Capítulo XI 𝘾𝙖𝙨𝙞 𝙢𝙪𝙚𝙧𝙩𝙖

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-¿Qué tal dormiste, Crys?-. Patricia, su madre le servía un poco de café en su taza favorita. Crystal estaba algo tensa de los hombros y el dolor de cabeza que tenía el día de ayer finalmente había pasado, no era algo que la noqueaba para estar acostada pero sí era molesto. El situación la tenía muy tensa y nerviosa. Pensar en la conversación que había tenido ayer en la noche con Bastián y Olivia la había dejado pensando en qué iban a hacer. Eran demasiados sucesos, nombres, tantas y tantas cosas que no sabía si lo resolverían y eso le quitaba el sueño pensando en qué hacer.

-Bien, supongo. No se puede descansar con un asesino suelto-. Le dio un sorbo al café y se quemó la punta de la lengua, hizo un pequeño ruidito y su madre lo vió todo.
-Perdón, está caliente-. E hizo una mueca por haberla olvidado.
-Ya le hablamos al cerrajero-. Su otra madre, Laurence, aparece por la puerta de la cocina. Trae el teléfono en mano.
-¿Cambiarán las cerraduras?
-Sí, y añadiremos más. Además de un sistema de alarma-. Patricia muestra el paquete sobre la mesa.
-Bueno pareceremos caja fuerte -Crystal toma una fresa entre sus dedos y la muerde-, ¿No me dejarán ir a trabajar?
-¿Parecemos malas madres? -Patricia ni tenía planeado aceptarlo por más que Crystal rogara-, Te quedarás en casa y siempre nos mandarás tu ubicación para saber que estás bien.
-¿Qué hay del funeral de Camila? Los Batrells llamaron hace como veinte minutos para pedir que fuéramos-. Crystal hizo un ligero gesto hacia el teléfono en la pared.
-Iremos obviamente para mostrar apoyo a los Batrells pero de ahí vendremos directamente hacia acá, ¿de acuerdo?
-De hecho necesitaré que me dejen salir con los chicos en una hora, ¿Sí? Por favor estaré bien, estaremos en la biblioteca se los prometo.
-¿No nos escuchaste?-. Laurence inclinó su cabeza.
-Por favor, entiendo que me quieran cuidar pero no me pueden resguardar en un frasco, por favor. Estaré en la biblioteca, hay seguridad ahí además que les mandaré mi ubicación en tiempo real-. Juntó ambas manos e hizo cara de puchero, sacudiendo ambas manos como si estuviera orando. Miraba a ambas tratando de hacer ceder a una, así funcionaba siempre.
-¿Qué dices?-. En esta ocasión había sido Patricia, lo cuál le había dado una buena señal a Crystal porque de ambas madres, Patricia, era la más estricta.
Laurence lo pensó un poco mirando a Patricia, su mirada cambió a Crystal que mantenía su pose de súplica. -Está bien, pero te queremos aquí a las tres, si quieres puedes venir con Bastián y Liv pero no tarden más, si llegan mucho antes mejor, ¿bien?
-Sí, lo prometo-. Crystal cambió su rostro suplicante a uno con una gran sonrisa, abrazó a ambas de sus madres y corrió arriba para alistarse.
-Tengo miedo que algo pueda pasarle-. Patricia aprieta la taza entre sus manos. Fue una punzada en su pecho la que la hizo sentirse de tal manera en cuanto Crystal subió a su cuarto. El calor de la taza le pareció tan intenso que la dejó sobre la mesa como si hubiera sido quemada por una llamarada.

Laurence hizo una mueca, se acercó a tomar a su esposa de las manos y tratar de apaciguar el dolor en sus palmas enrojecidas. La delicadeza en el tacto de Laurence la relajó, no tanto como para olvidar que su única hija podía ser atacada, pero sí para poder atenuar el dolor que la taza caliente le había dado.

-Le hemos enseñado cómo cuidarse, debemos confiar en ella. En cuanto me preguntaste sabía que era seguro, lo hemos hecho bien. No tienes por qué preocuparte, confía en ella.
-Confío en ella, pero no en la gente. Tú perfectamente sabes por qué venimos a este pueblo-. Patricia estaba poco de llorar.
-Seguridad y una mejor calidad de vida. Ya lo sé, pero... ¿Cómo sabes que algo así pasará en donde vives? Es una probabilidad pequeña-. Laurence trataba de calmarla, al principio creía que el temblor de sus manos era por el café pero en realidad se trataba de la preocupación de una madre, que ella también sentía pero que debía dar un voto de confianza.
-Todo estará bien, estaremos hablando con ella a cada media hora, ¿sí? También me pone nerviosa la idea de que salga pero no podemos encerrarla para siempre.
-Está bien, está bien -Patricia abraza a su esposa, sabía cómo hacerla sentir mejor-, Pero hay que hacer que desayune porque ni siquiera comió nada.
Laurence sonrió y asintió acercándose a las escaleras para llamar a Crystal.

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