Capítulo IX: "Se acerca el tiempo de la verdad" (V/V)

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Séptima lunación del año 304 de la Era de Lys

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Séptima lunación del año 304 de la Era de Lys. El palacio Flotante, Aaberg, reino de Augsvert. 

V

Aren

No era fácil encontrar una piedra de Sýna, no cualquier hechicero la poseía. La liga de Herir contaba con casi toda la existencia de esas rocas, pues la usaban en la detección de hechiceros oscuros. Solicitar una a la liga, sería igual a colocar una enorme luminaria sobre Augsvert y advertirles que estábamos tras la caza del hechicero oscuro.

Por suerte, en el palacio Adamantino había una.

Tal como se lo había prometido, me reuní con Englina. Debía honrar mi palabra y contarle el resultado de mis averiguaciones. También quería saber si ella o su madre estaban al tanto del robo de la espada y en caso de que así fuera, por qué no habían hecho nada por investigarlo.

La reina y la reina madre Engla me esperaban en uno de los saloncitos privados de las dependencias de Englina. Ambas me miraron con extrañeza cuando entré acompañado de lara Moira. La comandante me había conseguido la piedra Sýna a cambio de que la dejara estar presente en la conversación que mantendría con la reina y su madre. Sospechaba que deseaba conocer los verdaderos motivos de por qué la reina Engla no hizo nada por investigar la profanación de la tumba de Seline.

—Majestades. —Hice una profunda reverencia—. ¡Que las flores de Lys descienden sobre vuestras cabezas!

Englina nos miró a ambos, luego esbozó una diminuta sonrisa. La reina madre, por el contrario, se limitó a observar recelosa a la comandante.

—Espero no incomodaros, Majestades. —Lara Moira hizo la debida reverencia.

—No es molestia, lara Moira —dijo Englina—, sabéis que sois bienvenida siempre.

Englina me miró interrogante. Yo le había dicho que quería hablarle de mis averiguaciones, de seguro, el que estuviera acompañado de la comandante la desconcertaba.

Me senté en el sillón forrado de terciopelo que se encontraba frente a ellas, mientras lara Moira permanecía de pie detrás de mí. Les expliqué que sospechaba que el hechicero oscuro había hecho de la reina Seline un draugr; que esta había convocado su espada y por ese motivo no se encontraba en la tumba.

—¿Qué tía es un draugr? —Englina me miraba sorprendida—. ¿Por qué creéis eso?

—Cuando luchamos contra el hechicero oscuro en Skógarari, reconocimos el estilo de pelea de la reina, también su espada —le respondí.

—¿Reconocimos? —preguntó ella.

En ese momento vacilé sobre qué decir. ¿Cómo podía explicarlo sin revelarle que había sido Soriana quien se dio cuenta? Por fortuna, lara Moira intervino.

—La espada de Su Majestad Seline fue robada y luego aparece en manos de un draugr, ¿cómo es esto posible, reina Engla?

La voz de la comandante era pausada y tranquila; sin embargo, había peligro en la pregunta. La reina se revolvió en su sillón.

Augsvert III: la venganza de los muertosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora