17.- Favorite Crime.

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Las heridas habían empeorado, la falta de medicamentos y morfina hacía que el dolor se esparciera por su cuerpo de forma lenta y tortuosa.

Tosió aferrando a un poste de luz sintiendo sus entrañas retorcerse y sus pulmones arder, la sangre lleno su boca dejando un sabor metálico aún después de haberla escupido. Se apoyó en el poste cerrando sus ojos.

Tenía hambre.

Tenía sed.

También un sentimiento que le daban ganas de llorar al recordar lo sucedido.

Se sentía herido y traicionado.

La extrañaba, de eso no hay duda. Cada minuto de su existencia en que no la tenía a su lado era un soplo del infierno en su pecho.

Jamás se había sentido así, tan herido. Los golpes dolían menos, eso lo aseguraba, un poco de gasa y una bolsa de hielo era suficiente. ¿Pero como se cura un corazón roto? No podemos llegar y poner una curita, no es como funciona, eso sería demasiado fácil.

La noche estaba dando paso a la mañana, el cielo de un azul matutino y a la lejanía apenas un tono naranja opaca rozando los bordes de las montañas.

—Siempre te gusto ver el amanecer y el atardecer— susurró a la nada.

Ella es tan generosa, iría a salvar a quien sea por su buena voluntad, pensó con amargura. Lo haría sin dudarlo, pero yo no soy así, si tuviera que arriesgar mi vida... Seria por ella y nadie más. Todos se pueden ir al carajo, pero si la tocan a ella... Y si algo le sucede... Yo moriría, porque no hay más razones por las que vivir, por las que luchar.

Solo la tengo a ella.

Y eso es lo que lo enfadaba, que Aixa no fuera consciente de ese daño que le hacía al ir y arriesgar su vida en los juegos.

La madrugada era fría, te hacía querer buscar un refugio, pero se quedó ahí. El sonido del viento haciendo algunos papeles de las calles volar era lo único que se oía y su respiración entrecortada por su herido cuerpo.

Que tan fuertes fueron sus pensamientos que la atrajeron de forma sorpresiva, casi como una conexión que iba más allá de ese mundo en donde sí o sí tenían que reencontrarse. Como si un hilo los atara y a la vez los condenara.

Los pasos a la distancia fue lo que llamaron la atención del pelinegro, sintiendo un poco de desinterés al principio por quien fuera que se tratara. Sin embargo, su oído se agudizó al reconocer el sonido de esas botas pesadas y de pisadas ligeras a la vez.

Giró su rostro curioso, sintiendo una sacudida en todo su cuerpo al reconocer la silueta aun si la distancia era grande. Casi una cuadra, veinte metros y con el rostro borroso podía distinguir las facciones de Aixa.

Sus piernas lo hicieron separarse del poste de luz poniéndose en medio de la calle, sorprendido y con un torbellino aplastando su corazón de la emoción de ver que estaba bien. Sana y salva.

—Aixa— susurró con la esperanza brillando en sus ojos oscuros, dejando la tristeza un paso atrás.

Avanzó hacía ella con sus brazos listos para ser alzados, rodearla y sentir su esencia, su calidez. Pero no los alzó y su rostro y estado de ánimo decayó en la preocupación al ver unos ojos avellana cristalizados, rojos e hinchados. Los ojos más hermosos que había visto en su vida transmitían un dolor que él podía percibir.

Su mente al segundo quiso buscar al culpable del estado en que se encontraban Aixa, su había sido lastimada por alguien o si había jugado otro juego en que no salió bien algo.

FALLING▪︎2 [Suguru Niragi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora