Valentina Carvajal
Viernes, 14 de octubre de 2022
Me giro sobre mí misma y apago el despertador de un manotazo. Pleno mes de octubre, ni frío excesivo ni calor abrasador como hace tres meses cuando conocí a Juliana. Tapada con la sábana y un edredón de entretiempo sumado al calor de su cuerpo a mi lado, lo último que me apetece es levantarme para ir a trabajar.
Le doy un beso en el cuello y otro en la cabeza para despedirme porque yo entro a trabajar antes que ella, pero se despierta y se gira hacia mí después de darle con la mano a la lámpara táctil con forma del una que hay en su mesilla de noche.
—No te vayas —susurra buscando mis labios hasta que los encuentra.
Lo que empieza como un beso de buenos días termina con mi mano apartando su ropa interior para meterse entre sus piernas después de que Juliana, con poco esfuerzo y mucho mimo, me haya calentado lo suficiente como para que no pueda salir de la cama sin saciarme de ella antes.
—Me vas a hacer llegar tarde —jadeo cuando es ella la que comienza a tocarme.
—Tranquila, no me chivaré a la jefa —se burla, y cuando me penetra me doy cuenta de que estoy a su merced.
Los orgasmos me relajan tanto que si estoy en la cama me gusta
quedarme unos minutos abrazada a ella, con la cabeza sobre su pecho
mientras escucho como su respiración se va normalizando lentamente.
Es algo que me fascina y que surge un efecto balsámico sobre mí, tan
balsámico que cuando me quiero dar cuenta, tengo el tiempo justo de
vestirme y salir corriendo si no quiero llegar tarde.
—Mierda —bufo tras mirar el reloj.
Juliana se sobresalta cuando ruedo por la cama y por poco me caigo
al suelo.
—¿Qué? —pregunta desubicada, con los ojos medio cerrados
porque también se había vuelto a dormir.
—No te quedas más en mi casa, siempre me la lías —ladro
señalándola mientras busco ropa limpia en el cajón.
Juliana se sienta semi desnuda y me observa con gesto burlón.
—De acuerdo, no me quedo más, la próxima vez nos quedamos en
mi casa —dice finalmente, y me giro de repente y la fulmino con la
mirada.
Juliana bota los hombros sin más y se levanta de la cama.
—¿A dónde vas?
—A prepararte el desayuno mientras te duchas, de lo contrario, ya
te veo marchándote con el estómago vacío y un humor de perros.
Se envuelve en el batín que utiliza cuando se queda en mi casa y al
pasar por mi lado me besa en la mejilla y me da una palmada en el
trasero antes de salir de la habitación.
Cinco minutos después estoy entrando en la cocina al mismo tiempo que escucho saltar la tostadora. En la mesa ya está mi taza de café con leche y también la mermelada y la mantequilla junto a un plato vacío donde deja las dos tostadas recién hechas.
—Joder, igual tengo que replantearme esto del sexo matutino y
establecerlo como una norma básica —digo olfateando el pan tostado
como un animal hambriento.
Juliana se ríe y se sienta en la silla frente a mí con los brazos
apoyados sobre la mesa.
—¿No desayunas?
—Es pronto —contesta mirando el reloj—, me daré una ducha
tranquilamente. Una de esas largas que te gusta disfrutar cuando no
tienes prisa.
—Eres una perra —protesto rabiando como una niña, y ella se ríe
antes de levantarse y darme un sonoro beso en la cabeza y después otro en la mejilla.
—Yo también te quiero —me susurra—. Nos vemos luego en el
hospital, ten cuidado por el camino.
—Lo mismo digo —contesto con la boca llena, y como no puedo
besarla, le doy un apretón cariñoso en el muslo antes de que se marche
hacia el baño.
Ya llevo casi dos horas trabajando cuando Juliana hace acto de
presencia. Desde que estamos juntas, en lugar de entrar por la entrada
principal para ir a su despacho, lo hace por urgencias para saludarme y
así de paso ver cómo va todo. Estoy saliendo de un box cuando la veo
hablando con Guillermo Asensio, el jefe de urgencias.
—Hola —saludo pasando por su lado como si fuese una más.
Me meto detrás de la isla y le doy las pautas a Javi de lo que necesito que le administre a mi paciente y cuando termino de hablar y me giro, la tengo detrás, respirándome en la nuca.
—¿Hola? ¿Eso es todo lo que tienes que decir? —pregunta coqueta
después de asegurarse de que no tenemos a nadie lo suficientemente
cerca.
—Hola, doctora Valdez —respondo retadora —. ¿Eso mejor?
Ella niega cabeceando, comenzando un juego que me divierte y me
excita a la vez. Compruebo de nuevo que nadie nos presta atención y me
acerco a su oído y se lo beso.
—¿Y ahora?
—Vas mejorando, pero todavía lo puedes hacer mucho mejor —me
provoca, y ahora es ella la que acaricia mi brazo con suavidad y me
eriza la piel.
—Lo siento, pero cuando me haces ciertas cosas me deja de funcionar el cerebro —admito deseando estar en cualquier otro lugar a solas con ella—. Quizá si me instruyes, mañana lo hago un poco mejor…
Carraspeo y me separo, enseñándole un informe cuando una de las
enfermeras se acerca para mirar algo en el ordenador.
—¿Qué te parece un, hola, cariño…? —susurra siguiéndome el juego.
Le dedico una mirada acompañada de una sonrisa de devoción que
no puedo disimular y ella me hace una caricia rápida en la barbilla
antes de hacer ver que firma el papel que le estoy mostrando.
—Con eso me conformo —añade, y se marcha dejándome con el corazón desbocado como el de un potro salvaje.
Por suerte, hoy es viernes y las dos libramos este fin de semana
completo. Ya tenemos acordado que lo pasaremos en su casa y, en
cuanto llegue, tendrá que compensarme antes de que salgamos a cenar por el pueblo.
—Ya está —dice Javi cuando sale del box—. La madre quiere hablar contigo —anuncia con un gesto de compasión.
No hay nada más efectivo para bajar un calentón que hablar con una
madre sobreprotectora que cree que sabe mejor que tú la medicación
que necesita su hijo de treinta años.Aquí estamos de nuevo espero disfruten está segunda parte como disfrutaron de la primera
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LATIR DE UN CORAZON 2
FanficLa doctora Carvajal y la doctora Valdez viven uno de sus mejores momentos, tan bueno, que Juliana ya se plantea la idea de que se vayan a vivir juntas. Decidida a saber lo que piensa Valentina al respecto, se lo suelta en los pasillos del hospital e...