𝐗𝐈𝐈𝐈

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JEFF

Una parte de mí sabía que le había hecho mal. Cualquier resto de humanidad en mí, lo compadecía. Dolía por el.

No recordaba mucho de mi infancia antes de la jaula... antes de la necesidad insistente de matar... antes de la sed de sangre y la ira viciosa dentro de mí. Durante mucho tiempo, olvidé ser humano. Olvidé lo que se siente ser... humano.

Fui una propiedad. 

Un esclavo. 

Un animal.

Una bestia temible... y me habían tratado como tal.

Un monstruo que masacraba.

Era... KILLER.

Pero en este momento, de hecho, me sentía... mal por Ta Nakunta. Podría haber sido la Parca... pero supongo que, después de todo, seguía siendo humano.

Lástima que me hubieran pagado para matarlo. Era mi encargo y no había nada que pudiera hacer para salvarlo. Incluso si la pequeño Ta se hubiera arrastrado bajo mi piel, su reloj de la muerte había comenzado a marcar la hora en el momento en que alguien pagó por su sangre.

Maldita sea. Era una tentación contra la que era débil... una fruta prohibida que ansiaba probar. Una obsesión que no podía negar.

Me pagaron por matar a Ta incluso antes de que supiera de mí, incluso antes de que pusiera un pie en Miami y en el Kazan. Cuando entró justo directo en mi territorio, pensé que habría sido un asesinato fácil. No tendría que perseguirlo, ya que sin saberlo había caminado directamente hacia su muerte. Habría estado satisfecho con el resultado.

Hasta que lo vi.

Hasta que lo toqué.

Hasta que lo probé.

Hasta que su culo apretó mi polla como si su vida dependiera de ello.

¡MIERDA!

Ta gimió y sus ojos se abrieron. Hizo una mueca con un gemido de dolor. Vi como regresaba de su pequeña siesta, a medida que luchaba por mantenerse despierto. Una tos rasgó su garganta y volvió a gemir, pareciendo estar tan desorientado como esperaba que estuviera.

Había estado durmiendo por más de doce horas.

Ta se aferró lentamente a su conciencia y al momento en que finalmente estuvo lo suficientemente despierto como para darse cuenta de su apuro, se revolvió para liberarse. Se le escapó un fuerte gemido.

—¡Noooo! ¡No! ¡¡Déjame ir!! Las cadenas tintinearon cuando siguió revoloteando, luchando por liberarse.

No tenía sentido. Estaba atrapado.

Atrapado por otras doce horas antes de que termine su vida...Salí de las sombras. Su cabeza giró bruscamente hacia mí y sus grandes ojos temerosos se encontraron con los míos. Brillaban con lágrimas. Aw, pobre Ta.

Los minutos pasaron en un tenso silencio antes de que finalmente soltara un sollozo ahogado.

—¿Por qué?

Ladeé la cabeza hacia un lado, esperando.

Su barbilla tembló cuando contuvo otro grito. Sollozó y sus ojos llorosos se entrecerraron sobre mí. Se negaba a derrumbarse frente a mí. Fuerte y feroz. Si fuera en otro momento, lo habría apreciado.

Ta tiró de las cadenas, y el sonido del metal golpeando contra la pared retumbó ruidosamente contra el silencio.

—¿Por qué estás haciendo esto? ¿Por qué me usaste? ¿Por qué no solo... matarme? ¿POR QUÉ?

𝐓𝐫𝐚𝐭𝐨 𝐬𝐮𝐜𝐢𝐨 (𝐉𝐄𝐅𝐅𝐓𝐀)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora