Ducha.

299 42 45
                                    

El azabache acababa de despertar, y aunque realmente no quería, sabía que debía levantarse. Finalmente habían llegado las consecuencias de sus acciones, y su garganta se encontraba demasiado seca.

Suspiró, sentándose, y dirigiendo la mirada a una pequeña ventana cercana.

Estaba casi anocheciendo, aquello no sorprendió al pato, puesto que no había encontrado más alternativa que dormir para finalmente calmar su llanto.

"Ojalá Lusu no esté en casa."

Fue su primer pensamiento, y de hecho, también lo que más deseaba el azabache, quién se levantaba con pesadez, y comenzaba a caminar hacia la puerta.

Se armó de valor, a sabiendas de que existía la posibilidad de que el castaño estuviera ahí, y lo viese en aquel estado tan miserable.

Pero por más que lo pensaba, y entendía que simplemente era realmente probable que estuviese a ahí, no quería que aquello ocurriese.

Pasados los segundos, decidió que su mejor opción, era mejor ser precavido.

Abrió la puerta con lentitud, asomándose lentamente para asegurar que el castaño no estuviera cerca.

Fue un alivio para él, no haber encontrado algún rastro del mayor.

Suspiró una última vez, caminando por el pasillo hacia la cocina. Ahora no sabía cómo miraría a la cara a su compañero de habitación. Y eso ni siquiera era lo peor, puesto que tampoco tenía las agallas para escribirle nuevamente a su novio.

Estaba cansado, no podía entender como fue que las cosas se torcieron de esa manera, y aunque seguía tratando de comprenderlo, estaba demasiado confundido para entenderlo.

Finalmente en la cocina, comenzó a servirse aquel vaso.

Su mirada perdida se concentraba en el líquido que caía, esperando paciente por algunos segundos, hasta finalmente poder empezar a beberlo.

Cuando dió el último trago al vaso, sintió un par de manos abrazar su cintura y detenerse en su vientre. Su primera reacción fue sorprenderse, casi ahogándose.

"¿¡Que chingados!?"

— Hola Quacks.—

El chico quedó totalmente quieto, sintiendo como el castaño se recargaba en su hombro, olfateando su cuello.

"¡No! No, no, no, dios, no."

El azabache no podía dejar de repetirse lo mismo una y otra vez. Lo único que no quería, se había hecho realidad en segundos. No hubo ningún ruido, ni siquiera lo había visto antes de llegar a la cocina, ¿De dónde había salido? ¿Por qué estaba abrazándolo así? ¿Que debería hacer?

Miles de preguntas se encontraban atormentando al pato, quién luego de varios segundos, optó por simplemente responder.

— Hola Lusu...—

Mencionó en voz baja, soltando con lentitud el vaso dentro del lavadero. Le incomodaba poder sentir en su cuello la respiración del contrario, quién solo le sostuvo con más firmeza.

— ¿Que harás hoy, Quacks? Si tienes el día libre...yo creo que podríamos pasarlo juntos.—

El chico se alarmó.

— ¡Ay! ¡Me encantaría Lusu, pero estaré ocupado! Debo tomar una ducha y cambiar las vendas, siempre lo hago, pero nunca estás en ese momento. Y ésta vez me atrasé un poco, así que voy a tardar más.—

Se soltó con rapidez del agarre, lo único que pudo hacer, fue salir corriendo a su habitación. Dejando al castaño a solas, quién solo miraba confundido la escena.

Bitter-ChocoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora