Capítulo I: Bajo la protección de Gerald (III/III)

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El plan consistía en culpar a uno de los tíos muertos del príncipe y volver a Vindrgarorg, de esa forma, tanto Gerald como yo seríamos absueltos y quedaríamos libres de cualquier sospecha

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El plan consistía en culpar a uno de los tíos muertos del príncipe y volver a Vindrgarorg, de esa forma, tanto Gerald como yo seríamos absueltos y quedaríamos libres de cualquier sospecha. Según su promesa, no les haría daño ni a Aren ni a Keysa y los liberaría una vez yo me convirtiera en su esposa.

El problema era que yo no le creía y en ese momento, con la mente despejada, sin el embotamiento que producían las drogas y el alcohol que a diario él me daba en su palacio, podía entender mi situación muy bien: él nunca los liberaría. Era tiempo de que tomara en mis manos el control, de que los buscara y los salvara. Para eso necesitaba mi espada.

En el pasado, intenté muchas veces deshacerme de Assa aldregui y cada vez que lo hacía, la espada volvía a mí. No importaba si la arrojaba desde lo alto de un precipicio o a la inmensidad del mar o si la enterraba muy profundo, inexorable, ella regresaba, incluso, si como se encontraba en aquel momento, con su poder sellado y el mío inutilizado por el lazo del cautivo. Entre la espada y yo existía una conexión que no alcanzaba a entender del todo y no estaba definida por los límites de la magia.

A diferencia de las veces anteriores, en esa oportunidad la requería conmigo.

—¡Hablad, hechicera! —volvió a exigir el príncipe.

Agaché el rostro y en un susurró casi inaudible dije:

—¡Koma, Assa aldregui! —Y luego, en voz alta, para que toda la audiencia escuchara—: El dreki, Gerald Van der Hart, fue quien me pidió participar de la conspiración.

Al silencio que se extendió por toda la sala, le siguió una ola de murmullos incrédulos.

—¿Estáis segura? —preguntó con voz titubeante el consejero llamado Gunnar cuando pudo salir del asombro.

Antes de que respondiera cualquier cosa, Gerald se me lanzó encima.

—¡Maldita! —gritó, con sus manos brillando en verde.

Atada por el lazo del cautivo, no podía defenderme, solo esquivarlo.

Uno de los guardias que tenía a mi lado me apartó y se enfrentó al dreki, De inmediato, este le lanzó una runa que lo arrojó hacia atrás. La situación, tal y como esperaba, se salía de control, solo faltaba que la espada acudiera a mi llamado, si no lo hacía, estaría perdida al igual que todos en esa sala.

—¡Pronto, desatadme! —grité.

—¡No lo hagáis! ¡Es una treta de ambos! —gritó a su vez Gunnar.

El resto de los consejeros corría hacia la salida, intentaban escapar mientras Gerald dibujaba en el aire la runa de Urhz. Apareció una bola de energía verde que él arrojó a la puerta y evitó, de esa manera, el escape de los presentes.

—¡Príncipe Kalevi! —volví a apremiar.

El mandatario dirigió la mirada aterrada a uno de los guardias:

Augsvert III: la venganza de los muertosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora