Capitulo 01

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La joven pantera negra caminaba con la cola al viento moviéndola de un modo despreocupado, del modo que solo un felino puede hacerlo. El día había sido infernalmente caliente, así que la noche presentaba una brisa fresca que hacía más llevadero el verano. La manada entera había salido de paseo. El bosque era propiedad de la manada de lobos, los felinos eran animales de ciudad, pero en ocasiones necesitaban estirar las patas. La abuela, una gata vieja y testaruda había metido cabeza de que sería fantástico ir al campo. Por un módico precio se les había permitido vagabundear todo el fin de semana por los paisajes agrestes. Auron se había separado del resto, recién había cumplido sus veinticinco años, ya era un cachorro grande, no necesitaba la constante vigilancia de sus hermanos mayores; en ocasiones eran una gran y contundente patada en el culo, aprovechando su recién adquirida independencia caminó junto al cauce del río.

La luna llena brillaba en lo alto del cielo reinando sobre los bosques. Por ser un gatito joven todavía no superaba ese asunto de perseguir cualquier cosa que se moviera y la curiosidad era precisamente la que había matado al gato. De un salto subió a una roca de al menos metro y medio de alto, la cual estaba enterrada junto al río; la vista era hermosa, moviendo la cola se hecho sobre sus patas. Era un gatito feliz, la abuela le había dado un enorme tazón de leche y su padre había asado un buen filete de carne cocinaba en un término medio jugoso. Recostando la cabeza en sus patas delanteras balanceo su cola de un lado a otro. Sus hermanos siempre bromeaban diciendo que tenía una cola hiperactiva, solían decir que la movía a un estando dormido.

Un conejo gris salto entre la hierba llamando la atención del felino; Parándose en sus patas delanteras observó al pequeño animalillo tentarlo, lamiéndose el hocico con la pequeña lengua rosa sintió como todos sus instintos básicos despertaban, iba a cazar, bajando las orejas y tensando la cola salto sobre la tierra húmeda, las almohadillas de las patas amortizaron el sonido de sus pasos entre la hierba, los ojos verdes brillaban permitiendo ver en los más oscuro bajo los árboles. El inocente roedor comía tranquilamente algunos brotes de hierba, sin sospechar la enorme sombra depredadora que vigilaba cada uno de sus movimientos. Auron nunca había perseguido a una presa viva, el felino aunque estaba lleno, quería jugar. Preparado para una emboscada se agacho hasta pegar el pecho a tierra, impulsándose en sus patas traseras cayó justo en el lugar en el que el conejo había estado comiendo. El animalillo corrió algunos metros y luego se paro en sus patas traseras olisqueando el aire. El maldito roedor se estaba burlando. El pelo del lomo se erizo, un gruñido salió desde lo profundo del pecho, ese ratón sobre engordado iba a saber de primera mano que era meterse con un felino cambia formas; mostrando los filosos dientes lo amenazo, el animalillo le dio la espalda y hasta se atrevió a mordisquear una ramita que estaba cerca. Esa mínima provocación fue lo único que necesito para comenzar la loca carrera. Habría conejo para el desayuno o él acabaría limpiando las habitaciones de sus hermanos por ser tan inútil. El conejo no se la puso fácil, ambos corrieron desenfrenadamente saltando y esquivando enormes troncos. Uno corría por su vida y el otro por su honra. La persecución era encarnizada, en más de una ocasión tubo al animalillo tan cerca que sus garras quedaron con algunos pelitos blancos. El roedor corrió junto al río, en cinco hábiles saltos cayó en la horilla opuesta, Auron ya no estaba en sus cabales, olvidando cualquier advertencia fue tras el infractor.

Después de tanto ir y venir tenía a la bolita de pelos atrapada contra unas rocas, estaba justo por caerle encima cuando sintió que alguien o algo lo observaba; los pelos de la nuca se le erizaron, dejando ir al conejo comenzó a observar los alrededores. Su corazón felino se encogió, levantando la cabeza trato de encontrar en el aire la esencia de algo conocido; Nada, no había ninguna maldita cosa que le fuera familiar, los árboles formaban una muralla verde, la hierba alta no le permitía ver más allá de algunos metros. La luna llena era un enorme ojo plateado que fisgoneaba entre las ramas. Todos sus instintos le gritaban que tenía que volver con el resto de la manada. Los aullidos de los lobos rompían el silencio de la noche, ahora sonaban más cerca que cuando estaba en el campamento. Un mal presentimiento lo golpeo como si una tonelada de ladrillos le hubiera caído encima. En su persecución había cruzado el río, el límite que impusieron los perros. Bajando la cabeza comenzó hiperventilar, algo lo estaba observando y no podía encontrar desde donde. De cazador había caído a la categoría de presa, y no le gustaba para nada la sensación. Sacudiendo la cabeza decidió enfrentar como todo un felino lo que viniera; atrapado contra las rocas chillo mostrando los dientes, esperaba verse amenazante al arquear la espalda doblando su tamaño.

𝐏𝐨𝐫 𝐔𝐧𝐚 𝐍𝐨𝐜𝐡𝐞 𝐃𝐞 𝐋𝐮𝐧𝐚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora