Extra 1

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Ada

Días antes de la graduación

La cama no se sentía acogedora, para qué mentir, era dura, fría, como el lugar. A pesar de ser un buen psiquiátrico, no era muy diferente a ningún otro, las mismas paredes acolchadas, los mismos rostros decaídos, la misma falta de sonrisas, la mía incluida. Al principio estaba segura de que esto era una buena idea, y aunque seguía pensándolo, no podía evitar sentirme mal, sola y con un sentimiento de extrañeza.

Pi, pi, pi

La alarma. Otra vez mi rutina:

Levantarme, ponerme el "uniforme" que consistía en unos pantalones deportivos azul claro y una sudadera del mismo color. Ir a desayunar, hacer un poco de yoga matutina, terapia con mi psicóloga asignada y la reunión con los demás para hablar sobre nuestros problemas.

—¿Cómo amaneció nuestra pequeña manzana hoy? —preguntó una voz femenina conocida.

Asha, una amiga que hice aquí dentro. Cuando interné, estaba asustada y perdida, nos contamos el por qué acabamos aquí. Ella tenía una madre alcohólica que llevaba todo tipo de hombres a su casa sin importarle su corta edad, así siguió hasta casarse con uno de esos tipos, él le pegaba delante de su madre que no hacía nada por evitarlo. Eso generó severos traumas que la llevaron a volverse una persona con problemas serios de ira y claramente acabó aquí.

Comenzó a decirme "manzana" porque así jamás olvidaría a la pelirroja, era cruel quizá, pero me daba igual. Me gustaba, de hecho.

—Esa cama va a matarme un día.

—Sigo pensando que eres una anciana disfrazada de adolescente. Mi cama se siente genial.

Reí. Por el pasillo nos encontramos a Nestor, un chico bastante mono que se le veía que le gustaba Asha, pero claro, un psiquiátrico no es el mejor lugar para establecer una relación.

—Buenos días chicas. Hoy estáis encantadoras.

—Eso dices siempre —rodeé los ojos.

—Solo digo la verdad —dejó un beso rápido y corto en la mejilla de Asha, separándose de inmediato.

Nestor, un chico encantador. Sufría germofobia severa, tan severa al punto de utilizar guantes y no juntarse a nadie a menos de dos metros. Claramente esa chica era la excepción. Cada día él lo intentaba un poco más, por ella, y claro, también por él.

—¿Van a yoga?

Asentí

—Pues las veo luego —lanzó un beso al aire y Asha fingió cogerlo para luego tirarlo al piso y pisotearlo. Él hizo gesto de dolor y luego sonrió mientras caminaba de espaldas hasta chocar con alguien que le dijo improperios y tuvo que darse la vuelta.

—Es encantador —dije

—Lo es

—Deberías darle una oportunidad. A mi parecer, él también te gusta.

—Y tienes razón, pero...

—¿Pero...?

—Tenemos suficientes problemas ya como para cargar con los de alguien más. Él no se merece que un día simplemente yo esté tan enojada que pueda llegar a hacerle daño o hacérmelo a mí misma. Al igual que yo tampoco merezco vivir con la preocupación de si él tendrá un ataque ansioso si rozo mi mano con la suya.

Hice silencio. Tenía razón. Sería infeliz teniendo que preocuparse todo el rato por no perder el control con él por miedo a hacerle daño. Ahí se dió por terminada la conversación.

Bailando bajo las Estrellas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora