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Plata y dotes

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Si... Bueno...

Las cosas para la pobre Mccall había ido de mal en peor.

Después de que los adultos se había acercado para examinarla, aparecieron los Onis, sí, los Onis.

Los mismos fueron los responsables de casi todas las desapariciones de la casa, incluida a la Eli.

Lissa lloraba sentada en el suelo cuando Malia dejo que la luz entre en la parte de abajo de la casa, la coyote miro con lástima a la adolescentes y se acercó a ella apoyando una mano en el hombro de ella y la acaricio, no dijo nada, pero Lissa se sentía un poco más comprendida.

—Vamos —soltó de repente haciendo que Lissa la mire—. Tenemos que avisarle a los demás e ir con Lydia y Jackson.

Lissa negó con la cabeza aun soltando lágrimas, ni siquiera se quería mover.

—Yo... yo me quedo —soltó con un hilo de voz y Malia la ayudo a pararse—. Me quiero bañar y curar esta mierda antes de que se infecte.

Malia la miro por unos segundos eterno antes de asentir, las dos subieron las escalera y la coyote se despidió de la menor antes de salir por la puerta principal.

Lissa se quedó con el silencio sofocante de la casa, se terminó sentando en el suelo y lloro, no había sido capaz de ayudar a Eli, y menos impedir que él la salve a ella, Eli se había sacrificado por ella.

La morena no supo cuanto tiempo estuvo allí, pero junto la poca fuerza que tenía para pararse del suelo y dirigirse al baño, entro en la ducha y abrió el agua caliente, mientras que se sacaba el pedazo de trapo de su brazo y lo tiraba fuera de la ducha.

Jadeo con dolor al sentir el agua caliente corriendo por encima de la herida, pudo ver como la sangre bajaba por su cuerpo y se perdía en el agua.

Lavo su cabello como pudo y salió de la ducha, mientras que se envolvió su cuerpo con una toalla, busco el botiquín de la casa y lo saco del lugar para abrirlo y revisar cada cosa que había.

Al no saber qué hacer término llamando a su abuela, aunque el mismo se preocupó mucho por la menor, hasta intento volver a su casa para curarla ella misma, la Mccall se negó diciendo que ella podía.

Para nadie paso desapercibida lo apagada y rota que se escuchaba la voz de la menor.

Melissa le dijo el paso a paso y Lissa lo siguió a pie de la letra, haciendo que los minutos ya estuviera su brazo bien.

—Ya está abu, muchas gracias. —murmuro Lissa mirando su brazo curado.

—¿Sí, linda? —pregunto la mayor y Lissa hizo un sonido de afirmación—. Está bien, cariño —antes de cortar su llamada, Melissa volvió a hablar—. A cualquier lado que salgas desde ahora, lleva las cosas de plata que están en el garaje.

The full moon - Eli HaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora