Estel Márquez
Viernes, 28 de octubre de 2022
Son las ocho y diez de la tarde cuando Heredia cruza la puerta del bar
en el que nos he mos citado. Verla sin el pijama y la bata del hospital me
resulta incluso extraño porque siempre me ha producido mucho morbo
el uniforme médico. Sin embargo, Heredia está mucho mejor sin él, y a
eso hay que añadirle esa melena ondulada y larga que no tiene mucho
que envidiarle a la mía. Todavía no entiendo por qué se mete conmigo.
—Llegar tarde a una cita no solo es de mala educación, es una muestra de desinterés —digo mirando mi reloj cuando se sitúa frente a mí.
—Es que no tengo ningún interés y no sabía cómo hacerlo para que te quedase claro.
—Iba a levantarme para darte un beso, pero en ese caso lo mejor
será que me quede aquí sentada, ¿verdad?
Heredia me mira descolocada y yo sonrío y le hago un gesto para
que se siente. Deja su bolso y aparta la silla con cierta brusquedad antes de sentarse y mirarme ceñuda.
—Si así es como pretendes demostrarme que no eres una cabrona, lo estás haciendo un poco mal —bufa sin ocultar su frustración.
—No soy yo la que ha llegado tarde, ¿sabes lo aburrida que he
estado durante estos diez minutos ? —digo de forma dramática.
—No todas tenemos tanto tiempo como tú —ladra ella a la defensiva.
—Ahora soy una cabrona con mucho tiempo libre.
—Sí, eso.
—Vale, ¿algo más?
La situación adquiere un cierto ambiente de tensión un poco
incómodo de repente. Quizá no haya sido buena idea que el día elegido
para la cita fuese hoy, cuando todo está caliente por lo que pasó ayer
con Juliana. Me pregunto hasta cuándo seguirá persiguiéndome esto.
—¿Cómo está Carvajal?
Mi pregunta la descoloca tanto que la mandíbula se le descuelga,
no sé si por indignación por mi atrevimiento a mencionarla o por la
sorpresa de que me interese por ella.
—Pensaba que a ti eso te daba igual.
—Mira, Heredia, puedo parecer fría y distante, y también bastante
gilipollas en ocasiones y un poco ególatra, lo admito, pero de ahí a que
me guste ver sufrir a la gente de manera gratuita, hay buen trecho.
Apenas conozco a Carvajal y, aunque te parezca increíble y ella no me
soporte, a mí me cae bien. Igual que tú.
—Es que eres muy desconcertante —dice soltando un bufido que
podría haber inflado un globo de una sola vez.
—¿Por qué? ¿Porque aguanto todos vuestros desplantes y no me
hundo? ¿O porque os cuesta creer que no estoy aquí para reconquistar a
Juliana?
—Puede que las dos cosas.
—¿Y qué quieres que haga? Vosotras me habéis juzgado y contra
eso no puedo hacer nada, salvo caminar con dignidad y no permitir que me afecte que se me acuse de algo que no he hecho. Me ofrecieron un
puesto, yo estaba desesperada por volver a España y acepté, ¿tan difícil
es de entender?
—Y que ese puesto sea en el mismo hospital donde trabaja Juliana es
solo una puta casualidad, ¿verdad? —insiste ella escudriñándome con
la mirada.
—Si hubiese sabido que Juliana estaba aquí, te aseguro que no habría
aceptado el puesto, ¿crees que me apetecía enfrentarme a uno de los
episodios más duros de mi vida? ¿Sabes lo que me costó dejarla o lo
avergonzada que me siento por mi manera de actuar de entonces? No,
Heredia, no habría venido a este puto hospital, y es evidente que
también es un error tratar de convencerte de lo contrario, ya comienzo a estar muy harta de tener que justificarme de manera constante desde que estoy aquí.
Cojo el bolso y saco la cartera para dejar un billete sobre la mesa
mientras ella me observa perpleja.
—Espera, no te vayas —pide de repente cuando estoy a punto de
levantarme.
Se pone en pie cuando ve que no me detengo y me bloquea el paso
con su cuerpo. La miro airada sin ocultar el malestar que llevo días
ocultando mi entras ella observa de soslayo a nuestro alrededor por
miedo a que llamemos la atención.
—Apártate, Heredia.
—No, no quiero que te marches, joder —admite entre dientes.
—Pues tienes una forma muy curiosa de demostrarlo —contesto, y
ella se muerde los labios y me mira como una niña enrabietada.
—Tu repentina aparición ha puesto patas arriba la relación de Juliana
y Carvajal, y eso me jode, porque Valentina es mi amiga y sé lo mucho que le costó superar otro episodio de su pasado, y que ahora pase esto, no la
ayuda. Supongo que es más fácil afrontarlo si puedo culpar a alguien.
—Imagino que hablas de la muer te de su mujer.
—¿Cómo sabes eso? —se sorprende.
—Porque la gente habla, Renata, y en los hospitales las noticias
corren por los pasillos más rápido que los médicos, ya lo sabes.
—¿Nos sentamos, por favor?
—Así que no quieres que me marche, ¿es por mi pelazo? —
pregunto provocativa al mismo tiempo que me siento en la silla.
—Tienes un ego insufrible, de eso no cabe duda —protesta frente a mí.
—Es más fachada que otra cosa, pero va bien para escudarse de
gente que te ataca de forma gratuita, como tú, por ejemplo.
—Vale ya con eso, ya te he dicho por qué lo he hecho.
—Pero no te has disculpado.
—¿Es eso lo que buscas? ¿Una disculpa? —pregunta irritada.
—Estaría bien para empezar, aunque lo pasaré por alto porque me
gustan las personas que sacan las garras por sus amigas.
—valentina se ha marchado a Galicia —suelta de repente mientras
juega con el posavasos de la copa que le han traído.
—¿A Galicia? —repito impactada.
—Sus padres viven allí.
—¿Se ha marchado por lo que pasó ayer? —pregunto compungida.
—Supongo que eso ha sido la gota que ha colmado el vaso,
tampoco he podido sonsacarle mucho, y Juliana no está como para que le
pregunten. ¿Tú has hablado con ella?
—¿Con Juliana? Lo he intentado, pero dice que antes de darme
explicaciones a mí se las tiene que dar a Valentina, y me parece bien, lo
que no me esperaba es que se hubiese marchado —admito volviendo a
sentir esa sensación de culpa que revolotea a mi alrededor desde que
estoy aquí.
—A Valentina le costó mucho abrirse de nuevo a la posibilidad de
estar con otra mujer, y tu llegada la ha desestabilizado, se siente
amenazada por lo que hubo entre vosotras y la idea de perder a Juliana la aterroriza. No está lista para enfrentarse a otro vacío tan pronto.
Ahora la que suelta el bufido soy yo, ojalá pudiese hacer algo que
convenciese a Carvajal de que no soy una amenaza.
—No sé qué decir, Heredia. Lamento mucho que mi llegada esté
resultando tan terrible para todas vosotras, no era mi intención herir a
nadie.
—Lo sé, y a mí no me resulta tan terrible, es solo que me resulta
más fácil culparte que admirarte por tu aplomo. Yo ya habría salido
corriendo.
—Y ahora me admiras —sonrío satisfecha y ella tuerce el gesto.
—No tenses la cuerda, pelona, estoy intentando ser cordial —bufa
sofocada.
—¿Qué te parece si lo intentas en otra parte? —digo clavándole la mirada.
Heredia contiene la respiración y me mira boquiabierta.
—¿Te refieres a...?
—Me refiero a que te tengo unas ganas insoportables, así que
estaría bien largarnos a un lugar un poco más íntimo. Si quieres, claro,
a lo mejor has quedado con la chica esa de las ambulancias.
—¿También sabes eso? —pregunta sofocada y yo me aguanto la risa.
—Creo que me lo contaron al segundo día de estar aquí —añado
mordaz, y su cara de impresión no tiene precio.
—Entre ella y yo no hay nada serio, nos divertimos de vez en cuando y…
—A mí no tienes que darme explicaciones, Heredia —la corto
antes de que diga algo que no quiero escuchar—. Al menos por ahora.
Mi respuesta vuelve a dejarla fuera de juego y la boca se le abre
como si quisiera decir algo que no se atreve a soltar.
—¿Tú estás con alguien? —pregunta precavida.
—No he tenido tiempo para eso todavía.
Heredia frunce el ceño y le salen dos arrugas en la frente que le dan
un aire muy interesante.
—¿Es lo que buscas? ¿Pasar el rato?
—Joder, Heredia —cabeceo y vacío los pul mones agotada—. Lo que no busco en estos momentos es complicarme la vida, ¿entiendes?
Me gustas y quiero conocerte más allá del hospital, y si de paso nos
podemos divertir, mucho mejor , pero sin compromiso por ahora. Ya la
he cagado dos veces y no quiero una tercera. ¿Te sirve eso?
—Me sirve si algún día me hablas de esa segunda relación, porque
entiendo que la primera es Juliana.
—Cierto, Juliana y Cassie. Y me parece bien, otro día te hablo de
ella si quieres, pero ahora me apetece otra cosa… —respondo y me la
como con la mirada.
Heredia se levanta de sopetón y va directa hacia la barra para
pagar las consumiciones. Repiquetea con las uñas sobre la barra
mi entras espera y yo sonrío al ver lo nerviosa que se está poniendo.
—Vámonos —dice cuando paga.
—¿A tu casa o a mi hotel? —pregunto una vez en la calle.
—¿Hotel? —repite sorprendida.
—Ya te he dicho que acepté la plaza con prisas, así que no tuve
tiempo de buscar nada de alquiler antes de venir. Pero bueno, ya saldrá
algo —aclaro, y ella me mira estupefacta.
—A tu hotel entonces, seguro que tiene más encanto que mi
apartamento.
—A mí me basta con tu encanto, Heredia —afirmo y le coloco la
ma no en la espalda para guiarla hacia el hotel.
Que tal esta dos están que uffff🔥🔥🔥🔥🔥 pues aquí las dejo mañana seguimos con juliana y Valentina
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LATIR DE UN CORAZON 2
FanficLa doctora Carvajal y la doctora Valdez viven uno de sus mejores momentos, tan bueno, que Juliana ya se plantea la idea de que se vayan a vivir juntas. Decidida a saber lo que piensa Valentina al respecto, se lo suelta en los pasillos del hospital e...