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A HENRY le comía por dentro. Todo lo que Beardsley le había dicho seguía resonando en su mente una y otra vez como un eco interminable, y por mucho que intentara ignorarlo y justificarlo como ilusiones infundadas de un hombre desesperado, a veces no estaba tan seguro de cuál de los dos estaba más desesperado. Necesitaba tiempo no sólo para pensar, sino también para hablar con Emma a solas. Por eso decidió esperar, e intentar entender la situación.

El fin de semana después de la fiesta llegaron los primeros copos de nieve, aunque no llegaron a cuajar en el suelo. Sin embargo, en la segunda semana de diciembre, las temperaturas ya habían descendido por debajo de cero, y las previsiones anunciaban bastante nieve para los días siguientes.

Entretanto, Henry continuaba trabajando en la sala de juegos para las niñas. Necesitaba hacer algo para tener las manos y la mente ocupadas, algo que no le permitiera pensar en las palabras de Beardsley, aunque por mucho que lo intentara, no podía quitárselas de la cabeza.

En parte el problema se debía a que su relación con Emma, y ahora ya no sabía si se podía llamar así, era algo de lo que nunca habían hablado abierta y sinceramente, debido a las circunstancias.

Cuando Ethan y él conocieron a Emma en la universidad, Henry se dio cuenta inmediatamente de que a su hermano también le gustaba Emma. Sabiendo el tipo de mujer qué ella era, y lo que quería de la vida, se dijo que Ethan y Emma tenían muchas más cosas en común que Emma y él, principalmente porque entonces él estaba muy involucrado en su carrera, y no podía abandonarla para casarse.

Por eso, enseguida se dio cuenta de que él no encajaba en la foto, al menos no en la foto de Emma.

Y por eso enterró sus sentimientos en lo más profundo de su corazón y se hizo a un lado, dejando el camino despejado para su hermano, mientras él continuaba con su carrera profesional.

Pero nunca había hablado con nadie de sus verdaderos sentimientos hacia Emma, y quizá ese había sido el primer error.

Poco después de la boda de su hermano, supo que Ethan y Emma tenían problemas para tener hijos, pero no sospechó hasta qué punto afectaba emocionalmente a su hermano hasta que le pidieron ayuda con la inseminación artificial. Entonces, Henry hubiera hecho cualquier cosa por salvar a su hermano y a su matrimonio con Emma. Su responsabilidad era cuidar de Ethan, tal y como se lo había prometido a sus padres antes de morir, y eso fue exactamente lo que hizo.

Aunque a costa de qué, se preguntaba ahora.

No se arrepentiría de nada, pero ¿qué había de malo en querer algo para sí mismo?

¿Un hogar, una familia, sus hijas y la mujer que siempre había amado?

Tras la muerte de su hermano, pensó que podía tener una oportunidad con Emma, pero al ver lo devastada y afectada que estaba, prácticamente al borde del colapso, no tuvo valor para planteárselo, por temor a que eso lo apartará definitivamente de ella. Tenían un acuerdo: no hablar nunca de la paternidad de las gemelas, y temía que abordar el tema podría significar el hundimiento definitivo de Emma.

Por eso no le habló de sus sentimientos hacia ella, ni hacia las niñas, ni lo que pensaba del hecho de que tuviera que ocuparse de ellas sola, y decidió darle algún tiempo.

Si había esperado más de diez años, ¿por qué no podía esperar unos pocos meses más?

Pero entonces Beardsley había entrado en escena, y Henry decidió que ya era hora de sentarse a hablar con Emma, con total sinceridad, y eso incluía averiguar exactamente cuáles eran sus sentimientos hacia los dos.

Sin embargo, Henry no quería precipitarse. Primero quería estar seguro de elegir el momento y el lugar donde poder hablar tranquilamente y en privado durante al menos unas horas, cosa no muy sencilla en una casa que compartían con las dos niñas y la abuela.

Suyas por DerechoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora