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Henry sonrió, con una sonrisa lenta y perezosa que disparó los latidos de su corazón. No podía esperar. Se inclinó hacia delante, le enmarcó la cara con las manos, y empezó a depositar un reguero de suaves besos por la cara femenina, besos reconfortantes y excitantes a la vez.

Con un jadeo, los brazos de Henry la rodearon impulsivamente, atrayéndola hacia él, tendiéndola sobre él. Henry pegó la boca a la de ella, murmurando su nombre una y otra vez.

—Emma. Emma. Emma.

Cuando él se deslizó al suelo, ella fue con él. Cuando hundió los dedos bajo el cuello del albornoz y lo hizo deslizar por sus hombros para besar la piel desnuda, ella se estremeció, cerró los ojos, y se dejó llevar por las sensaciones que se agolpaban en ella como un volcán.

Arqueando la espalda, se apretó contra él. Deseaba sentir todo su cuerpo, su piel, sus caricias.

Con dedos nerviosos y precipitados, sacó la camisa de los vaqueros y deslizó la tela por los hombros viriles, desnudando el torso y la espalda, descubriendo viejas cicatrices, y maravillándose por lo cálido y fuerte que era.

Medio loco y sin aliento, Henry le bajó el albornoz dejando al descubierto su hermosa piel desnuda. Empezó a besarla desde la garganta, descendiendo lenta-mente por el cuerpo, y arrancándole gemidos de deseo.

—Henry.

Con impaciencia, Emma tiró de sus pantalones, deseando, necesitando sentirlo, piel desnuda contra piel desnuda, mientras él abría completamente el albornoz, y alzaba la cabeza para mirarla.

—Emma. Eres la cosa más hermosa que se ha creado.

Sus palabras, suaves como un susurro, reverentes como una oración, llenaron los ojos de Emma de lágrimas.

—Henry. Oh, Henry.

Colgándose de él, bebió de su boca, jugando con su lengua, provocando, acariciando.

Con un gemido, Henry le besó la garganta y fue descendiendo.

Al sentir su boca sobre el pezón, Emma gimió suavemente, y se arqueó hacia delante, queriendo, necesitando más, mientras el fuego del deseo ardía en su interior, cada vez más al rojo vivo.

Recorrió la espalda masculina con las manos, arriba y abajo, pero quería más. Necesitaba más. Años de deseos contenidos y anhelos reprimidos se estaban desbordando por cada poro de su piel. Desabrochó los pantalones vaqueros, no queriendo más barreras entre ellos. Ya no más.

Henry gimió, y se alzó ligeramente mientras ella terminaba de desnudarlo y lo buscaba. El luchó por mantener el control, pero supo que sería inútil. Había esperado y la había deseado durante muchos años, y ahora no se quería controlar más.

Abrazados, rodaron con el edredón por el suelo, ajenos a la dureza del suelo, y a la frialdad del aire. El calor entre ellos era más que suficiente para caldear sus cuerpos, y sus corazones.

Henry le tomó la cara entre las manos, apartándole el pelo para poder verla. Necesitaba verla ahora, en el momento en que la hiciera suya.

Sólo suya.

Había esperado tanto tiempo que ya no podía esperar más.

—Emma.

Sólo dijo su nombre, pero sintió sus brazos rodeándolo con fuerza, atrayéndolo hacia ella, llevándolo dentro de su cuerpo, sintiendo que Emma se entregaba por completo a él, toda ella, y todo lo que era.

Gimiendo suavemente al sentirlo entrar en su cuerpo, Emma se contoneó bajo él para que sus cuerpos se acoplarán a la perfección.

Henry cerró los ojos ante el intenso placer que sentía.

Suyas por DerechoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora