Capítulo 10: Immigré (1° Parte)

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"Hay una ley de vida, cruel y exacta, que afirma que uno debe crecer o, en caso contrario, pagar más por seguir siendo el mismo."

Norman Mailer

París, Francia, año 1912 a principios de Agosto

El escenario ante él lo petrificó. No, no eran ideas suyas ni espejismos a causa del agotamiento. Karl le había dado una clara señal, y esos seres eran reales. Entonces se llenó de una profunda rabia que le costó contener.

Una vez que las personas se disiparon junto con el atardecer, Francoeur dio un gran salto. Recorrió el lugar donde avistó al vigilante, pero no encontró rastro de él. Volvió a alzarse y atravesó la ciudad, hasta llegar a ese lugar, ese maldito lugar que no quería ver más.

La puerta del laboratorio fue golpeada con tanta fuerza que espantó al profesor y a Charles. El segundo se dirigió raudamente a la entrada y en cuanto abrió, se apartó, dejando pasar a la veloz figura que se desplazaba hacia el hombre.

—¡Oh, Francoeur! Pensaba que sería Caos por la brutalidad de esos golpes.

El insecto se detuvo en seco frente a él, hiperventilando. De súbito, lo agarró de la camisa y lo alzó. El mono chilló asustado y le sujetó del pantalón, zamarreándolo.

—Pero, ¿qué diablos le sucede? —inquirió el hombre—. Usted era distinto, un caballero, ¿sabe?

—Lo único que sé, es que me tiene harto. —Apretó su puño—. Me va a decir ahora mismo que está pasando...

—¿Y qué es lo que ocurre? ¿Qué piensa hacer?

—¡Y todavía pregunta! ¡¿O acaso no es usted quien transforma a todos esos nuevos insectos que han aparecido?!

—... Yo no soy el único que tiene un laboratorio, Francoeur.

—Es el único que conozco que tiene las pociones. —Levantó la vista hacia el gran estante, pero se pasmó al hacerlo. Soltó al profesor y avanzó con lentitud. Su respiración se aceleró, miraba con horror todos los espacios vacíos. Se volteó hacia el hombre y lo miró furibundo—: ¿Qué púas es lo que ha hecho?

El señor miró hacia los frascos que le quedaban.

—Solo reordené mi inventario.

—Claro —interrumpió—. ¿Y quiere que crea eso?

—¿Y qué hará? —respondió, mirándolo—. ¿Deshacerse de todo, con el riesgo de crear más seres? Yo no haría eso siendo usted. ¿Acusarme con la policía? ¿Tiene pruebas? Ya han estado aquí, y no han hecho más que interrogarme. Y si les dice algo, sospecharán y también irán tras usted. ¿O me equivoco?

—Ya sabía que no iba a servir de nada venir. —Frunció el ceño—. No... De algo sirvió, para convencerme de la clase de persona que es usted. —Se le acercó—. ¿Creyó que entregándome a Weto me quedaría tranquilo?

—¿Quién es ese?

—El grillo que trajo de Inglaterra.

—Yo no...

—¿Qué? —Se inclinó ligeramente sobre él—. ¿Cree que no sé lo del insecto del laboratorio italiano? —Vio como sus ojos se abrían tras sus gafas rectangulares—. ¿Quién me asegura... que las demás pociones no las llevó usted mismo a otros laboratorios? —Se irguió—. No sé qué es lo que está haciendo, pero más le vale que se detenga. No podrá impedir que todo se salga de control, la policía de un modo u otro atará los cabos e irá por usted. Y espero que, estando preso, pare esta locura. —Caminó con paso seguro hacia la entrada y cerró con tanta energía que los cristales de gran parte de la estructura vibraron a riesgo de romperse.

Aventuras Parisinas VOL.2Where stories live. Discover now