Rojo como el fuego
Había amanecido. La claridad del día se filtraba por una pequeña grieta en la pared, esa luz golpeo mi rostro. Una pequeña alteración en el orden de mi sueño hizo que despertase. Una pequeña alteración en el universo cambia el orden de las cosas. Esa era una lección que mi padre me había enseñado.
Mis ojos cansados intentaron abrirse al escuchar murmullos afuera de la habitación que me habían asignado. Mi cuerpo estaba débil, aun así me levanté al escuchar que se trataba de una discusión causada por mi culpa.
Abrí la puerta y me encontré a Eloise junto a Edward y otros tres hombres de aspectos rudo, marcados por el campo.
Al verme quedaron en silencio. En mi interior sabía lo que estaba sucediendo. Mi presencia en su aldea también alteraba el orden de su cotidianidad, mi presencia en el lugar significaba peligro. Era consciente de ello, mas no tenía otra alternativa.
Eloise fue la única en ofrecerme una sonrisa como buenos días. Edward estaba lo suficientemente ofuscado como para saludarme. Lo entendí. Muchas veces había ignorado las cosas que me producían conflicto o peor aún, las cosas que me amenazaban. Creía que era intocable al ser una heredera a la corona. Pero la vida me estaba demostrando que era tan vulnerable como cualquier ser humano.
― Caballeros, ella es la princesa Leila de Aspen.
Dos de ellos solo se limitaron a asentir y uno tensó su rostro tan fuerte que su disgusto fue evidente para todos.
―Alteza, es una verdadera desdicha conocerla en estas circunstancias sin embargo...
El hombre del rostro tensado interrumpió al sujeto que había decido tomar la palabra con diplomacia y se dirigió a mí directamente sin cordialidades y justo al punto que les abatía.
― Como verá alteza su presencia en nuestra aldea resulta un peligro para todos. El reino entero está bajo la furia de nuestro rey porque usted decidió abandonarlo antes de su boda. Sin contar que dos de nuestras aldeas vecinas ya fueron saqueadas en su búsqueda. La gente está sufriendo las consecuencias de sus actos. No queda más opción que usted abandone nuestro poblado, es por nuestro bien.
No podía refutarle sus palabras. Tenía razón al decir que era un peligro para su gente, para todo Zenel. Ser quien era me ponía en una encrucijada. Escapar por el bosque no era una alternativa si no contaba con un ejército que me resguardase del peligro que en él había. Y regresar a los muros resultaba mi condena absoluta.
― Luke no hubiese querido esto. El decidió que fuese traída aquí, ustedes lo conocen. Él sabe lo que está haciendo.
Interrumpió Edward.
― Edward tiene razón, si Luke y Raffael la han enviado a nuestra aldea es porque tenemos un plan.
Los tres representantes del pueblo observaron a Eloise quien hablaba con determinación.
― Leila, será una de nosotras.
Eloise les extendió una carta firmada por Raffael y Luke donde se explicaba que me harían un cambio para hacerme parecer una de ellos. Sería cuestión de días mientras la tensión dentro de los muros disminuía y yo pudiese regresar al reino central con libertad para moverme hasta cruzar la salida y regresar a Aspen.
― Esto no nos asegura nada, la reconocerán. Toda la corte del rey la ha visto.
Me sentí sin esperanzas. No se darían por vencido hasta que me viesen dejando su hogar. Empecé a necesitar aire fresco. Los dejé debatiendo alterados mi futuro, sus voces desaparecieron hasta que salí de casa y me encontré con una multitud de campesinos que aguardaban afuera.

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La Heredera
RomansaLa princesa Leila de Aspen nunca imaginó ser raptada el día de su cumpleaños número dieciocho, por el enemigo de su padre, el rey Friedrich. Durante el rapto reconoce a un hombre de su pasado en la Escuela Real. Ese hombre no es nada más ni nada m...