■■□■■□■■□■■□■■□■■□■■□■■□■■□ ✨ Somos inmortales cuando nos miramos fijo ✨ ■■□■■□■■□■■□■■ □■■□■■□■■□■■□■■□■■□■■□■■
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-¡Déjame en paz Valentín! Solo quiero estar solo. - grito Mateo sin poder contener el llanto.
-No lo voy hacer. - dijo Valentín...
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—Muy bien mis niños, es hora de guardar sus cosas e irse a sus casa. — una maestra de preescolar anunció a sus alumnos, quienes gritaron emocionados ante la idea de volver a sus hogares.
Bueno casi todos, a excepción de Mateo, quien miraba con desilusión a su alrededor, al ver como sus compañeros estaban demasiado ánimos por estar con sus padres.
—Mateo. — lo llamo la maestra. —¿Te pasa algo? — pregunto preocupada, al notar como era el único que no había guardado sus cosas, permaneciendo inmóvil en su lugar.
—No, no pasa nada. — el menor susurró, empezando a tomar sus crayones que estaban esparcidos por la mesa y un cuaderno que tenía encima unas bolitas de algodón que simulaban las nubes del cielo.
—¿Tu madre vendrá a recogerte?, ¿verdad? — la mayor le preguntó. —Es que no me gusta que tengas que esperar tanto tiempo. — confesó, ya que cada vez que las clases finalizaban, la mayoría de los niños eran recogidos de inmediato por sus madres o padres. En cambio el rizado, tenía que esperar un largo tiempo para que su madre apareciera, permaneciendo enfrente de la entrada del colegio hasta que aquella hiciera acto de presencia.
—Si ella vendrá. — le aseguró. —Nos vemos mañana maestra. — Palacios se despidió, dedicandole una pequeña sonrisa, para que no se preocupara por él o sospechara que algo no andaba bien.
Mateo salió rumbo a la salida, notando como gran parte de sus compañeros y amigos abrazaban de manera efusiva y alegre a sus madres que habían llegado por ellos. El pequeño suspiro cansado, sintiendo como su pecho dolía ligeramente, por aquellas cálidas escenas que él jamás iba a tener con su madre.
No queriendo pensar en eso, decidió sentarse en una pequeña banqueta, para estar un poco más cómodo mientras esperaba, sacando de su lonchera lo que le había sobrado de su refrigerio, que su viejo le había hecho antes de irse a trabajar. Llevándose un par de galletitas saladas a la boca, tratando de masticar lo mejor que podía para no atragantarse, tomando de paso un poco del jugo de manzana que también había dejado.
Moviendo sus piernas de atrás hacia adelante, tarareando cuando podía, la nueva canción que la maestra les había enseñado en la clase de ahora.
