6. El día de la huida.

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La noche del baile.

Hoy es un buen día para escapar o es un buen día para morir intentándolo. De cualquier forma, no había vuelta atrás.

― ¿Entonces no hay aretes color lavanda?

Acacia negó buscando en el cofre dorado que Lady Monique me había enviado especialmente para esa ocasión. Lady Monique era prima del rey Friedrich y como todo Zenel lo hacía, ella también ignoraba que yo estaba allí obligadamente. Sin embargo había sido la única que se mostró gentil y emocionada por la boda. La cual si todo salía bien en mi huida, se cancelaría, representando una victoria para mí y para ahora aliado: Raffael.

― No queda más remedio que combinarlo con estas arcillas plateadas.

Adeline nos mostró las arcillas. Su color plateado se incrustó en mis orejas y daban un toque elegante junto a mi vestido color lavanda que se pegaba ligeramente a mi cuerpo. En mi mirada había un brillo, un brillo peculiar producido por la adrenalina que esa noche me esperaba. Estaba vestida para impresionar y para mostrar de lo que era capaz.

Al ser la princesa de Aspen, había sido privada de conocer realmente mis capacidades. En palacio, tenía personas por doquier a mi servicio, dispuestas a complacerme. Sin embargo, no eran del todo genuinas conmigo, aun mi familia muchas veces me hizo sentir desvalorizada.

No hablo de mis padres, sino de todos aquellos que implícitamente me hacían comentarios despectivos hacia mi figura como futura reina de Aspen.

― Alteza está usted lista para ser presentada oficialmente ante la sociedad de nuestro reino.

― Será una reina maravillosa no lo dudamos.

― Gracias chicas. Estoy muy agradecida por su ayuda y compañía, fue un gusto haber coincidido con ustedes.

― Habla como si se estuviese despidiendo, alteza.

Dijo una consternada Acacia. Y luego se abalanzó sobre mí en un fuerte abrazo.

― Solo estoy la melancólica Acacia.

Dije a su oído. Después de separarnos me despedí una última vez de ellas y salí de mi habitación con mi corazón saltando de emociones encontradas. Raffael me esperaba a la entrada del pasillo. Vestido elegante de negro no parecía el hombre salvaje y temerario de siempre.

― Esta noche no seré yo quien te escolte al salón real, no sería bien visto que llegaras al baile con un simple mercenario. Han enviado a dos de las duquesas más importantes del reino por ti. El rey no quiere perderte de vista.

A mis ojos aparecieron dos mujeres pudientes con vestidos pomposos y coloridos. En su cabello había adornos con plumas también coloridas y con sonrisas sus impecables me saludaron.

― Alteza, es un honor conocerla en persona, he escuchado maravillas de usted.

― Es más hermosa de lo que los rumores dicen. Démonos prisa no hagamos esperar al rey.

Asentí dispuesta a ser guiada por ellas, no sin antes hablar unas últimas palabras con Raffael.

― Hablaremos en el baile, antes de tu presentación. Luke se nos unirá.

― De acuerdo.

Y así salimos del pasillo en búsqueda del jardín que conducía al salón real, el más grande auditorio en el reino, un escenario digno para una fiesta como aquel baile de bienvenida, donde iniciaría realmente el cambio en mi vida.

La iluminación de las velas eran intensa, los colores lo suficientemente vivos para distinguirse del resto de palacio que era adornado en su mayoría con colores neutros. Efectivamente, El baile había diseñado para una complacer a una princesa y de la nada me reí con solo imaginar al rey Friedrich con su estampa de monarca temible planeándolo. Aunque pensándolo bien, era imposible que él se hubiese tomado el tiempo para ello.

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