Capítulo XIV 𝙋𝙤𝙧 𝙡𝙖 𝙫𝙚𝙣𝙩𝙖𝙣𝙖

4 2 0
                                    

–¿De verdad no iremos?–. Crystal se posó delante de Patricia quien levantaba la diamantina de la entrada.
–Ya te dijimos que no, Crys. Deja de insistir–. Su madre no despegaba la mirada del suelo, con la escoba se movía de un lado a otro tratando de no barrer los pies de su insistente hija.
–¿Cómo el aislarnos nos ayudará? –Crystal se inclinó frente a ella buscando su mirada–, es en serio, me atacaron aquí en nuestra propia casa... ¿Creen que quedarnos aquí sea buena idea que en un lugar repleto de gente?
Su madre se enderezó visiblemente molesta, recargó ambas manos sobre el palo de la escoba y se recargó en él mirando a Crystal fijamente. –Sí–. Respondió y levantó el desastre en su puerta para después entrar a casa.
Crystal fue detrás de ella una vez más para seguir convenciéndola. –Los Batrells necesitan apoyo. Camila era una buena chica, no puedo decir que éramos amigas pero teníamos una relación amigable.
–Tenemos que pensarlo –su madre levantó el recogedor sobre el cesto de basura–, no queremos quedar mal con los Batrells y las demás familias pero creo que entenderán que no podamos ir después de que nuestra hija ¡casi fue asesinada en mi presencia!–. Lágrimas brotaron de sus ojos, dejó caer el recogedor y se recargó sobre el lavabo de la cocina.
–Lo siento –Crystal abrazó a su madre, un fuerte apretón que levantó el rostro para mirar a su hija.
–No quiero perderte, no podría. Cuando mataron a tu compañera me estaba muriendo de terror porque no tenían la información completa. Los noticieros decían que una chica de último año había sido brutalmente asesinada y no podía estar en paz–. Patricia se limpió las lágrimas y abrazó a Crystal todavía más fuerte. –Perdóname por ser tan estricta pero no quiero que les pase nada, ni a ti ni a mamá.
–Entiendo; iré a mi cuarto, ¿está bien Tengo algo de sueño, quizá duerma un poco–. Preguntó inclinando su cabeza hacia las escaleras.
–De acuerdo, cariño –Su madre peinó el cabello de azabache de Crys con sus dedos–, cualquier cosa grita, quiero que te sientas segura. Hay policías patrullando la zona y te dejé un paralizador en el cajón de tu mueble al lado de tu cama.
–Wow –Se apartó y sonrió–, de verdad que está preocupadas. ¿También tienen motosierras bajo la cama o algo así?
Su madre comenzó a reír. –Anda ya ve a descansar. Te quiero.
Crystal caminó hasta las escaleras mientras le respondió: –Y yo a ti.

Crystal miró detrás de ella hacia la entrada principal, su madre apareció con un cerrojo nuevo empaquetado y un par de destornilladores. Una vez dentro de su habitación cerró la puerta y notó la cinta sobre el agujero en ella; Laurence había tapado el hoyo de su cuarto con cinta adhesiva blanca para hacerla pasar por el tono de la puerta hasta que tuvieran tiempo de cambiarla.

Se detuvo detrás de la puerta unos segundos y pensó en la situación, no sabía qué hacer porque sus madres estaban muy preocupadas por lo que recordó cuando tenía ocho años en aquél parque en Spring Heights cuando tras estar jugando en la resbaladilla no logró sentarse a tiempo en la parte superior para deslizarse y con un pequeño tropiezo cayó cortándose diez centímetros a lo largo de la pierna con el hierro levantado de la resbaladilla. Laurence había comenzado a llorar desconsolada y Patricia la cargaba en sus manos y corrían al auto mientras dejaban inmensos rastros de sangre, una cantidad que Crystal a su edad jamás había visto incluso a estas alturas. Sus pequeñas manos se habían colocado frente a su cara para mirar las manchas de ese espeso líquido oscuro, no sentía nada y hasta que cumplió los catorce se enteró que no había sentido nada en ese momento por algo llamada adrenalina.

Toda esa situación le recordó hasta este momento porque esa tarde cuando se cortó la pierna descubrió el temor de sus madres que era el perderla o que sufriera y saliera herida ante cualquier situación, no había entendido la reacción de sus madres hasta más grande pero ahora era lo mismo, porque ahora no querían dejarla salir y hace años ante el suceso no la habían dejado subirás a ningún juego de metal por los tres años que siguieron, esa era su manera de protegerla y no podía culparlas porque para ellas era una forma válida de salvarla del mundo. Pero no sólo había sido eso, el temor al mundo sino la reacción del mismo cuando notó que tenía dos madres y esa era la preocupación de ellas ante lo que cualquiera pudiera decirle. Siempre ante cualquier situación le decían que ante cualquier situación de peligro simplemente se alejara de ello pero ni siquiera podía hacerlo por sí misma porque sus madres siempre estaban haciéndolo por ella.

Crystal ante todo quería que estuvieran calmadas pero no podía no ir al funeral, sí lo entendía, querían protegerla pero no era la manera, no más. Debía pelear. Caminó a su armario y se cambió a lo que había pensado usar para el funeral, un vestido negro largo y liso con las mangas transparentes y un cinturón que marcaba su cintura.

Miró hacia la puerta como si en cualquier momento su madre fuera a entrar a su cuarto, temía que la viera arreglada y acomodando su cama como si alguien estuviera durmiendo en ella pero en realidad no había nadie, solo un par de almohadas. El seguro debía ser más que suficiente, siempre lo colocaba y cuando estaba puesto sus madres sabían que era cuando estaba durmiendo por lo que ese detalle la tranquilizó un para poder abrir la ventana lentamente sin desviar su mirada de la puerta hasta que finalmente logró abrirla sin hacer ningún ruido. Colocó un pie fuera de la casa, creyó que sería más fácil pero el vestido lo complicaba pero lo había logrado, iría al funeral.

Harper Hills Donde viven las historias. Descúbrelo ahora