Mi regreso a palacio fue oscuro. Caminar por las calles de Zenel bajo la mirada de todo un reino era como un desfile lúgubre. Hasta el cielo lo sabía.
Había llovizna que descendía de una cortina gris que en el cielo se extendía y cubría Zenel y más allá de los bosques que le rodeaban.
Mi cabeza dolía por la impotencia que volver a manos de Friedrich me generaba. Mis pies cansados se aferraban a que su destino estaba cerca. Un murmullo a la entrada de palacio me hizo enterarme que en todo el terreno había una multitud, eran soldados, pero no de Zenel, traían el uniforme militar de Austin. El reino de mi madre.
Verles ahí ne causó alegría, pensé que quizá mi tía Miranda, reina de Austin, había llegado por mí, que al fin me habían encontrado. Si embargo, todo era parte de un plan, pero uno que nunca imaginé.
Raffael en su cabello era el líder del desfile en el que me custodiaban. Ahora era un héroe, una vez más volvía conmigo como prisionera. Habíamos estado en silencio durante el camino, quería preguntarle si esta vez también tenía un plan, uno que me salvase. No obstante, Raffael ya me había ayudado una vez y sentí vergüenza al verme en la misma situación que al principio.
Porque de la misma manera que llegue a Zenel proveniente de Austin. Regresaba de la aldea. Solo que esta vez, había algo diferente en mí, y no en mi interior, porque en mi interior había ansias de libertad y venganza, pero en mi exterior, mi cabello era rojo como el fuego.
— No digas nada al rey. Si eres parte de sus planes, él decidirá brindarte la vida pero si ya no eres parte de ellos, la horca te esperará.
La frialdad de Raffael me hizo verle incrédula. Quería una explicación a sus palabras confusas.
— No compliques más las cosas. No me hagas perder la razón, no otra vez.
— ¿¡Hacerte perder la razón!?
Dije exaltada.
— Quise salvarte porque creí que haría un bien pero por tu culpa casi pierdo a mi mejor amigo. No puedo seguir ayudándote Leila.
Las palabras de Raffael me rompieron el corazón. Llegaban en el peor momento, cuando por las noches me dormía pensando en sus ojos. Porque Raffael estaba en mi corazón clavado como una daga. Desde el día que me confesó su pasado, desde que ayudó a escaparme. Y cuando lo abracé en la Aldea, lo supe... Lo sentí cuando nuestros corazones palpitaron unidos.
Pero él no lo sabía. Tampoco lo sentía.
Por primera vez, me estaba enamorando y el culpable era Raffael. Aún con su pasado, aún con su deseo de venganza, aunque fuera un rey desterrado. Porque veía en él un verdadero ser humano, que lo ha perdido todo, que busca liberar a su pueblo. Y que me entregaría a Friedrich una vez más solo para salvar a su mejor amigo.
Si ese no era amor puro, entonces nada lo era. Solo me dolía que las cosas para mí terminaran de esa manera. Llegué a pensar que había nacido marcada por el destino para una vida trágica y sin felicidad.
Al llegar a la entrada del imponente gigante que era el palacio principal. Friedrich apareció ante mis ojos y los ojos del resto de presentes. Vestido completamente de negro y portando su Corona real. Símbolo del poder de Zenel.
Raffael me presentó ante él y me obligó a arrodillarme. Mis ojos se fijaron en el piso.
— Majestad aquí tiene a su fugitiva, la princesa Leila de Aspen.
Friedrich ni siquiera hizo el intento por verme. Tenía bien pensadas sus palabras. Apuesto, a que había estado esperando el momento de verme de nuevo a sus pies.
— Una vez más llegas a mí como una prisionera. Pero esta vez no te necesito, hice que te trajeran solo para liberarte.
— ¿liberarme?
Alcé mis ojos y lo vi sonriendo.
— Ya no me sirves Leila.
— Alguien más ha ocupado tu lugar.
En ese momento hizo su entrada una despampanante mujer. La conocía perfectamente. Sus ojos brillaban al verme arrodillada. Su vestido rojo era inmenso que cubría parte de las escaleras.
— ¡Ah querida prima! Siempre tan patética. Al fin estás donde te mereces. En suelo sin tu corona y desterrada de tu reino.
— ¿Olivia?
— Así es, ya que tu me despreciaste, Olivia, tu prima y heredera de Austin, será mi esposa.
Raffael me levantó de donde estaba tirada en el piso y susurró a mi oído.
— Ella es quien ayudó a Friedrich para que fueras raptada y traída a Zenel. No sabía que era tu prima.
— ¿Por qué tú? ¿Qué hice para merecer esto?
Pregunté aún sin entender.
— No recuerdas que me robaste el amor de mis padres.
— Sabes que eso no es verdad.
— Tú nunca los escuchaste conversar sobre lo perfecta que eras y que deseaban tener una hija como tú. Y yo solo me culpaba por ser adoptada. Nunca estuve a tu altura, pero ahora que vamos a matarte, mis tíos, Amanda y Vicent, se quedarán sin heredera para Aspen y adivina a quién convertirán en su Heredera.
Ella pausó y me vio con molestia ¿Cómo nunca pude notar su odio y envidia?
— Por supuesto que a mí. De hecho en tu ausencia, me he hecho más cercana a ellos. Y sabes qué prima mía...
No quería escuchar sus siguientes palabras porque sabía que me dolerían para toda la vida.
— Ellos piensan que estás muerta. Y creen que el reino de Maurice es el responsable de tu secuestro en venganza por la muerte de su princesa en la última vendimia.
Una lágrima bajo por mi mejilla. No podía imaginar el dolor que mis padres sentían al creer que estaba muerta.
— Así que están a punto de iniciar una guerra.
Olivia tomó asiento en uno de los tronos colocados para mí recibimiento.
— Estoy aquí porque quiero estar presente cuando mueras prima querida. A puesto a que será divertido...
En mis mejillas no solo había una lágrima sino que había un mar de ellas.
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La Heredera
RomansLa princesa Leila de Aspen nunca imaginó ser raptada el día de su cumpleaños número dieciocho, por el enemigo de su padre, el rey Friedrich. Durante el rapto reconoce a un hombre de su pasado en la Escuela Real. Ese hombre no es nada más ni nada m...