Negación.

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El día finalmente había terminado.

Al azabache no le había extrañado que el castaño no quisiera separarse de él en todo el día, estaba deprimido, y lo entendía.

— Lusu, me encantaría seguir a tu lado. Pero creo que es hora de que vuelvas a tu habitación... Ya quiero dormir.—

El mayor se mantuvo en silencio unos segundos.

—... ¿Lusu?—

El pato volteó a verle, el castaño se encontraba abrazándole. Éste escondía la cabeza en su cadera, por lo que no podía ver su expresión.

— No mames... Dime que no te dormiste aquí.—

Lo sacudió unos momentos, hasta que el castaño levantó la mirada.

— No me dormí, pero estoy cómodo.—

El chico suspiró.

— Por muy cómodo que estés, tienes que dormir en tu propio cuarto.—

El mayor no pudo hacer más que suspirar también, fue sentándose cuidadosamente, tomando su distancia del azabache.

— Bien. Entonces...¿Dormirás ya?—

El chico asintió, sostenía su teléfono, parecía entretenerse con él.

Aquello llamó la atención del castaño, quien lo observó unos cortos segundos.

— Está bien. Volveré a mi habitación. A mí también me ha entrado algo de sueño.—

El azabache sonrió, asintiendo a las palabras del contrario.

— Descansa, Lusu.—

Sin más charla, el de chaqueta negra se levantó y se dirigió fuera, dejando a solas al menor.

Al cerrar la puerta, comenzó a caminar hacia su habitación.

Su expresión era extraña, el hombre no podía parar de pensar en aquel teléfono.

Él ya había asegurado que el azabache le correspondía.

"¿Por qué sigue pegado a su teléfono?" Pensó.

Al llegar, abrió la puerta y se dirigió a una librería pequeña.

Aquella estantería contenía un libro negro, que el castaño no dudó sacar.

Se sentó sobre un escritorio, sacó una pluma del cajón que este contenía, y finalmente, abrió el libro.

Pasó página tras página, ocasionalmente, se detenía a leer algunas partes.

"He tenido un día muy difícil. Sin Auron aquí, ya nada es lo mismo."

Leyó aquella frase durante un segundo.

Sin tomarle tanta importancia, siguió pasando páginas, hasta llegar a una en blanco.

Mientras tanto, el azabache terminaba de arreglarse, se había cambiado nuevamente por otra muda de ropa, que el castaño le había proporcionado al atardecer.

En esta ocasión, era una camisa negra con un estampado de Rammstein, y unos pantalones negros igualmente, bastante cómodos.

Comparada con la chaqueta blanca que solía usar durante el día, la camisa era un poco más pequeña. Por lo que supuso que le pertenecía a su compañero de casa.

Con el pasar de los minutos, se recostó y acomodó, hasta finalmente, conciliar el sueño.

Los minutos seguían pasando, y mientras el azabache dormía, el castaño continuaba escribiendo.

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