𝓒𝓐𝓟Í𝓣𝓤𝓛𝓞 6 - 𝓜𝓲 𝓹𝓻𝓲𝓶𝓮𝓻𝓪 𝓿𝓮𝔃...

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Chris volvió a la mesa desde la barra del bar y puso a Leon una cerveza delante. El rubio lo miró con cara de reproche.

—Vamos, una nada más —lo animó—. Yo hoy tampoco quiero pasarme —afirmó comprometido.

Su cuñado suspiró y la cogió resignado.

El sonido de su teléfono hizo que la volviese a dejar sobre la mesa; lo sacó del bolsillo y, por un momento, miró a Chris preocupado.

—Hola, Leon —Claire lo saludó con voz suave—. Perdona que te moleste.

—No me molestas en absoluto. ¿Estás bien? —preguntó inquieto.

—Sí. Es sólo que...

—Llegaré a casa un poco más tarde. Iba a llamarte yo para avisarte, pero se me ha pasado. Por favor, no te inquietes —le pidió.

—Ah, vaya...

—¿Qué pasa, Claire? Si hace falta, voy ahora mismo —le aseguró comenzando a inquietarse.

—No, no, tranquilo. ¿Podrías...? ¿Podrías traerme una tableta de chocolate del supermercado cuando vengas? —le pidió tímidamente.

Sorprendido, él mostró una enorme sonrisa que ella no pudo ver, mientras Chris lo observaba alucinado.

—Por supuesto, cielo. Compraré dos y lo comeremos juntos. ¿Qué te parece? ¿Claire? ¿Sigues ahí? ¿Estás bien? —preguntó al no recibir respuesta.

—Te echo de menos —ella se atrevió a afirmar temerosa.

—No tardaré nada, en serio, sólo me retrasaré lo imprescindible —le aseguró cariñoso—. ¿Seguro que estás bien?

—Sí, no tardes.

—Entendido. Hasta luego.

Colgó la llamada y miró a su cuñado pensativo.

—Dime lo que quieres, no puedo entretenerme mucho hoy —le pidió severo.

El moreno lo observó flipando en colores.

—Entonces, ¿la mujer de la que me hablaste, a la que no podías acercarte siquiera, la que nunca podrías tener, era mi hermana? —preguntó intentando asimilarlo.

Él tan sólo se limitó a asentir con la cabeza.

—¿Por qué no me lo dijiste?

—No tenía porqué contártelo a ti; además, ella es tu hermana.

—Entonces, ¿por qué no intentas que lo vuestro funcione? ¿Por qué no quieres perdonarla?

Leon lo miró entristecido.

—No es que no quiera perdonarla, es que no sé cómo hacerlo. No soy arrogante, rencoroso o idiota, Redfield —se apresuró a cortar su inminente reproche—. Es sólo que siento que, en esta ocasión, no sé cómo hacerlo, me siento perdido —confesó con angustia.

—Bebe —le ordenó meditabundo y nervioso—. Vale, dejemos a un lado la repercusión moral que tiene lo que mi hermana te hizo, que la tiene y es grave, eso no te lo discuto.

—¿Qué quieres decir? —Enarcó suspicaz una ceja.

—Dejando eso a un lado: ¿cómo te sientes físicamente por lo que pasó? ¿Te ha dejado alguna secuela? ¿Te duele algo? ¿Te molesta físicamente hablando? —preguntó dejándolo descolocado.

—Joder, Chris, no me acuerdo de nada, absolutamente de nada, y mi cuerpo tampoco. Debió haber sido una de las mejores corridas de mi vida, a juzgar por cómo me desperté, pero no puedo recordar nada. Ese es el problema —objetó descarado y molesto.

𝓓𝓞𝓢 𝓐𝓛𝓜𝓐𝓢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora