𝑬𝒍 𝒄𝒐𝒎𝒊𝒆𝒏𝒛𝒐

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El mundo en el que crecí estaba definido por anticuadas leyes categóricas, tan innegociables como el tiempo mismo.

La Bratva es nuestro enemigo mortal, estaba en la cima de este conjunto de normas. Era arraigada en cada miembro de las familias de la mafia tailandesa  desde su nacimiento, y se llevaban esta irrefutable verdad a la tumba con ellos. Por mi parte no se me permitía ser parte de la mafia en sí misma, aun así, la jaula dorada que los hombres hacían con sus reglas determinaba cada aspecto de mi vida.

Durante mucho tiempo, había hecho las paces con eso.

Hoy, me proponía a cometer la máxima traición.

Si fuera por mi, me enfrentaría con el único castigo aceptable por tal crimen: La tortura y la muerte. Mi primo Mile, Capo de la Famiglia de Nueva York, puede que sea más indulgente conmigo si alguna vez se entera. Sin embargo, la clemencia no estaba entre sus rasgos de carácter.

Sin embargo, no me arrepentía de mi decisión de escapar de los ojos vigilantes de mi guardaespaldas y de viajar al territorio enemigo. En la Famiglia, nadie me habría ayudado a vengarme del hombre que había destruido mi vida cuando tenía quince años. No había sido el único, ni siquiera el peor, pero todos los demás habían sido asesinados. Solo él seguía vivo; mi única oportunidad de probar la venganza. Era un hambre insaciable que no podía reprimir y que solo había crecido en los cinco años desde que mi familia había sido destrozada.

Sonreí con sarcasmo. Qué irónico que iba en camino a pedirle al más famoso asesino de la Bratva con el llamativo nombre de "Killer", que acabara con el hombre que odiaba, cuando los rusos habían sido en primer lugar la razón de la caída en desgracia de mi familia.

El miedo y una nerviosa emoción libraban una implacable batalla en mi cuerpo cuando el avión finalmente aterrizó en Miami, el lugar donde mi vida podía cambiar para bien o para mal.¿Killer sería mi salvación... o mi perdición?

Jeff

Algunos me llamaban psicópata. Algunos decían que era un monstruo sin corazón. Me habían llamado muchas cosas en mi vida, y todas eran ciertas.

Psicópata. Monstruo. Diabólico. Inhumano. Cruel. Un salvaje brutal... era todo eso. Era la peor pesadilla de las personas. Decían que si llamaba tres veces tu nombre... significaba que iba por ti. Por tu vida... tu alma.

La Parca era uno de mis muchos nombres. También me llamarían Ángel de la Muerte. Pero siempre prefería... Killer. Mi apodo y el significado directo de quién era... y lo que hacía.

Asesinaba por deporte; asesinaba por pasatiempo... y asesinaba por mi trabajo.

Mis manos estaban manchadas de sangre y de innumerables muertes. La jaula era mi hogar, ¿y los gritos de mi víctima? Maldición, era música para mis oídos. Una maldita canción de cuna.

Mi teléfono sonó, sacándome de mis pensamientos. Me detuve a mitad de una repetición mientras colgaba boca abajo usando la barra de ejercicio. Mis músculos se tensaron a medida que cerraba los ojos e ignoraba el tono de llamada, concentrándome en terminar mi entrenamiento. El sudor goteaba por el costado de mis sienes mientras apretaba aún más la barra. Continué con mis abdominales, sintiendo mis músculos arder y tensarse con cada movimiento.

La sangre corrió a mi cabeza cuando terminé mi segunda repetición. El teléfono seguía sonando y reprimí una maldición. Con un gruñido bajo, solté la barra y bajé las piernas, aterrizando sobre mis pies sin tropezar. Me acerqué a la mesa y agarré mi teléfono aceptando la llamada sin mirar quién me estaba llamando.

Ya sabía quién era.

—Te tomó bastante tiempo —dijo una voz nasal y molesta.—Envíame un mensaje con la información —espeté. 

Empezaba a enojarme con esa actitud. No era ni su amigo ni su puto esclavo.

Dejó escapar un suspiro.—Este trabajo es importante.

¿No todos lo son?

—Están pagando un buen dinero —continuó.

—Nombre. Dirección. Foto —gruñí al teléfono. Estaba haciéndome perder el tiempo y no tenía tiempo para conversaciones inútiles con una plaga como él.

Soltó una pequeña risita, pero había un toque de nerviosismo. Me tenía miedo. Bien. Debería tenerlo.

Colgué antes de que pudiera decir algo más. Dos segundos después, mi teléfono sonó con un mensaje.

Mis labios temblaron.

Mis venas palpitaron con feroz adrenalina.

Empieza la cacería...

𝐓𝐫𝐚𝐭𝐨 𝐬𝐮𝐜𝐢𝐨 (𝐉𝐄𝐅𝐅𝐓𝐀)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora