blanca y largos cabellos de oro albino. Tenía la belleza de un elfo, nadie lo podía negar. Su mirada transmitía la rebeldía de los mares.
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Morí como un ladrón y reencarné como un... ¿ladrón?
FantasíaÉl salió de la cárcel luego de cumplir dos años de condena. Él aprendió que robar chelas era una estupidez. Él se reformó en ese lugar. Saliendo como un hombre nuevo. ¡Él prometió trabajar honradamente! Hasta que... "¡Únete a nuestra empresa, negro...