Juliana Valdez
Lunes, 17 de octubre de 2022
Llego al exterior con dolor en el pecho de tanto contener el aire en los pulmones. Apoyo la espalda en una columna y hago una respiración
profunda que dejo salir lentamente hasta que logro centrarme y
recuperar la compostura. Ni siquiera sé el motivo real por el que me he
puesto así, y eso me asusta casi tanto como que ella esté aquí. Me
muerdo los labios por dentro y jugueteo con la pulsera de cuerda de mi muñeca mi entras pienso en que tiene que haber un jodido error. Soy la jefa médica y si hay una nueva incorporación en la plantilla, yo debería saberlo. Entonces recuerdo la reunión de hace dos semanas con la junta directiva y abro la boca sintiéndome una completa imbécil. Se habló de que iba a quedar una vacante en neurología y que ya estaban estudiando a un par de candidatos para el puesto, que me harían llegar por correo la decisión final. El correo llegó la semana pasada, pero no llegué a leerlo porque en ese mo mentome llamó Asensio con una urgencia y lo
cerré y bajé de inmediato sin acordarme de volver a mirarlo.
—Mierda… —me lamento.
No hubiese podido cambiar la decisión de la junta, pero sí
mentalizarme de lo que iba a pasar.
—¿Estás bien?
Cuando me giro veo a Valentina a mi lado, observándome ceñuda y
preocupada al mismo tiempo.
—Sí, siento haberme marchado así —digo, y le acaricio la mejilla
y le sonrío para tranquilizarla.
Valentina se coloca frente a mí y me mira directamente a los ojos antes
de hacerme la pregunta que me da pánico responder.
—¿Quién es, juliana?
—Estel —contesto tratando de entender lo que expresa su mirada.
No sabría decir si es sorpresa, miedo, enfado o una mezcla de las
tres cosas.
—¿La que te dejó cuando estabais a punto de casaros? —pregunta
para corroborar que no se equivoca de persona.
—La misma —confirmo con un movimiento de cabeza.
Valentina eleva las cejas sin ocultar su disgusto y después comienza a
cambiar el peso de una pierna a otra de manera compulsiva e
inquietante.
—A ver si me aclaro —dice, y deja de moverse de repente—. ¿Has
contratado a tu exnovia para trabajar en el mi smo hospital que tú?
—Yo no la he contratado, Valentina, esas decisiones no las tomo yo.
—Pero lo sabías —me acusa.
—No. Te prometo que no, te lo hubiese contado.
Carvajal me mira y asiente, pero lo que viene después es mucho peor.
—De acuerdo, no lo sabías. ¿Me explicas por qué coño has salido
huyendo como si hubieras visto al demonio?
Es una pregunta que a mí también me hubiese inquietado mucho de haber sucedido todo en caso contrario.
—Porque ha sido como verlo, Valentina —admito suspirando, ahora mismo no se me ocurre una palabra mejor para definirla.
—¿Sigues enamorada de ella?
—¿Qué? —pregunto completamente descolocada—. No, claro que no, cariño.
Me acerco a Valentina y acuno sus mejillas entre mis manos sintiendo
por un momento que el destino ha decidido ponernos la primera piedra
en el camino demasiado pronto.
—Valentina , ni se te ocurra pensar en eso, ¿vale?
—Me lo has puesto un poco difícil ahí dentro, ¿no crees? — pregunta dolida, y aparta mis manos de su cara para dedicar una mirada al cielo.
Yo me fijo en su cicatriz, recorro su línea con la vista y termino
acariciándola con el dedo. Sabe que me gusta y que me relaja hacerlo, y
por un momento percibo cierto alivio en su mirada.
—Lo sé —admito, y vacío mis pulmones por completo—, es que
no esperaba verla, Valentina. Ya te dije que se largó sin darme
explicaciones, y encontrármela de repente me ha dejado fuera de juego.
Eso es todo.
—Ya, pues ahora vas a poder preguntarle lo que quieras, porque
viene hacia aquí —anuncia mirándola.
Me giro para corroborarlo y, en efecto, ahí viene, cami nando con
esa tranquilidad y seguridad tan propias de ella, como si nada de lo que sucediese a su alrededor fuese con su persona.
—Te dejo, ya nos veremos —dice Valentina, y se aleja sin más antes
de que pueda decirle nada.
Que no me dedique ninguna muestra de afecto disimulada como
solemos hacer siempre, me deja un enorme vacío que no hace más que
aumentar mi malestar. Hoy tenía que ser un día como cualquier otro,
trabajando, buscando la complicidad de Valentina en los pasillos cuando
bajo a urgencias y disfrutando de ese flirteo que tenemos como si
fuésemos dos crías, sin embargo, estoy aquí, con Estel plantada frente a mí mi entras contengo las ganas de arrearle un bofetón.
—¿Qué coño haces aquí? —bufo en cuanto la tengo delante.
—Vaya, no esperaba un abrazo, pero tampoco tanta ira.
—¿Encima con sarcasmo?
—Vale, perdona —dice en son de paz—. No sabía que tú
trabajabas aquí, Juliana, te lo juro, de lo contrario, no hubiese aceptado
el puesto.
—De eso estoy segura, enfrentarte a los problemas no es precisamente uno de tus fuertes.
Esta vez se calla y acepta el dardo envenenado con deportividad.
—¿Qué haces aquí? Creí que tu puesto en un hospital inglés era
algo que nos convenía a las dos…
De nuevo encaja el golpe sin protestar y asiente tras pinzarse el puente de la nariz.
—Lo hice muy mal contigo, Juliana, y de verdad que me gustaría mucho que tuviésemos una charla tranquila un día de estos para que pueda disculparme como mereces y contarte lo que quieras saber.
—No es ahora cuando necesito la disculpa ni las explicaciones,
Estel, las necesitaba entonces —digo rabiosa, recordando lo mal que
me llegué a sentir por su culpa.
—Lo sé, pero en aquel momento hice las cosas como las hice y no puedo dar marcha atrás.
—Ni yo quiero que la des —contesto con rapidez—. Sigues sin responder, ¿qué haces aquí?
—Me he cansado del mal clima —contesta haciendo que la mire con estupefacción.
—Muy bien, pues cerca de la costa española hay cientos de hospitales, pide plaza en otro y lárgate del mío.
—Sabes que eso no es tan sencillo, Juliana. Entiendo lo incómodo
que puede ser para ti todo esto y te aseguro que para mí también lo está
siendo, pero estoy segura de que si hablamos y aclaramos las cosas,
podemos sobrellevar la situación como dos mujeres adultas que somos.
—¿Adulta, tú?
Arqueo las cejas y resoplo sin ocultar mi indignación.
—¿Lo ves? Con cada reproche que me haces me estás dando la razón, necesitamos hablar, Juliana.
—Yo necesitaba hablar contigo hace casi tres años, cuando de
repente decidiste que todo lo que habíamos construido juntas no era
suficiente para ti y en cuestión de un mes te lo cargaste todo antes de
largarte y tener la caradura de decir que eso era lo mejor para las dos.
Era lo que te convenía a ti, Estel, y yo me quedé aquí, preguntándome a
diario qué era lo que había hecho mal —digo casi sin respirar.
—Tú no hiciste nada mal, Juliana —dice con resignación.
—Ya lo sé —la corto de malas maneras—, pero tardé mucho
ti empo en descubrirlo, así que por mí, tú y tus explicaciones tardías, os
podéis ir a la mierda.
La dejo ahí plantada y voy directa al interior del edificio sintiendo
que me falta el aire y preguntándome por qué maldito motivo no me
siento aliviada después de haberle escupido a la cara parte de lo que
llevaba guardando tanto tiempo.
—¿Todo bien? —pregunta Renata cuando paso por su lado.
Valentina está al fondo de la sala empujando una silla de ruedas hacia
los ascensores. Me mira un instante, lo justo para evaluar la expresión
de mi rostro y se da la vuelta para continuar su cami no sin más.
Siento que el aire a mi alrededor es más pesado y me cuesta cogerlo.
—Juliana... —insiste Heredia tocándome un brazo.
—Sí, todo bien, no te preocupes.
—Hombre, pues un poco sí que me preocupo —contesta algo
cortante—. Valentina me ha dicho quién es la pelona esa —dice señalando
la larga mel ena rizada de Estel.
Por primera vez desde que la he visto tengo ganas de reírme, pero
comprendo que no es el momento y me muerdo los carrillos para escuchar atentamente a Renata, lo último que necesito es que piense
que no la respeto o tengo en cuenta su opinión.
—Espero que esto no sea nada ni afecte a lo tuyo con Carvajal. En
cualquier caso, si eso no es así y no estás segura de que no vaya a
pasar, más vale que se lo digas ahora, porque como la engañes o le
hagas daño, te arranco la piel a tiras y te echo de comer a los cerdos de
mi padre.
Los ojos se me abren con exageración y asiento aceptando su amenaza.
—Quiero a Valentina, Heredia, y eso no va a cambiar porque ella haya
aparecido.
—Bien, así me gusta —dice encogiéndose de hombros con
satisfacción, y se da la vuelta y entra en un box.
Yo miro a un lado y a otro hasta que veo a Estel detenida a unos
metros de mí, con su bolso colgando del hombro mientras espera a que
alguien le diga dónde puede cambiarse y la lleve a su consulta en
planta. Al menos no es una doctora fija de urgencias y solo bajará en
caso de que se solicite su presencia.
—Vamos, te enseñaré un poco esto o empezarás a pasar consulta
tarde tu primer día.
Le hago un gesto con la cabeza para que me siga y se coloca a mi
lado sin añadir nada más, tan deseosa como yo de perderme de vista
para dejar de respirar este ambiente de tensión.Y empezaron los celos veremos qué tanto afecta esto a nuestras bebés
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LATIR DE UN CORAZON 2
FanficLa doctora Carvajal y la doctora Valdez viven uno de sus mejores momentos, tan bueno, que Juliana ya se plantea la idea de que se vayan a vivir juntas. Decidida a saber lo que piensa Valentina al respecto, se lo suelta en los pasillos del hospital e...