𝓒𝓐𝓟Í𝓣𝓤𝓛𝓞 8 - 𝓝𝓸𝓬𝓱𝓮 𝓭𝓮 𝓪𝓶𝓸𝓻

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Aquella tarde, Leon entró en casa alegremente con el chocolate en la mano y un montón de bolsas que contenían todo lo que Claire había comprado en el centro comercial. Con tranquilidad, su pareja salió a su encuentro y se cruzó de brazos frente a él para observarlo. De inmediato, él se detuvo.

—¿No vas a venir a darme un beso? —la pelirroja preguntó mimosa.

Enarcó desconfiado una ceja.

—No, hasta que tenga claro si vas a besarme o a pegarme —negó con una leve sonrisa.

—Deja esas bolsas, agente, y ven aquí enseguida —le ordenó cariñosa.

Solícito, llevó las bolsas al dormitorio y ella lo siguió. Cuando las hubo dejado encima de un sillón, la mujer lo cogió por una mano y lo obligó a sentarse; se sentó descarada a horcajadas sobre él. El agente sintió el calor de las piernas desnudas femeninas sobre las suyas; aquel camisón que él no podía dejar de mirar hipnotizado dejaba muy poco a la imaginación.

—Claire, no —le rogó inquieto.

—¿Qué pasa? ¿No te gusta lo que ves? —le preguntó provocativa.

—Demasiado.

—¿Entonces?

Desabrochó su camisa entre beso y beso, y volvió a mirarlo lujuriosa.

—Llevas casi siete meses de embarazo, debe ser muy molesto para ti hacer el amor ahora —afirmó mirándola fijamente a los ojos.

—Molesto es, que me sigas rechazando.

Intentó separarse enfadada de él, pero él no se lo permitió: la cogió por el culo y la pegó aún más a su cuerpo con una sonrisa arrogante.

—No sé qué es exactamente lo que te pasa hoy, nena, algo llevas en mente y lo sé. Pero sea lo que sea, si quieres guerra, la vas a tener.

Besó su clavícula suavemente, con deliberada lentitud, mientras ella se derretía en sus brazos. Descendió hasta el escote de su camisón negro de satén, cogió un tirante con los dientes sin dejar de acariciarla y lo hizo caer. Un seno voluptuoso y turgente se mostró descarado ante él, quien se dedicó a lamer su pezón y a mordisquearlo pícaramente con suaves caricias.

Una desgarrada exhalación de placer salió de la garganta de su prometida, y él volvió a buscar su cuello con sus besos mordisqueándolo también.

—¡Leon! —gritó desesperada.

—¿Qué? —preguntó altivo lamiéndolo después.

—¡Me estás volviendo loca!

—Justa venganza. Tú no haces más que volverme loco a mí.

—Llevas demasiada ropa.

—En eso estoy totalmente de acuerdo contigo. Quítamela, entonces.

—¿Puedo?

Lo miró temerosa recordando aquel momento que jamás debió suceder. Y él sonrió.

Besó sus labios con pasión, la miró enamorado y asintió. Él mismo se quitó su chaqueta de traje para animarla. Ella, aún temerosa, terminó de desabrochar su camisa y la retiró reverente como si se tratase de una prenda de un millón de dólares. Su torso poderoso quedó al descubierto ante los admirados ojos de Claire.

—Debiste haber sido mío en Raccoon —se sorprendió a sí misma y a él al afirmar.

—Te juro que nada me habría gustado más, pero no estaba el horno para bollos, precisamente. Sigues siendo la mujer más sexy y deseable que llegaré a conocer jamás.

𝓓𝓞𝓢 𝓐𝓛𝓜𝓐𝓢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora