Desobediencia y decisiones.

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El castaño acababa de despertar, extrañado por un dulce aroma que provenía fuera de la habitación.

— ¿Que es eso...?—

Susurró con la voz ronca, mientras se dirigía a la fuente del aroma.

Le sorprendió notar que el pato cocinaba, de hecho había un plato frente a él, el cuál se veía bastante delicioso.

— ¡Ah! Buenos días Lusu, ya iba a despertarte.—

El castaño miraba fijamente el plato. Al oírlo, lentamente dirigió la mirada hacia el pelinegro.

— Buenos días... Qua-

Quedó en silencio al verlo, la ropa que le había entregado le quedaba demasiado bien, era bastante grande para él, pero incluso así, eso hacía que se viera más lindo ante los ojos del mayor.

— ¿Qua? ¿Mi comida se ve tan bien que te sacó las palabras de la boca? No me sorprende, dicen que soy un cocinero chingón.—

El menor rió.

Mientras tanto, el castaño miraba los movimientos del menor, quien empezaba a servir un segundo plato.

— Si... Se ve espectacular.—

Dijo en voz baja.

— Gracias wey... Pero era broma.—

El mayor rió nerviosamente, desvió la mirada tan rápido como pudo.

— Claro, claro. Pero es que si se ve riquísima.—

Dicho eso, tomó su plato y se alejó. Dejando al menor con las palabras en la boca.

— Ese era el mío...—

Susurró, mientras llevaba el otro plato a la mesa. El castaño ya había comenzado, se sentó frente a él para comer también.

— ¡Es delicioso, Quacks! Pero me siento mal de hacerte cocinar.—

El chico tomó sus cubiertos y le sonrió al mayor.

— No te preocupes, mínimo podría sorprenderte con estos detalles ocasionalmente.—

"Que lindo... él nunca hacía eso." Pensó el castaño, mientras daba otro bocado, ahora en silencio.

El azabache tampoco tuvo mucho que decir, prefirió empezar a comer también.

Cuando terminaron, el menor se levantó tan rápido como pudo, sostuvo ambos platos y corrió a la cocina.

— ¿Eh? ¿Qué? ¿Quackity? ¿Que fue eso?—

El azabache sonrió, victorioso.

— ¡Hoy no me vas a detener de lavarlos! Puede que ayer hayas podido, ¡Pero hoy no!—

El castaño no pudo evitar reír, eso era lo más tierno que había visto en bastante tiempo.

— ¡Ya, ya! Cómo su majestad diga, en fin, es menos trabajo para mí.—

El azabache estaba feliz, lavó en silencio los platos y cubiertos, mientras el castaño sacaba una botella con agua y la bebía.

— Quacks... Iré a arreglarme para salir, estaré ocupado la mayor parte del día. Puedes mandarme mensaje si quieres, te dejaré mi número en una nota antes de irme. Sirve de que me dices si quieres que traiga algo al regresar.—

El chico escuchaba, quedó totalmente quieto al oír al castaño. ¿Una nota? No, gracias.

Recordar le hacía daño, no le gustaba pensar en el día que se separó de su amado, por lo que solo desvió la mirada con incomodidad.

Bitter-ChocoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora