No fuimos hechos para ser perfectos

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No fuimos hechos para ser perfectos, porque la vida tampoco es perfecta. Por eso, lo más normal es equivocarse. Por eso hay que correr riesgos y dejarse llevar a ciegas…pero por ese mismo motivo, debemos aprender a ser sinceros. Sinceros con los demás, pero en primer lugar, sinceros con nosotros mismos.

Aprender que en la vida no se cuenta lo malos que somos por las veces que nos equivocamos, sino que lo que nos hace merecedores de admiración, aquello por lo que se nos premia, es por las veces que somos capaces de corregir esos fallos.

Es cierto que cuando nos equivocamos, sobre todo cuando fallamos a alguien a quien queremos, podemos llegar a hacer mucho daño. Pero querido amigo, puedo asegurarte que la única forma de curar ese daño es abriendo nuestro corazón, siendo sinceros, y esperando que nos puedan perdonar.

Porque rectificar es de sabios. Porque todos hemos cometido errores y anhelamos el perdón. Porque no existe zanja lo suficientemente profunda como para esconder todos nuestros errores. Porque todo sale a la luz.

Tarde o temprano la persona a la que le ocultamos nuestros defectos descubrirá la verdad y entonces se sentirá defraudada, traicionada, utilizada… y ese sentimiento es el peor que puede existir. Porque la traición siembra la duda, y la duda hace imposible el perdón.

Por eso querido amigo, no temas por tus fallos, porque son muestra de tu humanidad. Simplemente alcanza la sabiduría para reconocerlos, la fuerza para afrontarlos y el coraje para pedir ayuda cuando la necesites. No esperes que tus errores te atrapen. No pienses que las cosas son así y que así es como siempre van a ser.

Amigo mio, deja de esconderte tras tus defectos y decide quien quieres ser.

Mi corazón en papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora