Claire escuchaba entre la bruma del sueño una voz conocida y anhelada. Se sentía cansada, muy cansada, pero la desesperación por ver de nuevo al hombre que amaba se impuso a su agotamiento. Abrió los ojos lentamente y le costó hacerse a la idea de dónde estaba y qué estaba pasando. Su corazón le dio un vuelco en el pecho cuando vio a su esposo con un bebé en brazos: su bebé.
—No me pongas morritos, Claire Kennedy —su padre regañaba con mimo a la bebé—. Con lo pequeñita que eres, y ya sabes cómo desafiarme.
Ella amenazó con empezar a llorar, y su padre la pegó a su pecho, que sabía que era lo que deseaba. La acunó con palabras suaves y besó su cabecita con amor de padre.
Un leve gemido lo alarmó y, de inmediato desvió la mirada hacia su esposa, quien derramaba lágrimas de emoción mirando a ambos enamorada. Una amplísima sonrisa iluminó su rostro y, caminando tranquilamente, se acercó a la cama donde ella descansaba.
—Le encanta sentir el latido de mi corazón —afirmó alegremente—. Di hola a mamá —pidió a la pequeña acomodándola de nuevo en sus brazos para que Claire pudiera verla claramente.
La bebé puso morritos una vez más, pero miró a su madre como si la reconociera.
—Hola, mi vida. No te esfuerces por hablar —le pidió adorándola con la mirada.
Temerosa, vio cómo él se inclinaba para depositar a la bebé en sus brazos.
—Tranquila, no se te caerá, yo estoy aquí para impedirlo —la animó, y le entregó a la pequeña con sumo cuidado.
Sorprendidos, ambos vieron cómo la bebé emitía un profundo suspiro satisfecho.
—Sabe perfectamente quién eres: reconoce tu tacto, tu olor, tu latido, y lo hará con tu voz en cuanto le hables. Estáis conectadas de un modo especial para siempre —le aseguró emocionado.
—Temí que...
Miró a su esposo acongojada, incapaz de continuar.
—Tú le salvaste la vida, os la salvaste a las dos, cuando me llamaste por teléfono —le aseguró emocionado.
—No podía respirar...
Con una sonrisa amorosa, él besó su frente suavemente.
—Ya todo ha pasado, mi amor, no tienes que preocuparte por nada. La doctora ha asegurado que te repondrás por completo sin problema rápidamente. Y ya ves que la bebé está perfecta. Menudo carácter que tiene, la señorita Kennedy —afirmó divertido.
Ella le devolvió una sonrisa enternecida.
—Claire Kennedy...
Lo miró enarcando una ceja: durante su embarazo, no habían logrado ponerse de acuerdo sobre el nombre de la niña, pero, desde luego, ese nombre no había sido barajado siquiera.
—Temiste perderme...
Las lágrimas afloraron a los ojos masculinos.
—Este no es momento para hablar de todo eso, sino para celebrar. Además, es un nombre precioso y perfecto: el de las dos mujeres que amo.
Ella asintió levemente con la cabeza; le rompía el corazón haberlo angustiado de aquel modo. La bebé emitió un nuevo suspiro: se había dormido plácidamente en brazos de su madre, quien ya no temía dejarla caer debido a su debilidad.
—¿Debes... volver al trabajo? —le preguntó inquieta; no quería separarse de él ni por un segundo, siquiera.
Vergonzoso, él se rascó la cabeza como un niño travieso.
ESTÁS LEYENDO
𝓓𝓞𝓢 𝓐𝓛𝓜𝓐𝓢
FanfictionClaire Redfield descubre el lado más salvaje y sexual de Leon Kennedy, su amigo desde hace quince años, cuando por error lo encuentra liado con una compañera suya de TerraSave en una discoteca a la que todos ellos han ido juntos. Una y otra vez, no...