Parte 10: En la tormenta (Parte 1)

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El dia que dejamos el refugio y nos separamos del grupo de sobrevivientes, estaba lloviendo a mares. El cielo se encontraba pintado completamente de gris, los relampagos partían las densas nubes con su violenta luminosidad, mientras rugían vigorosamente por toda la ciudad. Muchos pensarían que esto, no sería un buen augurio para comenzar nuestro viaje, sin embargo, estando en el fin del mundo, a quien le iba a importar los malos augurios, si cada dia de vida, era una nueva oportunidad para morir de la manera más horrenda posible. No nos importó para nada la aislada tormenta en medio de otoño. Ese dia, los cuatro nos levantamos temprano por la mañana, aseamos nuestros cuerpos, nos vestimos con nuestros uniformes de instituto (exceptuando a Daniela, quien vestía ropa casual) para luego cubrirnos con los abrigos para el frio. Por ultimo, tomamos nuestros bolsones, repletos de proviciones y nuestras armas, para dar inició a nuestra travesía.

 El dia que abandonamos el refugio, nos levantamos muy temprano. Eran cerca de las seis de la mañana, casi nadie se encontraba despierto. La mayoria de pacientes continuaba durmiendo en las bolsas de acampar. Unicamente, unos señores de avanzada edad, estaban despiertos, jugando a las cartas. No estoy seguro si se habían levantado temprano o si ni siquiera habían ido a dormir por jugar. Como fuera, se encontraban bien despiertos. Con nuestros bolsones en la espalda y una arma en las manos, los cuatros pasamos caminando cerca de ellos, dirigiendonos a la salida del lugar. A penas movieron sus ojos, para observar lo que haciamos. Pero al notar que nos marchabamos, levantaron una de sus manos y se despidieron cariñosamente de nosotros. Con unas sonrisas bastante amigables, también nos despedimos de ellos. Al salir del cuarto de limpieza, se unieron a nosotros la oficial Fernanda y un grupo de tres mujeres y cuatro hombres. Cargaban bolsones como nosotros y estaban bien armados, con una buena cantidad de armas de fuego. Ellos no viajarían con nosotros para salir del hospital, sino que unicamente, nos ayudarían a llegar a la siguiente zona, es decir el atrio. Estando ya todos reunidos afuera del refugio, comenzamos a caminar a traves del pasillo principal de la primera planta del edificio 3, siguiendo la misma ruta que habiamos tomado antes, cuando nos dirigimos hacia la terraza. Con la diferencia, de que esta vez, en lugar de entrar por el ducto de ventilación, continuamos avanzando en dirección a la zona de espera, de dicho edificio. Esta zona no era muy grande, parecía un pequeño cuarto de 12.4 x 11.6 m2, edificado con paredes de cristal, que permitían observar hacia el exterior, ademas de permitir la entrada de la luz solar. Sin embargo, como ese dia estaba lloviendo, no había claridad que entrara al lugar, y si a eso le sumabamos la oscuridad del pasillo por la falta de lamparas de luz, practicamente avanzamos en las penumbras. 

 No nos topamos con ningún zombie mientras avanzamos por los pasillos, todo estaba libre y en completa tranquilidad. Mas todo cambió, cuando llegamos al cuarto de cristal, donde nos encontramos con un pequeño de grupo de cinco zombies, que a los más escucharnos venir, corrieron en dirección nuestra, intentando comernos. A primera instancia, no logramos verlos por la falta de lumonicidad, sin embargo, sabiamos que venían hacia nosotros por los aterradores gruñidos que liberan al correr. Andrea, mis amigos y yo, intentamos tomar nuestras armas de fuego para acabar con ellos, nos obstante, la oficial Fernanda nos detuvo, para encargarse ella misma del problema. Tomando su rifle, con silenciador y visión nocturna, la oficial disparó una refaga de cinco disparos, que uno a uno fueron acabando con cada zombie. No falló ninguno, todos impactaron en el centro de la cabeza de esas criaturas. Fue algo impresionante de ver, aunque no logramos verlo en su totalidad, por la falta de claridad. Pero aun así, lo poco que pudimos aprecíar fue espectacular. Sin perder tiempo, la oficial Fernanda le ordenó, a las tres mujeres y a los cuatro hombres que la acompañaban, que se separaran por todo el lugar y estuvieran pendientes ante cualquier muerto viviente que se aproximara a la zona de espera. Todos siguieron sus ordenes. De sus bolsones, sacaron unas linternas, para alumbrar el lugar y luego, como si fueran un escuadron de militares, avanzaron con sus armas, tomando cada uno de ellos una zona de vigilancia diferente.  A nosotros cuatro, nos pidío que nos quedaramos cerca de ella. Luego, de un bolso de cuero que cargaba sobre uno de sus hombros, sacó una pequeña sierra electrica. No nos dió explicación de nada, solo nos pidio eso. Nosotros, haciendo caso a sus palabras, nos quedamos junto a ella en la zona de espera, desde donde podiamos observar a todos los zombies que se encontraban a lo lejos en la recepción del hospital y en los pasillos que conectaban con los otros edificios. Observar a tantas criaturas moverse de un lado a otro, me hizo sentir cierta angustia, a pesar de estar protegidos por las paredes de cristal. Sin dejar de observar hacia afuera, Fernanda nos dijo:

Hospital de los muertosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora