Juliana Valdez
Domingo, 30 de octubre de 2022
Cuando llego a la localidad de Noia solo puedo pensar en recuperar a
Valen y pedirle que después me lleve a recorrer esta maravilla de
pueblo y me enseñe todos los rincones que seguro que ha grabado en su
memoria como sus favoritos.
Me registro en un hostal muy acogedor y después de dejar mis
cosas en la habitación y darme una ducha, bajo otra vez a recepción.
—Disculpe —le digo al hombr e que me ha atendido al llegar—.
Estoy buscando un restaurante del que me han hablado, pero no tengo ni
idea de dónde está. Sé que lo lleva la familia Carvajal y...
—Ah, el mesón —dice y sonrío sorprendida al ver lo poco que me
ha costado dar con él.
Quizá sea la parte buena de que en los pueblos pequeños todo el
mundo se conozca. El hombre saca un plano de la localidad y me señala
nuestra ubicación y la del restaurante de los padres de Valentina.
—Como ve, no está muy lejos, vaya dando un paseo tranquilamente, no empezarán a servir comidas hasta dentro de una hora.
—Eso haré, muchas gracias.
Un nubarrón amenazante está empezando a ocupar todo el cielo,
cubriéndolo de un tono gris que cada vez es más oscuro. Me maldigo
por no haberme traído el paraguas y rezo para que no me caiga el
chaparrón por el camino.
Me abrocho el abrigo y quince minutos después estoy al otro lado
de la acera, observando el mesón desde fuera con el corazón desbocado
y un repentino calor subiéndome por el cuerpo. No he avisado a Valentina
de mis intenciones, solo le he enviado un par de mensajes esta mañana
diciéndole que la quiero y que su silencio me está matando. He estado
tentada de llamarla antes de salir y también cuando he llegado, sin
embargo, no lo he hecho porque para ella es muy fácil no contestar y si
me ve en persona le será más difícil seguir con su mutismo y no podrá
ignorarme.
Después de respirar profundamente para conseguir algo de calma,
me armo de valor, cruzo la calle y entro en el famoso mesón.
Veo varias mesas con el cartel de reservado a mi derecha y algunas
personas tomando algo en las de mi izquierda. El olor a comida ya lo
está inundando todo y pienso en cuánto me gustaría comer aquí con ella si la situación entre nosotras fuese otra. Me acerco a la barra y la que deduzco que es Consuelo, su madre, se acerca en cuanto me ve. Solo la he visto en un par de fotos que me ha enseñado Valentina y ahora lleva un corte de pelo diferente, pero sin duda es ella.
—¿Qué te pongo? —pregunta mientras guarda una caja de cervezas
en la nevera.
—En realidad estoy buscando a Valentina —explico muy nerviosa.
Consuelo se incorpora como un resorte y me clava una mirada
inquisitiva que aumenta mi nivel de nerviosismo.
—No está aquí —responde cortante.
Carraspeo y clavo la mirada en sus manos, algo cohibida por su
comportamiento gélido. Y ahí descubro que esas manos tan bonitas que tiene Valentina son herencia de su madre.
—¿Y sabe dónde la puedo encontrar? Soy Juliana, supongo que le ha
hablado de mí.
—Sé quién eres —escupe colocando ambas manos sobre la barra
en una pose retadora que me intimida cada vez más.
—Necesito hablar con ella.
—Eso lo tendrá que decidir mi hija.
El padre de Valentina pasa por detrás de ella en ese momento y estoy
tentada de llamarlo, quizá él sea un poco más tolerante y no esté con las
garras fuera todo el rato. Lo descarto porque creo que Consuelo me
saltaría a la yugular si trato de evitarla.
—Oiga, señora Carvajal...
—No me llames señora Carvajal —me corta y me señala con tanta determinación que doy un paso atrás—. Me casé con un hombre, no con
su apellido.
—De acuerdo, disculpe… —respondo aturdida.
—Me llamo Consuelo.
—Sí, lo sé —respondo, y cojo aire y lo expulso lentamente.
Consuelo me mira con una ceja alzada y repiquetea las uñas sobre
la barra con cierto aire de hostilidad, sumado a la determinación de
proteger a una hija de quien le hace daño como haría cualquier madre, y
entonces me doy cuenta de que me está poniendo a prueba, valorando si
merezco o no a su hija.
—No parece que le sorprenda mi visita —digo sin dejar que su
mirada me intimide más.
—Es lo mínimo que esperaba que hicieses, aunque podrías haberle
dado un poco más de tiempo.
—¿Y que piense que no me importa? Ni hablar, ya le he dado un
par de días y no le voy a dar ni uno más —contesto decidida a no ceder
—. Valentina no necesita tiempo, me necesita a mí.
Su madre eleva las dos cejas y yo no pestañeo a pesar de lo pedante que he sonado.
—Muy bien, cuando cerremos el bar le comentaré que has venido y
ella que decida si quiere verte —concluye y se da la vuelta.
—Consuelo —la llamo subiendo la voz un par de tonos, pero sin perderle el respeto.
La madre de Valentina se gira sobre su propio eje y pone los brazos en
jarras.
—Creo que no me está entendiendo, necesito que llame a Valentina
ahora, y no tengo intención de moverme de aquí hasta que lo haga.
—¿Me estás amenazando? ¿Sabes lo que es el derecho de admisión? —pregunta, y señala un cartelito a sus espaldas que no
necesito leer para saber que tiene derecho a no permitirme estar aquí.
—No la estoy amenazando, solo la informo de mis intenciones.
Alguien la solicita en una mesa y Consuelo me deja con la palabra
en la boca y se acerca para atender a dos de sus clientes. Me siento en
un taburete y me resigno a que mi única oportunidad pasa porque a
Valentina le dé por venir aquí, ya que, está claro que su madre no me lo va
a poner fácil. Consuelo vuelve a la barra y se dedica a preparar en una
bandeja lo que le han pedido.
—Si no vas a consumir , tendrás que marcharte —dice cuando ya lo
tiene todo listo.
—Póngame un café solo entonces, por favor.
—Tengo la cafetera rota —escupe y sale de la barra para llevar las
consumiciones a la mesa ante mi mirada estupefacta.
A lo mejor he de buscar otra alternativa, está claro que aquí solo
voy a perder el tiempo. Me bajo del taburete y cuando me estoy
poniendo el abrigo, Consuelo aparece y se sienta en el que tengo al
lado.
— ¿Ya te rindes? Pensaba que pelearías un poco más por ella.
—Yo no me he rendido ni me rendiré nunca —respondo aguantándole la mirada a pesar de que el corazón me late desbocado—.
El lunes tengo que volver a Girona porque el martes trabajo, así que no
tengo tiempo para estar aquí esperando a que a usted le apetezca
avisarla. Si no quiere ayudar me parece bien, es su madre y ahora
mismo debe odiarme, pero voy a salir ahí fuera y a preguntarle a todo el
que me encuentre donde vive la familia de Valentina Carvajal e igual que he encontrado el restaurante, acabaré encontrando su casa.
Me doy la vuelta dispuesta a marcharme y un golpe brusco me hace detenerme en seco.
—Vuelve a sentarte, Juliana, y hazlo antes de que me arrepienta —
exige con voz autoritaria.
Cuando me giro descubro que el golpe ha sido producido por el
énfasis utilizado para colocar su móvil sobre la barra. Me siento a su
lado sin atreverme a decir nada y Consuelo va a las últimas llamadas,
pulsa sobre el nombre de Valentina y activa el manos libres haciendo que el
corazón se me suba hasta la garganta.
—Si abres la boca te la cierro de un tortazo, ¿te queda claro? —me
advierte cuando suena el primer tono.
Asiento y alzo las ma nos cuando tres tonos después, Valentina descuelga.
—Di me, mamá —dice, y me olvido de respirar cuando escucho su voz.
—¿Cómo estás, cariño? ¿Has vuelto ya de esa vuelta que querías dar?
—Sí, hace un rato. ¿Necesitas que vaya a echaros una mano?
Yo estoy a punto de gritarle que sí, que venga ahora mismo, pero su
madre me está mirando de un modo que haría temblar al mismísimo
diablo y no quiero tentar mi suerte.
—No, qué va, tu padre y yo nos apañamos. Es por otra cosa, Valentina.
Juliana está aquí y quiere hablar contigo.
Vuelvo a dejar de respirar cuando la escucho suspirar y el silencio
se adueña de la línea, por un mo me nto te mo que haya colgado, pero veo
que los segundos que cuentan el tiempo de llamada siguen corriendo.
—¿Valen? —insiste su madre tras concederle una pausa—. Si no
quieres verla no pasa nada, ¿me oyes? Solo si a ti te apetece.
El silencio sigue al otro lado y yo ya me la i magi no tocándose la
cicatriz con la mirada fija en algún punto mi entras decide qué hacer.
—Que venga aquí, dale la dirección de casa —dice, y cuelga sin
que su madre pueda decir nada.
Consuelo me mira y yo me aguanto las ganas de saltar de alegría.
Se guarda el teléfono y vuelve al otro lado de la barra para escribir la
dirección en un papel y colocarlo delante de mí. Estiro la mano para
cogerlo y cuando ya lo estoy acariciando, su mano cae sobre la mía
como un cepo y me hace botar del susto.
—Mucho cuidadito, Juliana, procura que yo no vuelva a casa porque
me he olvidado algo y encuentre a mi hija llorando.
—Haré todo que esté en mi mano para que eso no pase, tiene mi palabra.
—También la tenía ella de que no ibas a ocultarle cosas y fíjate —
dispara haciendo que me sienta muy miserable—. Tu palabra ahora
mismo no me vale, me valen los hechos.
Cuando salgo del mesón me siento incluso mareada, después de la
tensión que he soportado ante su madre. Dejo que el aire frío me
refresque la cara y me despeje un poco, y me alegro de que al me nos el
nubarrón se haya marchado y todo en este día no sea gris.
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LATIR DE UN CORAZON 2
FanficLa doctora Carvajal y la doctora Valdez viven uno de sus mejores momentos, tan bueno, que Juliana ya se plantea la idea de que se vayan a vivir juntas. Decidida a saber lo que piensa Valentina al respecto, se lo suelta en los pasillos del hospital e...