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—¿Ya lo viste? — preguntó alguien.

—Si, seguramente es otro ratito de mierda como Mateo. — contestó otra persona.

—Dios, lo que nos faltaba, otro extraño dentro del salón. — un pibe se quejó con molestia, la cual fue claramente escuchada por los demás.

Hasta por el mismo Mateo, quien parecía estar perdido en los laberintos de su mente, no siendo capaz de darse cuenta de la repentina llegada de alguien nuevo en el salón, lo que había desatado cientos de comentarios entre la gran mayoría de asistentes y el detenimiento de la clase una vez más.

—No se ve que sea tan extraño. — una mina comentó, analizando de pies y cabeza a aquel castaño, el cual empezaba a cansarse de todo lo que escuchaba de él.

—Ya cállense todos. — la maestra exigió molesta, dando paso a lo que tenía que hacer para presentar al nuevo integrante del grupo y así continuar con su trabajo. —¿Cómo te llamas? — consultó, esperando una respuesta casi automática.

—Me llamo Manuel Vainstein. — el recién llegado se presentó con un tono cansado, mirando desde su izquierda a su derecha a todos los presentes. Viéndose un poco atraído por Mateo, quien parecía ser el único que no le prestaba ni la más mínima atención.

—Muy bien Manuel. — la maestra habló, pareciendole suficiente que todos supieran su nombre como continuar. —Tu lugar va hacer... — murmuró, viendo donde sería el lugar perfecto para colocar al castaño. —Al lado de Mateo. — indicó, haciendo que todos la vieran un tanto sorprendida, para después ver a Vainstein con mucha pena.

—Pobre, tendrá que estar con el raro. — murmuraron sin poder contener la risa.

—Que pésima suerte tiene. — se burlaron con el mismo tono de antes.

—Y si mejor se meten en sus propios asuntos banda de mononeuronales. — Manuel habló con un tono de pocos amigos, harto ya de que hablaran de él como si no estuviera enfrente de ellos. —Y mejor díganme quien de ustedes es Mateo, para así dejarlos de escucharlos hablar como una viejas chismosas, que no tienen nada que hacer con sus putas vidas. — agregó, dando a entender que su apariencia callada y tímida solo eran una mera fachada de su verdadero comportamiento y forma de ser.

—Soy yo. — Palacios respondió tímidamente, más que asustado por la fuerte presencia del castaño, que sinceramente no le producía mucha confianza que se diga.

—Bien. — Manuel dijo, mientras caminaba hacia el lugar que se encontraba vacío al lado de Mateo. —Y pobre de aquel que se le ocurra seguir hablando estupideces de mi. — advirtió, importándole poco que la maestra estuviera escuchando todo lo que decía.

—Ya dejen el drama para después. — la mayor se quejó, poco impresionada por lo sucedido, estando más que cansada de tantos molestos inconvenientes e interrupción. —Después de la clase pueden convivir lo que quieran y arreglar sus diferencias. — argumento. —Pero mientras tanto habrán sus libros en la página ciento veinte y lean el primer texto que se encuentra. — ordenó.

Al mismo tiempo que suspiraba profundamente, recordando el porqué había decidido ser maestra y no haber optado por otra profesión menos molesta y complicada.

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La clase siguió con normalidad, o bueno...

Lo que puede llamarse normalidad en grupo de más de veinte estudiantes adolescentes, con las hormonas alborotadas y pensamientos más concentrados en otra cosa que en la clase que se les eran impartidas.

Mateo se sentía incómodo, no solo por la presencia de Manuel, quien de vez en cuando le dedicaba pequeñas miradas curiosas, para después mirar hacia otro lado como si no hubiera hecho nada. Sino que le molestaba un poco que todos lo compararán con Vainstein, no sabiendo a ciencia cierta el verdadero motivo de esa incomodidad.

Pero de lo que sí podía estar seguro era que no le gustaba llamar para nada la atención y que lo empezarán a comparar con alguien más. A quien no conocía, ni le interesaba conocer, haciéndolo sentir muy mal, como si no sirviera para otra cosa que no fuera ser juzgado.

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—Ellos son unos imbéciles. — Manuel se quejó cuando llegó la hora del descanso. —No sé cómo los soportas. — comentó a lo que Palacios pareció sorprenderse porque estaba hablando con él.

—¿Estás hablando conmigo? — el morocho consultó asombrado.

—Por supuesto que sí, ¿con quién más estaría hablando entonces? — Vainstein dijo con mucha lógica a su parecer, la cual el contrario no pudo negar del todo. —¿O pensabas que era igual que esos taraditos de mierda? — indicó aparentemente indignado.

—No, no, no, perdón. — Mateo se disculpó con rapidez, sintiéndose algo extraño por estar teniendo una conversación con alguien de su salón. —Es que nadie suele hablar conmigo. — le informó incómodo.

—Ya veo porque. — el castaño dijo seco, sin importarle si el morocho se sentía mal por su comentario. —No deberías dejar que los demás te molesten. — sugirió, dándose cuenta con solo una clase que compartió con su nuevo grupo, lo mal que este trataba a Mateo.

—No me gusta meterme en problemas. — el rizado contestó bajito, mientras se recostaba sobre la mesa, mirando tímidamente al contrario. —¿Por qué te cambiaste de colegio? — pregunto sin saber bien el motivo, iniciando así una conversación inconsciente con Manuel, olvidándose por completo que el castaño no le producía confianza.

—Por unos problemas familiares. — Vainstein respondió sin vacilar. —¿Y vos porque dejas que te traten como un jodido juguete? — inquirió con cierta rudeza.

—Ya te dije que no me gusta meterme en problemas. — Mateo volvió a decirle. —Así que prefiero no confrontar a los demás, para estar un poco más tranquilo. — agregó, queriendo que el otro entendiera su extraño punto de vista de las cosas.

—Sos raro. — Manuel habló sin pensar, incomodando mucho más al morocho, quien estaba a punto de levantarse e irse a algún otro lugar. —Pero mentiría si dijera que lo raro no me gusta. — murmuró con una sonrisa ladina en los labios. —Creo que vos y yo nos vamos a llevar bastante bien. — aseguro, teniendo muy claras sus intenciones con el rizado, quien no pareció darse cuenta rápidamente de ellas.

Siendo más que obvio que Manuel había llegado a la vida de Mateo para cambiarla un poco. Aunque aún no se podía saber si era un cambio bueno, que iba a mejorar la baja y pobre autoestima de Palacios.

O un cambió malo que solo joderia aún más la poca estabilidad mental que le quedaba al morocho, quien tendría que soportar aún más dolor de ahora en adelante, para por fin obtener esa paz que tanto había estado anhelando desde pequeño.

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|| 𝙾𝚔𝚞𝚙𝚊 : 𝐓𝐫𝐮𝐞𝐰𝐨𝐬 ||

|| 𝙾𝚔𝚞𝚙𝚊 : 𝐓𝐫𝐮𝐞𝐰𝐨𝐬 ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora