Capítulo VIII 𝙀𝙡 𝙞𝙣𝙩𝙚𝙧é𝙨 𝙙𝙚 𝘾𝙧𝙪𝙯

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–Tuviste demasiada suerte–. Le comentó la doctora al terminar de colocar el vendaje en su pierna. Bástian la miró, una sonrisa forzada apareció en su rostro, no creía haberla tenido en lo absoluto. Mirar a una mujer inocente siendo brutalmente asesinada no era un signo de suerte para él, pero para Cruz, sus padres, sus amigos y hasta para el señor de limpieza sí que lo era, pues este último le dijo que tenía otra oportunidad en la vida, un muchacho realmente suertudo. Bástian no quería hablar, no podía cerrar los ojos sin ver aquella escena una y otra vez sin, esa mandíbula desgarrada derramando sangre, era tan asqueroso y detallado, tan irreal, tan sanguinario y frío como aquella escena del baño en la escuela, que le revolvía el estómago. El oficial Cruz se hallaba con Sheila escuchando y anotando para levantar el reporte. –No te dañó en ningún lugar importante, no tocó nada que pudiera dejar daño permanente más allá de las cicatrices.

Su madre sujetaba un pañuelo frente a su nariz, no dejaba de llorar y George trata de abrazarla pero esta retiraba su hombro de su alcance.

–Entonces fuiste a casa de Craven debido a...–. dice Sheila motivándolo a seguir narrando.
–A buscarla, había desaparecido así de la nada.
–¿Sólo estabas tú? ¿No hay alguien que apoye los sucesos que nos describes?
–Ya les dije, solo mis padres hasta que me separé de ellos para ir a buscarla–. Bástian lanza un quejido cuando trata de levantarse.
–¿Sabías que la señora Craven había recibido un extraño paquete? ¿Lo viste?–. Sheila da un paso adelante para atrapará su atención.
–No… ¿Por qué? ¿Eso qué tiene que ver ahora?
–Fue un paquete exactamente igual que tenía Camila a un costado de ella–. Cruz lograba plasmar un rostro inexpresivo, pero en la cuál podías leer esa molestia y frustración por la que era conocido.
–No sabía… ¿Eso qué quiere decir?–. Bástian presionó ligeramente sobre su herida.
–Nada que dejas saber detalles solo queríamos saber si habías visto dicho paquete. Pero es muy raro que nadie pueda corroborar tu historia o mucho menos que hayas visto el paquete.
–¿Estás hablando enserio Alejandro? –Olga se le acercó a Cruz, levantando la voz–, ¿No le crees?
–Solo trato de hacer mi trabajo.
–Mi hijo pudo haber muerto, te está contando lo que le sucedió y lo que haces es cuestionar lo que te está diciendo–. George se unió a la conversación detrás de Olga.
–Preguntaba solo si había otro testigo que nos ayudara con la descripción del o la sospechosa.
–Ya les dije que usaba disfraz. No se podía ver debajo, era una máscara y la hoz.
Olga se detiene en seco al escuchar la mención de la hoz, ¿era posible?
Olivia se acerca a los pies de la cama de hospital en dónde Bástian se hallaba sentado. –¿Disfraz? ¿Cómo era?
–Plumas, máscara tipo carnaval de Venecia, capa negra, guantes negros brillantes–. Decía tratando de recordar.
Olivia lo miró detenidamente, entrecerraba los ojos y parecía haber descubierto algo, su rostro cambió a una expresión con la boca abierta. –Olvidé que debía quedarme en la tienda de mi padre, carajo. No hay nadie ahí ahora. Nos vemos luego, ¿Sí? Cuídate, Bástian, iré a verte más tarde.
Olivia salió prácticamente corriendo de la habitación, antes e que siquiera pudieran decirle algo, una adiós incluso. Bástian se quedó con la palabra en su boca así como Crystal.
–¿Qué le sucedió?–. Pregunta Sheila mirándola extrañada.
–Ni idea, es la más rara de los tres–. Responde Crystal con una sonrisa.
–Volviendo a lo nuestro, Bástian. ¿Cómo era el arma?–. Dice Cruz poniéndose firme.
–Pues...
–Una hoz, tornasol, hoja con doble filo y mango negro brillante que parece derretirse hacia arriba de la hoja–. Todos la miran en silencio, Olga no dejaba de ver a su hijo.
–¿Cómo lo sabes?–. Su ex esposo parecía el más confundido.
–Yo la hice –admite–, fue un pedido.
–¿Cómo?–. Bástian estaba horrorizado.
–¿Qué cosa? ¿Es una broma?–. Alejandro no se movía y Sheila se había quedado sin palabras.
–¿Y no lo creíste importante cuando tomamos el reporte de cuando entraron a tu casa ayer por la noche?
–No, creí que podía reemplazarlo. Siempre hago ese tipo de encargos, ya lo habían pagado, creí que podría hacerla de nuevo hasta ahora que escuché con qué mataron a mi vecina.
–¿Quién hizo el pedido?–. Alejandro se le acerca.
Olga tartamudea hasta poder formular una oración. –No lo sé, a veces manejo pedidos anónimos por cuentas externas. Esta fue una de esas situaciones.
–No lo puedo creer –Sheila se apresura a la puerta–, debemos informarlo a la estación. Ya regreso.
–Son cosas importantes, Olga –Alejandro estaba notablemente molesto–, ¿Por qué no decirlo?
–Ah no –Olga se para firme–, no vengas a culparme. Ustedes debían estar patrullando la calle, ¿Dónde estaban? Mi hijo tuvo que esperar a que la señora Craven llamara a la policía. Y si quieres apuntar, señálate a ti mismo, ¿Dónde está él?
Alejandro sabía perfectamente de quién hablaba. Se quedó mirándola en silencio hasta que abrió la boca. –En la cárcel.
–Olvídelo –Olga interviene–, todo esto es una estupidez. Mi hijo vendrá a casa conmigo ahora y descansará, puede continuar con las preguntas otro día, ha sido suficiente para él por hoy.
–Esperen –Bástian recuerda y añade–, ¿Quién es Lydia?
Olga y Cruz lo miran casi al mismo tiempo. –Lo había olvidado, la señora Craven mencionó a su hija llamada Lydia y a ti…–. Miró a su madre y pensó en su padre pero decidió no continuar–. ...Juntas.
–Es una de las víctimas originales. No es relevante ahora –Cruz mira a Sheila y le sonríe a Olga forzadamente–, tiene razón, Bástian estará demasiado cansado para responder esto ahora, mejor otro día.
–Vamos, hijo –Olga se posa sobre el quicio de la puerta y le agita la mano. George lo ayuda a caminar mientras Crystal lo sostiene del hombro.
–¿Será todo?–. Pregunta Sheila mirando a Cruz observando a los Rivera y a Crystal por el pasillo.
–No –comenta él sonriendo–, sólo debemos evitar que sospeche que es nuestro principal sospechoso. Él ha sido el único en encontrar los cuerpos.

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