Capítulo 12: Pesadillas (5° Parte)

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—Rue Saint-Paul, número...

Caos forzaba a Francoeur a repetir el nombre de la calle y el número donde se ubicaba la sastrería. Se aseguraba constantemente de que siguiera presionando la herida con todas las fuerzas que tuviera.

—Ya estamos cerca, Francoeur.

—Rue...

—Por favor, no te duermas. —Aterrizó en una callejuela y caminó con celeridad, el corazón estaba que se le salía del abdomen. Acomodó en sus brazos al insecto y acarició levemente su mejilla. —Mírame. Francoeur, mírame.

El hematófago forzó sus párpados para obedecer a la petición y apretó la garganta, debía de contener de alguna forma su dolor.

—Caos... Ella tenía razón. Debí escucharla, Caos, debí hacerlo.

El mayor simplemente lo estrechó aún más contra su cuerpo.

—... ¿Qué calle es, Francoeur? ¿Cuál es el número?

—Saint Paul...


Matt revolvió sus ásperas manos entre los múltiples papeles que desbordaban de un mesón. Varios se cayeron y algunos otros los arrojó sin más, hasta que encontró el que buscaba. Leyó las primeras hipótesis que formuló en su momento y se reclinó rendido en la silla.

Desvió sus oscuros ojos a otra mesa. Una botella descansaba en un rincón, rellena con fragmentos de vidrio. La acompañaba el tabaco molido en un Petri, frascos con diferentes solventes cada uno, placas con sangre, de mamífero y artrópodo, enmarcadas, rodeadas de aclaraciones y tres etiquetas clavadas a signos de interrogación.

—Fertilizante, Atomizador, "M" ... ¿Qué es M? —preguntó mascullando.

Deslizó sus tres dedos sobre uno de los delgados brazos y observó con detenimiento como lograba articular las falanges. Restregó su mano por donde alguna vez tuvo nariz y quiso arrancarse la rubia cabellera que ya no poseía.

Abandonó ese cuarto, cerrando con cuidado la puerta y se dirigió a un pequeño salón, donde encontró a Pok sentado en un sofá. Sus piernas temblaban frenéticamente, como si estuviese ansioso. También notó que jugueteaba con algo entre sus garras.

—¿Qué haces?

La araña alzó la vista y resopló, formando muecas con su boca.

—Cómo va la investigación, ¿eh?

Matt dejó escapar un hondo suspiro y caminó hacia él, negando. Iba a decir lo que se decía una y otra vez, que fuera paciente, que hallaría una solución, pero se detuvo abruptamente. El pecho se le hinchó, no supo si podría hablar.

—¿Qué es eso? —dijo al fin, señalando con celeridad a esas manos grises.

Pok se contentó con alzar el habano para que pudiese apreciarlo mejor, sin quitarle los ojos de encima.

—Meses, y no he probado su sabor. —Agarró una navaja con sus otras manos.

—¡Alto!

—¿Qué? Cómo si no supiera que es lo que voy a llevar a mis pulmones.

—Ya no tienes pulmones, Pok. —Tragó saliva y siguió con un hilo de voz—: No tienes idea de lo que puede hacerte.

El vaquero ya había escuchado algo así. Se rumoreaba sobre el peligro del tabaco, como cualquier otro mal vicio. Siguió con la vista fija en él, retándolo a mantener la mirada, quiso demostrarle cuanto le importaba, cuanto cuidado tuvo antes y cuanto le importa ahora. Ahora más que nunca.

Aventuras Parisinas VOL.2Where stories live. Discover now