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Todos pensaron que cuando Mateo tuviera los dieciocho años, se libraría de todos los males que le eran causados por su asquerosa madre.

Pero por lo visto, aquellos males sólo estaban empezando, porque el morocho se encontraba en un momento de su vida, donde la decadencia era lo único que podía definir su miserable existencia.

Porque pasar varios días en la calle, sin comida que no fuera más que restos de basura y dormir a la intemperie como si fuese un pobre perro abandonado, era la combinación perfecta para el desastre.

Sin embargo, Palacios aún tenía un par de ángeles guardianes que lo cuidaban y que querían darle una nueva oportunidad de vivir. Aunque él sintiera que las oportunidades ya no tenían ningún tipo de sentido y que lo mejor sería morir para no tener que sufrir más en esta mierda que él tenía que considerar como vida.

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Tuvo que pasar más de una hora para que Valentín y los demás recibieran al menos una noticia de Mateo. Y cuando por fin parecía que iban a tener una respuesta, la cara de la doctora que se estaba encargando de Mateo, les decía a simple vista que la situación eran más graves de lo que ellos pensaban.

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— ¿Cómo se encuentra Mateo? — Oliva fue el primero en hablar, yendo directamente al grano para no perder tiempo.

Y la doctora, solo suspira pesadamente, tomando una gran bocanada de aire para decirles todo lo que sabía de una sola vez.

— Les seré completamente sincera y directa. — empezó, ya que andarse con rodeos solo podrían complicar más las cosas. — Si su amigo está vivo es por un verdadero milagro. — confesó. — Porque llegó con una fiebre de más de treinta y nueve grados, y esta misma fiebre, le estaba causando las convulsiones. — comenta con cierta pena. — Y es evidente, que no se ha alimentado bien en este último tiempo, debido a que está severamente desnutrido. — dice, relamiéndose un poco los labios antes de continuar, porque era lo más complicado de todo. — También tiene signos de agresiones físicas y sexuales... — indica, consiguiendo que el mundo de Oliva se venga abajo con esa última declaración.

— ¿A-agresiones sexuales? — la voz del rubio tembló al pronunciar aquellas palabras.

— Si, encontramos señales de que Mateo fue abusado y no en una simple ocasión, sino que en varias y que fue una manera muy brusca. — la doctora responde con desánimo, porque este tipo de casos siempre le partían el alma. — Pero hemos conseguido que se estabilice, estamos logrando que la fiebre baje, y por consiguiente, las convulsiones van a desaparecer. — afirma, pero esa noticia no es capaz de aliviar del todo el corazón de los presentes. — Solo restaría vigilar su evolución, y si hay algo más de lo que no nos hemos percatado. — agrega, a lo que Paulo empieza a hacerle nuevas preguntas de cómo pueden ayudar a Palacios.

Preguntas que ya no son escuchadas por Valentín, quien siente como el llanto se va a apoderando de su cuerpo. Tanto así, que le es imposible controlarse, ya que termina llorando en dónde se encontraba.

Siendo Daniel el primero en actuar para consolarlo, llevándolo hacia una sillas mientras trataba de apaciguar el dolor que su alma tiene.

Pero nada de lo que hace funciona, y sabe que lo mejor es dejar que Valentín saque su frustración por medio del llanto, evitando así que aguarde sentimientos que tarde o temprano podrían matarlo.

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Mateo no recordaba cuándo fue la última vez que durmió sin sentir nada.

Sin sentir miedo de que algo malo le pasará o que el dolor lo agobie en cada maltratada parte de su cuerpo.

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⏰ Última actualización: Mar 07, 2023 ⏰

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