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—No creo que haya nada que me preocupe — acertó a decir ella, sin querer admitir que su tristeza se debía a que Henry pronto se iría, y era consciente de que no podía hacer nada para evitarlo—. Supongo que estás últimas semanas tenía muchas cosas en la cabeza. Con las reuniones con los padres, el recital de ballet de las niñas, las fiestas, y ahora casi la Navidad.

—Es verdad —dijo él—. Pero espero haberte ayudado.

—Oh, Henry, claro que me has ayudado. Me has ayudado muchísimo. No sé qué habría hecho sin ti, y desde luego las niñas no tendrían una sala de juegos si no fuera por ti. Te lo agradezco muchísimo, y si he olvidado decírtelo, lo siento.

—No, no, no lo has olvidado —dijo él.

Lo último que quería de Emma era su agradecimiento.

—Henry, estaba esperando a que terminarás y subieras para recordarte que mañana no tienes que ir a recoger a las niñas al colegio.

— ¿No? —preguntó él, arqueando una ceja.

—No, Henry. Acuérdate que el lunes te dije que las niñas no tienen clase mañana, porque es el día de las reuniones de los profesores, ¿te acuerdas?

—Más o menos —dijo él.

—Mi madre va a llevarlas a ver El Cascanueces. Van todos los años. Se levantan pronto, van en tren al centro, comen en un hotel, y van a la primera sesión de la tarde. A las niñas les encanta. Y después mi madre les lleva a ver escaparates y las decoraciones navideñas por la avenida Michigan. Cuando vuelven por la noche, casi son incapaces de tenerse en pie.

—Y eso es bueno, supongo.

Emma rió una vez más.

—Ya lo creo. A ellas les encanta, y a mi madre también. Es una costumbre muy especial.

—Es una lástima que tú no puedas ir —dijo él, apretándola aún más contra su cuerpo.

Emma sonrió con tristeza.

—Alguien tiene que hacer de responsable, supongo que me toca a mí.

— Sabes, Emma, a veces te vendría bien contar con la ayuda de alguien.

Emma clavó los ojos en el pecho masculino, después negó con la cabeza.

—Ya lo hice una vez, Henry —dijo—. ¿Lo recuerdas? Conté con Ethan y mira lo que pasó —alzó los ojos y le sonrió—. Además, Henry, he aprendido que cuando una mujer depende de un hombre, si él decide hacer las maletas y largarse, la mujer se queda no sólo sola sino también un poco perdida. Si dependes de alguien, y de repente desaparece, puede afectar a mucha gente.

Y ella lo sabía. Eso fue exactamente lo que ocurrió cuando Henry fue a verla después de la muerte de su hermano, y era exactamente lo que iba a ocurrir ahora.

Emma se había dejado llevar, y se había permitido depender de Henry, y ahora, cuando él se fuera, el dolor y la soledad serían insoportables.

—Sí, pero Emma, no todos los hombres son como Ethan.

Henry titubeó un momento. Su lealtad hacia su hermano seguía siendo fuerte, pero la conducta de Ethan había sido imperdonable.

— Emma, siento mucho que Ethan te defraudara tanto.

Sorprendida, Emma alzó los ojos hacia él. No solían hablar mucho de Ethan ni de su matrimonio. Henry conocía y había visto lo suficiente para saber que no fue un buen matrimonio, pero Emma dudaba de que se diera cuenta de lo terrible que había sido en realidad.

Suyas por DerechoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora