Capítulo 15

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Ada

A media hora de dar las doce, sentadas en el tejado esperando los fuegos artificiales y decir el típico "Feliz año nuevo"

—Ha sido un año maravilloso —suspiré.

Ella permanecía callada, mirando el cielo como si estuviese perdida. Desde la cena de nochebuena estaba así. Cada que preguntaba solo decía que los exámenes la tenían un poco estresada. Su silencio estaba comenzando a molestarme un poco, ¿por qué no hablaba conmigo?. A falta de una respuesta a mi pregunta mental, decidí hacer algo que tanto ella como yo amábamos.

—Esa es Tauro. —señalé la constelación en el cielo—. Una de las constelaciones más conocida desde tiempos remotos ya que contiene las Pléyades, un cúmulo estelar de raigambre religiosa en todas las culturas del planeta, además de las Híades.

—Ada yo...

—Shhh —la callé con un dedo—. Entre los objetos más luminosos que contiene se destacan Aldebarán, Alnath y la Nebulosa del Cangrejo, restos de una supernova que explotó hace unos mil años. Su reminiscencia mítica recuerda a la forma que adquiere Zeus para seducir a Europa.

—Zeus era todo un mujeriego —sonrió y la imité.

—Oh si, definitivamente lo era —afirmé y me miró realmente intrigada—. Estuvo con muchas mujeres, incluso Hera, la cual terminó siendo su esposa.

—¿No era su hermana? —hizo una mueca.

—Lo era.

—Eso es realmente asqueroso.

—Lo sé —comenzamos a reír a carcajadas.

Paramos, otra vez silencio. La escuche suspirar y yo bajé la mirada comenzando a jugar con mis dedos. Algo dentro de mí me decía que nos esperaba una conversación y no precisamente agradable.

—Tengo algo que contarte.

Puse mi atención en ella.

—Mi madre tiene una amiga, —la miré confundida— que es psicóloga, podemos sacar una cita y que la veas.

—¿¡Qué!? —me exalté.

—Solo digo. Puede ayudarte y así sabremos que sucede.

—Esto es una locura -me enfadé—. No necesito ver a nadie. Estoy bien.

¿Lo estaba? No, pero, no había opción. No necesitaba ayuda de nadie. Lo superaría, siempre lo hacía, cada día desde que sucedió aquello. Eso que enterrado dentro de mi me hacía querer aveces quitarme la vida.

—No lo estas. He visto como tus ataques empeoraron. Ni siquiera duermes por las pesadillas —respiró erráticamente.

—¡Estoy bien! No necesito a alguien que me de unas estúpidas pastillas junto a una charla sobre el amor propio —grité a la defensiva—. Necesito que lo entiendas.

—¡No puedo! —gritó ella esta vez—. No sabes lo triste que estoy cuando veo que reduces tus comidas. Lloro cuando no me ves. Eres preciosa, pero cada marca que veo en tu cuerpo rompe mi corazón -me miró comenzando a llorar—. Lo peor es que no quieres ayuda. Estas dejándote morir. ¿No te importamos?

—¿Quiénes? —susurré.

—Tu familia, —limpió una lágrima que corría por mi mejilla— yo.

—¿Quieres que piense en ti cuando vas a abandonarme? —reí con amargura soltando lo que sabía y había callado por un tiempo—. Se lo de la universidad. ¿Pensabas contármelo o simplemente huirías?

Su rostro demostraba tristeza. Mis lágrimas corrían con más fuerza a la par de las suyas y tuve que contenerme para no abrazarla y limpiarselas. A fin de cuentas, pronto tendría que acostumbrarme a no tenerla conmigo.

Bailando bajo las Estrellas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora