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El cielo parecía caerse en pedazos, la lluvia caía sin cesar, sin ningún tipo de tregua para aquellos que deseaban escapar de su furia. La mayoría de las personas corrían hacia un lugar seco y seguro, donde pasar estos duros momentos, aunque este no parecía ser el caso de un pibe rubio, que corría por un cementerio.

Este estaba cubierto por un poncho de color amarillo, además de traer puesto unas grandes botas impermeables, que intentaban mantener secos sus pies. Se le miraba desesperado por encontrar alguien, su respiración estaba agitada, se sentía cansado, su cuerpo estaba a punto de sufrir de una hipotermia severa, pero no podía dejar de buscar a esa persona, y no se sentiría tranquilo hasta que lo tuviera entre sus brazos.  

—¡Mateo! — gritaba el teñido. —¡¿Donde estas?! — seguía gritando como un loco, a pesar que su voz se viera opacada por el ruido de la torrencial lluvia. 

Sin obtener respuesta alguna y estando a punto de llorar por la desesperación que sentía, una idea golpeó su cabeza, haciendo que se sintiera como un completo pelotudo, por no haber buscado en ese lugar desde un principio. Así que cambió de rumbo, dirigiéndose a una tumba que él conocía a la perfección, donde sabría que a quien tanto buscaba estaría ahí. 

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Valentin camino con dificultad entre medios de las tumbas, a causa de los grandes charcos que se habían formado, ensuciandose cada vez más, aunque esto le importaba poco. Sus pasos se apresuraron cada vez más, al ver aquel morocho sentado enfrente de aquella lápida, sin inmutarse para nada por el agua fría que le caía encima. 

—Mateo. — el ojiazul dijo, ya más calmado, pero preocupado al mismo tiempo, al ver como el antes mencionado estaba completamente empapado y temblando por el frío. 

—¿Que haces aca Valentín? — fue la seca pregunta de Palacios.  

—Vine por vos. — le respondió de inmediato. —Para que nos fuéramos a casa. — agregó, observando como la expresión del contrario cambiaba un poco. 

—¿A-a cas-a? — susurro dudoso, con la voz temblorosa. —Yo no tengo casa. — le aseguró al mayor, con la mirada perdida en la nada. —Yo no quiero irme a ningún lado, yo quiero estar aquí con mi viejo. — dijo.

Sin dejar de ver la tumba que decía: 
"Pedro Palacios
Un buen hijo, un buen padre y un buen amigo. Siempre estarás en nuestros corazones y pensamientos. "

Ante esto, un nudo comenzó a formarse en la garganta de Valentin, quien utilizó toda su fuerza de voluntad para no quebrarse en ese precioso momento, al escuchar como Palacios hablaba de esa manera, que tanto detestaba. 

—Pero Mateo, no podes estar aquí. — replicó Oliva. —Te vas a enfermar. — informó en un intento de hacerlo razonar. 

—¿Y que? — acotó el menor. —A nadie le importo, además creo que les haría un favor en irme. — murmuró con un tono monótono. 

A lo que Oliva no lo soporto más, tomando al morocho del brazo para que se pusiera de pie, para después quitarse el poncho y dárselo a Mateo, quien en ningún momento se inmutó por lo que sucedía. 

|| 𝙾𝚔𝚞𝚙𝚊 : 𝐓𝐫𝐮𝐞𝐰𝐨𝐬 ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora