Capítulo 67

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Aki se recuperó en tres días de su resfriado. Escucho la misma historia del Señor del Invierno y de su hermana, se compadeció de ellos y acepto serles de ayuda también. En asuntos de administración de un pueblo, no había nadie mejor que su primo y eso Katsuki sabía reconocerlo. Mientras el azabache se encargaba de enseñarle al albino acerca de administración de negocios, políticas —las que tendría que implementar con su pueblo y las que debería seguir en Yuei si quería hacer negocios— y leyes, el cenizo se encargaba que supiera todo lo posible sobre historia, criaturas mágicas —aunque no había visto ninguna por la zona, era mejor que estuviera informado al respecto— magia que era lo que podía hacer Su Majestad, creaciones de huertos que podrían funcionar en su clima y sugerencias acerca de qué tenían de valor para comerciar.

Y, más que nada, Yuki le hacía muchas preguntas y propuestas acerca de planes que tenía para su pueblo a Katsuki, alegando que se sentía más cómodo con él para esas conversaciones. Aki, a parecer del Señor del Invierno, le era un poco intimidante.

El cenizo sabía que era una descarada mentira pero, bien, prefería hacerse el desentendido y revisaba día a día los planes del albino. Algunos eran un completo desastre, un par imposibles de cumplir y a otros tantos les faltaban detalles que él se encargaba de rellenar hasta que pudieran considerarse decentes. No sabía porqué gastaba su energía de esa manera, pero sentía que tenía la respuesta cada vez más cerca cuando veía la sonrisa de Yuki y tenía que ocultarse a sí mismo que no le aceleraba el corazón.

De esa forma, pasaron dos meses enteros en el Valle del Hielo. Tiempo suficiente para que el emisario que había sido enviado en un inicio a Yuei volvería con cartas para ellos. Mayormente, de Mei y de Teka.

El cenizo se había acomodado en la cocina para leerlas, porque era el único lugar aparte de sus habitaciones que Nanami se esforzaba por mantener limpio. La sirvienta era muy amable pero se notaba que no podía sola con toda la carga del castillo, además, de que se percibía lo asustada que estaba de las Mantis. Fue entonces que considero que Yuki no contrataba más sirvientes por eso mismo, en vez de lo que le dijo acerca de que era capaz de cocinarse a sí mismo y hacer el resto de las tareas. No lo había visto hacer nada en eso, en cambio era Yu —se empezó a dirigir así a la hermana o tendría un verdadero dolor de cabeza— la que las hacia, mientras cantaba y bailaba descalza por la cerámica fría del castillo.

Cuando se acomodo para leer la carta de Teka, Yu había entrado con el vestido de color blanco de ese día —tenía únicamente dos, uno blanco y uno azul, los usaba hasta que uno se ensuciaba y debía limpiarlo— a hacer la cena. Le miro en la punta de la mesa, le sonrió y se puso a lo suyo. Era bastante callada, aunque decía unas cuantas cosas curiosas de vez en cuando, se iba lejos cuando Yuki tenía un ataque —para las cuales todavía no había encontrado una poción mágica que los mejore— y le mostró varios libros curiosos de Su Majestad, de un lugar que llamó la Biblioteca del Último Mundo.

Era agradable estar con ella, pese a que tenía la sensación de que debía mantenerse siempre alerta.

Katsuki dejo de prestarle atención y se puso a leer las dos cartas que le envío Teka. La primera hablaba sobre que había reportes de la guardia imperial acerca de que algo extraño ocurría en el bosque de Yuei, que las criaturas mágicas empezaban a habitarlo, como las hadas y otros espíritus mágicos inofensivos, pero cuando la gente iba ahí se volvía loca y se atacaban entre sí. Le pedía, si era posible, que se diera una vuelta por ahí cuando regresará . Los pocos magos al mando que tenía no se atrevían a ir. Después, la tasa de mortalidad infantil disminuyo, la tasa de natalidad aumento y tuvieron una muy buena cosecha ese año, lo que hacia que los Bakugou no tuvieran que compartir sus cultivos por primera vez en cinco años. Y por último, el joven de la espada One For All se había ido del castillo, diciendo que debía emprender una especie de misión hacia el este, mencionó algo acerca de las sirenas y los llamados Wings, criaturas de forma humana con enormes alas. El joven pidió que le diera las gracias a su salvador y que su nombre era Yoichi, le había llegado una noche en un recuerdo, era parte del Diamante. Teka le ponía que nunca había escuchado de un reino así, pero que según el joven existía en el desierto, que si alguna vez dudaban de lo que les dijo, podían ir al desierto a comprobarlo. La otra información no era tan relevante, estaba construyendo un jardín con ayuda de Fuji y que por eso el dragón exigía que tuviera su nombre. Nada más. Paso a la siguiente carta, esa sin dudas era más relevante.

Todo tiene un precio [TodoBaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora