Capítulo XIV: Frente a frente (III/III)

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Séptima lunación del año 304 de la Era de Lys

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Séptima lunación del año 304 de la Era de Lys. En la frontera oeste del reino de Augsvert.

El invierno había comenzado, la lluvia caía mezclada con pequeños trozos de hielo. En el cielo vespertino, los nubarrones grises de la tormenta se rompían por los relámpagos que iluminaban a los dos ejércitos a ambos lados del domo. Afuera los alferis: altos y atléticos, vestidos con armaduras argentas que reflejaban la luz de los rayos. El cabello blanco les ondeaba sacudido por los fuertes vientos; empuñaban lanzas cargadas de energía que una y otra vez estrellaban contra la barrera. Del otro lado del domo aguardaban los soldados del ejército negro. Con sus armaduras oscuras, preparadas las largas espadas en ristre, esperaban atentos en caso de que la barrera no resistiera y seguramente muchos de ellos rezaban a Saagah, el poderoso, no tener que usar las afiladas armas en sus manos.

Dormund se hallaba en la retaguardia, de pie sobre una pequeña colina y envuelto en su propio Jhálmar gylltir. Desde donde nos encontrábamos no me era posible detallarlo, solo se distinguía una espigada figura vestida de negro, pero yo sabía que era él, lo sentía, como una especie de alerta dentro de mí.

—¡Es él! —le dije a Aren.

Él asintió y dirigió la montura hacia una pequeña arboleda un poco distante de la batalla, Ivanara nos siguió. Atamos los hipogrifos a las ramas de los árboles y oteamos los alrededores, debíamos idear un plan. Mientras Dormund se encontrara, protegido por una barrera, sería imposible atacarlo.

A nuestro lado, Ivanara desenvainó la espada. El sonido metálico me hizo girar hacia ella, la mujer tenía el rostro contraído por el enojo y miraba fijamente la silueta oscura rodeada por la cúpula rojiza. Ella y su subalterno empezaron a caminar en su dirección.

—¡No! —Intenté detenerla—. ¡Ivanara, es peligroso, vuelve!

—Sé lo que hago —replicó ella—. ¡Cuando la barrera se rompa, atacadle!

Dicho eso, ella y su compañero corrieron hacia Dormund.

—¡Maldita sea! —exclamó Aren a mi lado y ambos nos pusimos en marcha.

Rodeamos la arboleda para atacarle por detrás sin ser vistos. Cuando estuvimos lo suficientemente cerca, pudimos ver a Ivanara y su subalterno. Ella sacó de entre las láminas de su armadura una cadena que le colgaba del cuello, una enorme piedra roja quedó a la vista, la reconocí de inmediato: Sýna. La capitana encendió su savje y este a su vez hizo resplandecer la piedra que ella dirigió hacia Dormund, de inmediato el domo que lo cubría se debilitó.

El soldado que acompañaba a Ivanara arrojó una tras otra runas de combate que estallaron muy cerca del Cuervo. Dormund se giró hacia ella y se puso en guardia, ambos con las espadas listas.

—¡Maldito! —gritó la capitana— ¡Érais nuestro líder, nos usasteis para vuestros propósitos inmundos!

Dormund no le contestó, bloqueó el ataque de ella y arremetió con fuerza. Sin la barrera cubriéndolo sería más fácil detenerlo. El soldado que acompañaba a Ivanara sacó una larga cuerda dorada y se lo arrojó, pero Dormund incrementó de tal manera su savje, que la onda expansiva producto de la acción no solo detuvo el lazo del cautivo, sino que repelió hacia atrás a sus atacantes.

Augsvert III: la venganza de los muertosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora