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Cuando llegaron a la fiesta de Halloween en el colegio, el gimnasio estaba a rebosar con niños disfrazados con alegres disfraces. El gimnasio estaba decorado con globos, luces, y banderas naranjas y negras, los colores de Halloween. Dividido en distintas secciones, había puestos de comida, puestos de juegos, puestos para pintarse la cara, e incluso un puesto para «hundir al director». Otra parte del gimnasio estaba acordonada y funcionaba como una casa encantada para los niños. El dinero recaudado en todas las actividades se destinaría a comprar libros nuevos para la biblioteca del colegio.

—Esto es increíble —dijo Henry, sonriendo mientras recorría el gimnasio con los ojos.

Emma sonrió.

—Henry, no es más que una fiesta de Halloween. Celebramos una como ésta cada año —le aseguró—. Es la primera vez que vas a una fiesta de Halloween, ¿verdad? —le preguntó.

—Sí —respondió él con una sonrisa, sin dejar de mirar alrededor —. Vivir en casas de acogida no te da muchas oportunidades de ir a fiestas... —Henry se interrumpió y se encogió de hombros, no queriendo seguir hablando del tema.

—No te preocupes, Henry. El distrito doscientos tres es famoso por sus celebraciones y fiestas, así que si ésta es tu primera fiesta de Halloween, has elegido el lugar perfecto —le aseguró Emma.

Las niñas, nerviosas y emocionadas, estaban decidiendo donde ir primero, pero no se ponían de acuerdo.

—Está bien, está bien, ¿por qué no nos separamos? — Sugirió Emma, tratando de poner paz—. Henry, ¿por qué no llevas a Carrie al puesto de las manzanas, y yo llevo a Marie a pintarse la cara?

—Está bien —dijo Henry.

-¿Y Henry?

-¿Sí?

—No sueltes a Carrie de la mano —dijo Emma—. Hay mucha gente y no quiero que se pierdan.

—No te preocupes—le aseguró Henry, y decidió que la mejor manera de no perderla era llevarla en brazos—. Así seguro que no se me pierde —dijo, levantando a la pequeña por los aires.

Emma se echó a reír.

—No sé quién se cansará primero, si tú o ella — dijo, tomando a Marie de la mano—. Muy bien, nos vemos aquí otra vez dentro de una hora. ¿Será suficiente?

Miró a Henry, pero éste se encogió de hombros.

—Supongo, pero recuerda que yo soy nuevo en esto, así que no tengo ni idea. Lo que tú digas está bien.

—Bien.

Impulsivamente, Emma se inclinó hacia delante y le dio un beso en la mejilla.

—Qué te diviertas. Nos vemos dentro de una hora.

—Eh, tío Henry, escóndeme. Deprisa.

Con los ojos abiertos como platos, Carrie se escondió detrás de los vaqueros de Henry, mientras los dos se dirigían hacia el puesto donde los niños podían pagar un dólar y arrojar una pelota para intentar tirar al director del colegio de su columpio y dentro de una piscina hinchable llena de agua. Era uno de los puestos más solicitados de la fiesta.

Aquella noche era la primera vez que Henry recordaba haber hecho algo como una familia. Después de la primera hora, Carrie y él se reunieron con Emma y Marie. Juntos comieron palomitas y bombones mientras uno de los artistas del colegio pintaba la cara a las niñas, y a él le dibujaban un aterrador esqueleto en la mejilla. Juntos recorrieron los distintos puestos, disfrutando de todas las actividades, y mezclándose con el resto de los asistentes. Por fin, cuando ya estaban pensando en volver a casa, se separaron de nuevo, ya que las niñas querían acercarse a puestos diferentes. Emma había llevado a Marie a pescar manzanas con la boca, y Henry había accedido a llevar a Carrie a intentar hundir de nuevo al director, ahora que parecía que había menos cola.

— ¿Esconderte? Carrie, cielo, ¿qué te pasa?

En silencio, Carrie señaló con el dedo a algún lugar del gimnasio.

—Es él —susurró, muerta de miedo—. El señor Malbicho. Viene hacia aquí. Tienes que esconderme.

Henry se volvió y vio a James sonriendo y abriéndose camino hacia ellos. Henry suspiró.

—Cariño, no tienes que esconderte —le aseguró, acariciándole suavemente la mejilla—. No te va a hacer ningún daño, cielo. ¿De verdad crees que el tío Henry permitiría que te ocurriera algo?

Carrie negó con la cabeza.

—Pero ¿y si vuelve a gritarme? —preguntó Carrie, mirándolo con sus enormes e inocentes ojos.

—Cielo, te prometo que no volverá a gritarte nunca más. ¿Lo entiendes?

La niña se limitó a mirarlo sin decir nada. Henry le dio un beso en la mejilla.

—Te lo prometo. ¿Te he mentido alguna vez?

Carrie se mordió el labio, lo cual era indicación segura de su nerviosismo.

—Tío Henry, ¿puedo ir con mamá y Marie? ¿Por favor? —insistió al ver al subdirector casi a su lado.

—Claro que si —le aseguró Henry, señalando al puesto donde estaban Emma y Marie — . Tu madre está ahí.

Henry atrajo la atención de Emma con la mano, y después señaló a Carrie.

— ¿Ves a tu madre, cielo? —preguntó Henry.

Carrie asintió, y saludó a su madre y a su hermana.

—Ve con ellas. Luego iré a buscarlas, ¿ok?

—Ok

Henry le siguió con la mirada hasta que Carrie llegó al lado de Emma.

— ¿Henry? —dijo la voz de James a su espalda.

Suyas por DerechoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora