𝓒𝓐𝓟Í𝓣𝓤𝓛𝓞 10 - 𝓤𝓷𝓪 𝓲𝓶𝓪𝓰𝓮𝓷 𝓶𝓾𝔂 𝓮𝓼𝓹𝓮𝓬𝓲𝓪𝓵

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Jill fue a abrir la puerta del ascensor, pero la manaza de Chris la cerró de un fuerte golpe.

—Eres un salvaje —afirmó desdeñosa.

—Lo dice la señorita dulce e indefensa —dijo burlón—. Aunque la mona se vista de seda...

En un visto y no visto, la mujer le atizó furiosa un derechazo en la mandíbula. Él, orgulloso y burlón, se la encajó oyéndola crujir satisfecho.

—A esto pueden jugar dos.

Cerró ambos puños y adoptó una postura de lucha, retándola a que ella lo imitara.

De pronto, una mano fuerte y e impetuosa lo cogió por detrás agarrando el cuello de su camisa y tiró de él.

—Al juzgado, ya —Leon le ordenó con voz que no admitía réplica.

Lo arrastró con él un par de metros hasta que el moreno se deshizo cabreado de su agarre de un fuerte tirón.

—Ya —su cuñado repitió mirando de reojo a Claire, quien había cogido a Jill por una mano e intentaba llevarla con ella—. Te vas a comportar como el hermano atento, dulce y cariñoso que tu hermana merece y desea, ¿entendido? Y cuando nos hayamos casado, me importa una mierda si ambos os matáis; pero que no sea ante ella.

El moreno rezongó por lo bajo.

—Sé que me has entendido y que estás de acuerdo. Así que, lo doy por hecho.

Chris lo asesinó con la mirada pero caminó junto a él, quien regresó hacia el ascensor y pulsó el botón de llamada. Pronto los cuatro se hallaron bajando juntos en absoluto silencio.

—¿Con que se habían equivocado, eh? —Claire reprochó al oído de su prometido.

Él le devolvió una sonrisa beatífica, la abrazó cariñoso y besó sus labios.

—Amor, yo iré en el coche de Chris. ¿Tú puedes llevar a Jill? —le pidió amablemente—. El cinturón de seguridad para embarazadas está colocado en ambos coches; coge el que prefieras.

—Sin problema. Nos veremos allí en diez minutos.

—Estaremos como un clavo.

En cuanto las puertas se abrieron de nuevo, los dos hombres caminaron hacia el coche del capitán, y las dos mujeres fueron al garaje donde los coches de Leon y de Claire estaban aparcados.

—¿Acaso quieres destrozarla? —el rubio reprochó con cabreo a su cuñado una vez se hubieron quedado a solas.

—¿Destrozarla? —preguntó incrédulo—. No veas como pega —le aseguró frotándose la mandíbula aún dolorido.

—He trabajado con ella y contigo en varias ocasiones, y he peleado contigo; tú eres mucho mejor luchador, capitán, mucho más fuerte, y tienes otras dotes de mando que ella no tiene. Ella es una agente de élite, tío, pero tú eres el puto amo. ¿Acaso nunca te has dado cuenta? Por algo tú eres capitán, y ella no.

Chris lo miró sorprendido.

—Joder... Yo...

—Sube al coche y conduce, mierda. Sólo quería advertirte para cuando retoméis vuestro dichoso  bailecito una vez terminada la boda.

Sintiéndose infinitamente culpable y arrepentido, Chris condujo hasta el juzgado de paz, al que llegaron pasados escasos minutos. Ellas los alcanzaron un momento después. De inmediato, Leon ofreció un brazo a su prometida, quien lo cogió complacida, y ambos caminaron dentro del edificio.

El capitán suspiró, ya calmado. Le había ayudado el hecho de saber que poco podía hacer ya, para caer más bajo con Jill. Así que, rendido a la evidencia, sonrió a la castaña con tristeza y le ofreció el brazo también. Por el bien de Claire y de Leon, ella lo cogió sin protestar, y ambos los siguieron.

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