Capítulo IX 𝙀𝙣 𝙦𝙪𝙞𝙚𝙣 𝙘𝙤𝙣𝙛í𝙖𝙨

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Olivia corrió hasta llegar a casa, haber bajado del taxi casi sin haberlo pagado había sido un retraso pero el señor fue bastante considerado pues todo el camino había estado distraída y temblorosa. En cada oportunidad que tenía el taxista quería hacerle un poco de plática pero ella no prestaba atención o simplemente no escuchaba o daba respuestas que ni ella misma podía comprender una vez que la repasaba en su cabeza. A pesar de todo eso el taxista fue muy amable con ella, no quería distraerla más de sus asuntos por lo que el hombre de treinta años la había dejado tranquila sin agobiarla con temas aburridos.

Olivia había dicho una mentira piadosa para escapar del hospital, creyó que había funcionado pues su manera de actuar era lo más natural posible o eso creía ella.
Su melena rubia volaba con el aire, sus pasos sonaban fuertemente contra el piso, quizás eran las botas que estaba usando o que seguía corriendo pero en definitiva se sentía en una película de suspenso, pensando en el momento de entrar por esa puerta y hacer la pregunta. No sabía cómo se sentía o cómo debía sentirse, ahora lo que sabía era un misterio, al menos uno resuelto pero ante este surgirán miles de preguntas más.

Ahí estaba, su hogar y su trabajo, acercándose a ella con cada paso que daba y ahí mismo estaban Daniel y su padre. Su mano se extendió hasta la puerta y con la campana sonando anunciando su presencia finalmente preguntó: –¿Por qué no nos dijiste que hiciste el disfraz de TongueTwister?

Steven guardó silencio, estaba en medio de la tienda en completa oscuridad, sus ojos claros se clavaron en Olivia, su única hija mujer, que lo estaba confrontando en ese momento con esa mirada que incluso parecía juzgarlo, jamás la había visto así pero sabía que finalmente se le iba a preguntar.

Steven había criado a Daniel con su esposa Fran y desde el primer momento que Daniel comenzó a caminar siempre eligió a su madre. Steven desde que supo que Fran estaba embarazada se dedicó a investigar sobre el ser padre, cómo no malcriarlo y que lograra ser una persona funcional para la sociedad, creía que debía educarlo de manera en la que si Steven llegara a faltar pudiera cuidar a su madre, y cuando nació Olivia, a su hermana también. Steven había pasado horas, de la mano de Fran, investigando sobre el ser padre.

Ambos esposos pasaban las noches en cama leyendo libros de paternidad o acudiendo a sesiones de grupo con otros padres primerizos, quería hacerlo bien. Pero Steven sabía que había algo raro con Daniel, no había problema que él siempre fuera a buscar a Fran, que cualquier cosa siempre iba detrás de su madre y todo su mundo era su madre, pues sabía que estadísticamente los varones siempre escogían a la mujer que los tuvo en su vientre con la cuál entablaban una relación más cercana, pero Daniel era diferente, creía Steven.

Daniel siempre evitaba a su padre, sí lo quería pero siempre parecía que solamente en esa casa habían dos personas, una madre y su hijo. Steven sabía que por más que intentara no tendría una relación más cercana con su hijo, se había resignado a aceptarlo y amarlo así. Cuando se enteró que Fran estaba embarazada de nuevo, después de que el pequeño Daniel cumpliera cinco, pensó que podría crear un mejor vínculo con su siguiente primogénito. Y así fue, Olivia llegó, logró ser más unido a ella y creyó siempre que Daniel sería el chico que lo confrontaría de ves en cuando y se quedó en su cabeza para siempre cuando Fran murió. Steven tenía a su cargo a dos jóvenes, uno de diecinueve y otra de catorce.

La relación con Daniel se fracturó aún más, no comía, no le hablaba, no le expresó cómo se sentía, no lograba conectar con su propio hijo y por eso creyó que cuando llegara el momento de decirles toda la verdad, todo se volvería un caos y podría destruir a sus hijos pero jamás llegó a creer que la primera de ellos en confrontarlo sería Olivia. Y el verla ahora frente a él, tan molesta, tan herida y más que obvio traicionada.

Daniel cerraba la caja registradora, terminaba de contar las ganancias del día y los encargos que serían enviados para el fin de semana. Miró a su hermana, para él había aparecido mágicamente en la puerta porque estaba tan concentrado que ni la había escuchado. Pero sus oídos prestaron principal atención a la pregunta que había salido de su boca. Daniel se limitó a girarse para ver a su padre que estaba estático.

–Contesta –Olivia estaba acercándose a él agresivamente hasta detenerse frente a su padre–, sabías que era su disfraz o al menos que había algo mal con él.
Steven caminó por la tienda dándole la espalda a su hija, con las lágrimas en sus ojos brotando una tras otra.
–Contesta, papá –Dijo Daniel detrás de él, Olivia iba a su paso, ambos hermanos siguiendo a su padre–, ¿Es cierto lo que dice?
–Sí–. Steven se detiene frente al disfraz de Freddy Krueger en la sección de licencia de su tienda. Con sus dedos toca la tela del suéter y luego el sombrero.
–¿Quién lo pidió? ¿Por qué accediste?–. Daniel trata de buscar su mirada pero su padre divagaba en toda la tienda hasta esas dos preguntas. Se acercó a la puerta y cambió el letrero de abierto a cerrado. –Tenía qué.
–¿Eres el asesino?–. Una lágrima apareció derramándose sobre la mejilla de Olivia, la sola pregunta le causaba romperse.
–No –Steven se apresura a su hija claramente confundida–, Cariño, no. Eso jamás.

Olivia no le permitiría tocarla, un paso hacia atrás fue suficiente para hacer entender a su padre que le temía, pero ella tampoco pensaba con claridad.

–Liv –Miró a ambos de sus hijos–, no soy el asesino. ¿Qué me dices del robo? Daniel estaba conmigo.
–Actúas muy extraño cuando te preguntábamos sobre el pedido; jamás respondiste–. Daniel se coloca detrás de Olivia.
–Debía hacer el disfraz, en principio creí que era un encargo normal, como cualquier otro. Hasta que noté todos los detalles.
–¿Qué quieres decir?–. Steven se apresuró al mostrador en dónde Daniel se hallaba hace un par de minutos, sacó una pequeña caja de madera que ambos de sus hijos conocían muy bien. El registro fotográfico de todos los disfraces.

Olivia siempre era la encargada de tomar las fotografías, todas y cada una de ellas eran almacenadas en carpetas en la parte de bodega junto con muchas telas que no eran tan usadas así como con documentos de la casa y del negocio. Las fotografías más recientes no se archivaban en esas carpetas sino pasado un mes en caso de que el comprador solicitara otro modelo exactamente igual.

Olivia sacaba siempre cuatro fotografías, de todas las caras del disfraz. El frente, la parte trasera así como ambos costados para mantener la simetría y los detalles iguales. Además de pequeñas muestras de telas de los sobrantes al costado de un documento en el cuál se detallaban las costuras, medidas y tipos de telas que se usaron para la elaboración de dicho modelo, después de eso se archivaban en bodega.

Steven sacó cinco fotografías, Olivia lo supo de inmediato en cuanto se acercó a la caja, era el disfraz. –Este fue el pedido que pidieron y el que robaron. Olivia tomó las fotografías en sus manos, Daniel se acercó a su hermana y miraba desde su hombro. Plumas, capa, terciopelo y los detalles del cuello así como de la camisa y los guantes. Olivia no quiso siquiera seguir pasando las demás fotografías, con ver las primeras dos fue más que suficiente por lo que se las regresó con agresividad a su padre. Sin duda era ese el disfraz del asesino.

–Tienes que ver las demás, es importante…
–Ya no quiero ver más, no quiero. Es demasiado–. Olivia lo interrumpe con la voz cortada.
–¿Por qué no decirnos?–. Daniel, a pesar de ser algo callado, siempre parecía tener algo que decir pero está ocasión lo dejó sin palabras, no tenía nada qué comentar solo podía preguntar porque era lo único que su cabeza podía formular en ese momento.
–No quería ponerlos en peligro pero ya lo hago al decirles todo esto–. Steven tomó fotografías y las guardó en la caja nuevamente.
–Siempre es lo mismo contigo –Daniel caminó hasta empujar a su padre con su hombro, dirigiéndose a las escaleras para ir a casa–, ¿Cuándo nos dirás la verdad?
–Aún no, no puedo hacerlo.
–Ni siquiera puedo mirarte –Olivia se secó las lágrimas y fue detrás de Daniel hasta detenerse al subir dos escalones para ver a su padre–, Y mucho menos puedo estar cerca de ti.

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